En Contexto

Cuando la historia no se entiende y se pretende utilizar como arma de propaganda, el resultado nunca es el mejor y hasta puede resultar inútil.

Eso es lo que ocurrió durante la esperada participación del presidente Andrés Manuel López Obrador en el encuentro virtual del G-20 que reúne a los países industrializados y a los que se encuentran en desarrollo intermedio como el nuestro.

Durante el encuentro los participantes se pronunciaron por procurar una pronta y expedita distribución de la vacuna para enfrentar la pandemia provocada por la COVID-19, porque sólo así y con una nueva cruzada global para atenuar los problemas de endeudamiento, se podrá resolver la crisis económica mundial.

No es común que en una reunión de esa magnitud los compromisos internacionales coincidan en cooperar para alcanzar una solución a la emergencia sanitaria y “una mejor economía global en el siglo XXI”, inclusive el presidente ruso Boris Yeltsin sorprendió al ofrecer no una, sino las tres vacunas que se trabajan en su país para combatir al virus.

La prensa internacional dio cuenta de que dos gobernantes sobresalieron durante esta cumbre por su actitud contracíclica y fuera de lugar.

Donald Trump mostró su desdén al esfuerzo mundial para enfrentar la crisis sanitaria y económica al presentarse mediante un video en el que no transmitió la voluntad de su gobierno por apoyar la distribución de la vacuna, aunque simultáneamente tuiteó con varios mensajes sobre el presunto fraude electoral del que fue objeto y más tarde se supo de su indiferencia al cónclave internacional porque a esa hora jugaba golf.

En el único pronunciamiento político que expuso al G-20, recordó que Estados Unidos está fuera del acuerdo climático de París, del que salió en 2015, porque es “injusto y unilateral”.

Andrés Manuel López Obrador es el otro mandatario alejado del consenso del cenáculo virtual del FMI y el Banco Mundial en Arabia Saudita. Aunque se refirió al tema de la vacuna y el endeudamiento, no manifestó ningún compromiso global. 

Se limitó a exponer que en México la vacunación será universal y gratuita y, por lo que se refiere al tema de la deuda, en lo más concreto de su discurso recupera el argumento de los organismos internacionales sobre la necesidad de otorgar quitas al monto de las deudas y reducir las tasas de interés que pagan los países más pobres. 

Pero eso sí, con toda solemnidad, como si diera cátedra, el presidente mexicano llamó a los líderes del G-20 a no recurrir a la tentación de imponer medidas autoritarias como el confinamiento excesivo o el toque de queda contra la pandemia y, mejor, actuar con la razón y el convencimiento: “nada por la fuerza”, les dijo.

Luego, en su discurso, que seguramente se pensó formará parte de los anales de la economía política, estableció que “el rescate económico debe hacerse de abajo hacia arriba: primero ayudar a los pobres y no centrar las acciones solo en destinar fondos públicos a empresas o a instituciones financieras en quiebra; no convertir las deudas privadas en deuda pública; evitar el endeudamiento y menos aún si es en beneficio de pocos y a costa del sufrimiento de muchos y de las nuevas generaciones".

Sin embargo, esta poética afirmación no fue sustentada por el presidente López Obrador quien insiste en resolver el problema de la pobreza con apoyos públicos, cada vez más limitados y sin atender el tema de la producción nacional.

Si vemos el programa económico para 2021 propuesto por el gobierno federal y avalado por la mayoría morenista en el Congreso, no se plantean cambios al criticable modelo neoliberal; al contrario, lo refuerza con esquemas concentradores de poder político y económico.

Aunque hoy no se favorece la socialización de las deudas como en el pasado, tampoco se hace algo para redistribuir el ingreso nacional por la vía fiscal, que es la más democrática que existe hasta el momento, y que pasa necesariamente por la defensa y promoción del trabajo digno y remunerado y se basa en el Estado de derecho, lo que implica justicia, transparencia, rendición de cuentas, seguridad y certidumbre, que no se ven el horizonte inmediato.

El tema de la pobreza para que no sea un sin sentido, exige de la generación de más oportunidades económicas que se concreten en trabajo y en menos discursos en los que se invoque −como tiende a ser costumbre− a la fraternidad ,que en este caso fue universal.

@lusacevedop