En Sevilla, España, un hombre de 62 años de edad dispositivo por Covid-19 (acrónimo de ‘coronavirus disease 2019’). En principio parecía una neumonía “normal”, pero al profundizar en ciertos análisis se descubrió que su mal era el temido coronavirus.

¿Cómo se contagió? No visitó China ni Italia. Pero sí realizó un viaje de trabajo —de poco más de 200 kilómetros por carretera o tren— a Málaga.

En esa ciudad de la Costa del Sol, el hoy enfermo, empleado de un banco, se reunió con compañeros de otros lugares de España. Con ellos acudió a un tablao flamenco. Probablemente ahí se contagió.

Lo interesante no es eso, sino que ha evolucionado favorablemente con un tratamiento experimental que le han dado en el hospital Virgen del Rocío. Lo ha informado el diario ABC en su edición de Sevilla: “el tratamiento, que dura entre siete y diez días, consiste en la toma de dos pastillas cada doce horas y en una vacuna cada dos días”.

El tratamiento debe estar funcionando en el paciente ya que “sus sensaciones son cada vez más positivas y su evolución es favorable”. 

ABC de Sevilla no da más detalles. Pienso que valdría la pena que especialistas mexicanos viajaran a esa ciudad a preguntar por el tratamiento. El canciller Marcelo Ebrard, auxiliado por la embajada de México en España o por el consulado de Madrid o aun por el de Barcelona, podría arreglar reuniones de trabajo para que infectólogos o epidemiólogos de nuestro país aprendan lo que haya que aprender. Y no solo en Sevilla, sino en también en las otras ciudades españolas ya en crisis por el coronavirus y a la espera de que no ocurre un desastre turístico en Semana Santa, evitable sí, pero solo con unidad nacional para buscar una salida, lo que necesariamente parte de ocuparse, sin sembrar miedo, en entender la enfermedad para poder combatirla.