Todos dan por hecho que la próxima elección de gobernador en Puebla será ganada por quien sea postulado por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). De esta manera el partido en el poder a nivel nacional tendría no una sino hasta tres oportunidades para quedarse con la gubernatura de la entidad. Cosa que hace muy apetitosa la candidatura y motivo de grandes disputas soterradas. Porque en el peor de los casos se trataría solamente de cumplir con el trámite para convertirse en gobernador para un periodo de poco más de cinco años. Nada despreciable para el ánimo de los políticos que todo lo trazan en función de cuánto presupuesto puede pasar por sus manos. En este caso particular estamos hablando de una chequera cercana a los seiscientos mil millones de pesos. Ignoro cuánto dinero sea.

¿Y el proyecto de gobierno, en lo político y social, la verdadera competencia de la administración estatal? Es un tema que no entra en la agenda de los políticos y grupos que están en la puja por quedarse con el puesto más redituable en la entidad. Puebla ya califica entre las cinco entidades de la República que concentran los índices más altos de pobreza y pobreza extrema, desigual y marginación. Puebla como Chiapas y Oaxaca, Guerrero y Veracruz (y no hablemos en este punto de la inseguridad, que tiene a Puebla en el filo de la inestabilidad, como Tamaulipas y Michoacán). En materia de política y democracia, el retroceso experimentado durante el morenovallismo no  tienen paralelo en décadas recientes.

Rafael Moreno Valle desmontó la institucionalidad que hizo posible la transición democrática nacional en el año 2000. De la cual él fue el principal beneficiario, pues logró ganar la gubernatura en el 2010 desde la oposición panista. Ya como gobernador, desde el primer día de gobierno borró la división de poderes y la pluralidad de partidos en el Congreso. Suprimió la Secretaría de Cultura y algo muy importante: el Consejo Estatal de Medición de la Pobreza y la Política Social ( un CONEVAL local). El Legislativo y Judicial fueron sumisos o consecuentes con el finado gobernante y consintieron en todo lo que les fue mandado aprobar y aplicar. El estado de derecho sucumbió hasta tener lo que ahora tenemos. Un gobierno en la “ilegalidad”, y sin liderazgos de nada y en nada. Cuando digo de nada y en nada, me refiero a los gobernantes en funciones y a los partidos políticos. Una clase política socavada por la ambición, e integrada por enanos.

Cuando hablo de tres elecciones me refiero, en primer lugar, a la ocurrida el primero de julio pasado, cuando se celebraron elecciones constitucionales ordinarias, en la que Morena fue vencido en el puesto de gobernador; la segunda fue librada en tribunales electorales locales y federales, en la que de nueva cuenta el partido salió derrotado en el mismo puesto; y ahora se anuncia la tercera elección, en una extraordinaria, la cual deberá celebrarse en los próximos cinco meses. Y como está en el dicho: “La tercera es la vencida”.

Previamente el Congreso del Estado, con mayoría simple de Morena, deberá  elegir a un gobernador interino para que en un periodo perentorio llame a nuevos comicios. Pero aun siendo mayoría, los legisladores de Morena y aliados no acaban de ponerse de acuerdo sobre el nombre del ungido, confiados en el estado desamparo y vulnerabilidad en el que se hayan el PAN y los partidos satélite que lo han seguido durante estos ocho años, y que permitió al ex gobernador Moreno Valle tener el control de la entidad en un puño. Han pasado 28 días del fatal accidente, y la entidad sigue sumida en la “inconstitucionalidad”, pues la figura de encargado de despacho no aplica cuando la falta del titular del poder ejecutivo es definitiva, como es el caso.

Puebla se encuentra paralizada por la incompetencia de su clase política.