En un artículo publicado en algún sitio de internet de América del Sur, el autor menciona, de pasada, una novela reciente de la alemana Daniela Krien, El amor en una emergencia —la traducción correcta podría ser El amor en caso de urgencia (en inglés es Love in Case of Emergency). Hasta donde entiendo, no es un libro disponible en español.

De la mencionada escritora leí hace tiempo, en un vuelo, Algún día nos lo contaremos todo, una de tantas historias sobre el amor obsesivo —¿hay de otra clase?—, pero esta, bastante bien narrada, con la particularidad de que se desarrolla en el contexto del fin de la Alemania socialista.

Solo por curiosidad busqué más información sobre El amor en una emergencia. Con la ayuda del traductor de Google leí una brevísima reseña en spiegel.com. Encontré que la obra detalla la vida de cinco mujeres que en su infancia, o en su adolescencia, vivieron la caída del Muro de Berlín.

El redactor del comentario sobre la novela termina con una reflexión interesante. Las cinco mujeres transitan de un ambiente de limitaciones —el de la República Democrática Alemana— a la libertad de la actual Alemania. “Pero la libertad, deben darse cuenta, es solo otra forma de compulsión: la compulsión de elegir”.

Eso es verdad, la libertad es tiránica: nos exige elegir. En la mayor parte de las situaciones, nadie nos impone nada, pero debemos tomar partido. 

Así las cosas, no puede ninguna institución o persona obligar al presidente López Obrador a opinar con más claridad de la que mostrado hasta ahora acerca del caso Bonilla en Baja California, que para muchos analistas, juristas y políticos representa una terrible violación a la Constitución, opinión que desde luego comparto. Andrés Manuel es libre y puede mantenerse en su etérea posición: decir que no lo consultaron y que le habría dado vergüenza apoyar lo que hizo el Congreso de ese estado. Y nada más.

Puede AMLO hacer eso, pero ¿debe?

Tal actitud del presidente de México parecía suficiente para que él mismo no se exigiera tener que ir más lejos y llegar a la condena dura de su amigo Jaime Bonilla, que quiere gobernar mucho más allá del tiempo para el que se le eligió. El problema para el presidente López Obrador es que uno de sus funcionarios, Ricardo Peralta, subsecretario de Gobernación, decidió con toda libertad escribir un artículo en Excélsior para apoyar abiertamente a Bonilla.

El argumento del subsecretario, en resumidas cuentas, es que la gente al votar no sabía “cuál era la vigencia del gobierno” porque en la boleta no se informaba el dato. Como los electores son tan tontos y no estaban conscientes de que votaban por un gobernador de dos años, entonces legítimamente podía alterarse el periodo tres años más. Si eso es válido, ¿por qué no ampliar la duración de la administración dos décadas adicionales?

No encuentro lógica a lo dicho por Ricardo Peralta. De hecho, solo este hombre, el gobernador electo Bonilla y sus colaboradores creen que semejante argumento es correcto. Pero no es la opinión de numerosos críticos de buena fe: constitucionalistas, politólogos y políticos, entre quienes destacan algunos simpatizantes y aun militantes de Morena.

El señor Peralta tiene el derecho de pensar y escribir lo que se le antoje. Muy su libertad de expresión. Pero, sin querer queriendo, él ya metió en un lío al presidente López Obrador. ¿Es la del subsecretario de Gobernación la verdadera posición del gobierno de AMLO? Sobra gente honesta haciendo esta pregunta.

Andrés Manuel es libre de mantenerse en una posición suave, es decir, sin condenar fuertemente a Jaime Bonilla, pero esa ya es una elección y tendrá consecuencias. La principal, que no detendrá las especulaciones de todo tipo. Y la 4T lo que menos necesita es que se sigan alimentando en la opinión pública, desde el mismo gobierno, las versiones que insisten en negar la profundidad del cambio político en marcha.