¿Tu verdad? No, la Verdad, <br>y ven conmigo a buscarla. <br>La tuya, guárdatela.<br>

El casca-nueces-vacías, <br>Colón de cien vanidades, <br>vive de supercherías <br>que vende como verdades.<br>

La verdad es lo que es, <br>y sigue siendo verdad <br>aunque se piense al revés.<br>

Confiemos <br>en que no será verdad <br>nada de lo que sabemos.<br>

El ojo que ves no es<br>ojo porque tú lo veas;<br>es ojo porque te ve.

Para dialogar,<br>preguntad, primero;<br>después... escuchad.<br>

Las citas que encabezan esta columna, todas de los Proverbios y cantares de Antonio Machado, se me vinieron a la cabeza al leer hoy miércoles la columna Templo Mayor, del diario Reforma de la Ciudad de México —El Norte, en Monterrey; Mural, en Guadalajara.

¿Compraron la verdad —y solo a ellos pertenece— los editores que trabajan en el periódico propiedad de Alejandro Junco de la Vega? No, desde luego. Pero son tan arrogantes que resultan incapaces de un mínimo acto de humildad como el admitir que se han equivocado.

Ayer Reforma dio a conocer que se habían congelado las cuentas bancarias de Carlos Romero Deschamps. Alguien informó incorrectamente a algún reportero y los encargados de la edición cayeron en el error. Rápidamente, en su conferencia mañanera del miércoles, el presidente López Obrador les desmintió. Se investiga al ex líder petrolero, sí, pero no ha habido nada parecido a un congelamiento de sus recursos depositados en la banca.

En vez de aceptar la falla, hoy Reforma insiste en defender su verdad, pues en su columna principal pregunta si el gobierno, esto es, Santiago Nieto, de la UIF, descongelará las cuentas de Romero Deschamps.

A veces, con sus buenos trabajos, Reforma nos invita a los lectores a buscar juntos mediante el diálogo la verdad, siempre difícil de encontrar por lo que —tanto en el oficio periodístico como en la ciencia y la filosofía— solo nos queda conformarnos con aproximaciones al conocimiento objetivo de las cosas, que tarde o temprano resultan falsas.

Lo triste es que, en demasiadas ocasiones Reforma cae en la arrogancia de pretender imponer su verdad al costo que sea. Esa verdad, señores Junco y Pardinas —propietario y director editorial—, como aconsejaba Machado, guárdenla, no la necesitamos y no ayuda. Y recuerden, diría el poeta: El ojo que ven no es ojo porque lo vean; es ojo porque los ve.

Lamento decirles que en ocasiones el espectáculo que ustedes dan tiene la peor fealdad: la de la arrogancia.