El gobierno, queriendo o sin querer, está velando por la economía mexicana. Hay que recordar que estamos ante la crisis financiera más compleja desde la Gran Depresión y atravesamos por una crisis sanitaria provocada por una pandemia de Coronavirus COVID-19. Si a esto le sumamos un gobierno económicamente incompetente, cero crecimiento en el último año, el escenario se torna más adverso. Por eso en esta ocasión me veo obligado a apoyar la estrategia gubernamental frente a estas problemáticas.

Pareciera ser que lo que están haciendo nuestras autoridades es emular tácita y fácticamente, mas no de manera expresa, lo que está haciendo—o hacía—Reino Unido. Conscientes de que el virus es incontenible y su propagación inevitable, los británicos decidieron salvaguardar el sistema de salud y apostar a que sus ciudadanos creen anticuerpos. Es justo de lo que hablaba el subsecretario de salud el fin de semana en cuanto a Andrés Manuel López Obrador: "sería mejor que se contagie".

Evidentemente no podemos compararnos con UK. Ellos son una economía infinitamente superior, pero nuestra población es incomparablemente más joven. Y esto es fundamental, ya que a la fecha ha quedado demostrado que el COVID-19 es fatal para algunas personas mayores a los 65 años y quienes padecen enfermedades como diabetes tipo 2, cardiovasculares o respiratorias, empero no afecta de tal forma a la gente joven.

Es importante destacar que México colapsa si se detiene. No contamos con los recursos suficientes para suspender y que el gobierno absorba el pago de alquileres, de luz, de agua, de impuestos, como ha hecho Francia. Aquí no podemos darnos el lujo de cerrar fronteras, decretar confinamiento obligatorio, toque de queda. Así que invito a que no satanicemos a los que no pueden aislarse o quedarse en su puta casa.

Recordemos que tenemos a treinta millones de personas que viven en la informalidad y que viven al día. A ellos no podemos pedirles que se queden en su puta casa. Son millones de familias, que simplemente no se pueden permitir entrar en cuarentena. Seamos sensibles.

La tasa de mortalidad de esta enfermedad es casi nula, de menos del 1%. Además, la población de México es joven, a diferencia de la de España e Italia.

Y todos acabaremos enfermándonos. Eventualmente.

Por otro lado, cabe señalar que mientras que en Europa ordenaron cerrar escuelas y cancelar eventos multitudinarios cuando llevaban miles de infectados, aquí en México se tomaron estas medidas al contar con menos de cien enfermos, de acuerdo de cifras oficiales.

Nuestro gobierno se ha mostrado displicente ante esta crisis. Sí. Pero la sociedad civil se ha encargado en organizar a la gente para enfrentar este problema. No necesitamos al presidente diciéndonos qué hacer, ni poniéndonos el ejemplo. Que se ocupen de cuidar nuestra economía. Si se infectan, es su problema. Sanos o enfermos, pero que no permitan que el país se caiga a pedazos.

Hay que crear conciencia. Pero no difundir histeria. Y ver la situación con números, informarse en los periódicos y no en WhatsApp, y no promover el individualismo desmedido ni el pánico. Está circulando demasiada información. Hay que reducir y filtrarla. Están las páginas de la CDC, OMS, WHO, para informarnos correctamente.

Hay que tomar precauciones, medidas sanitarias en extremo, pero no acaparar, no asustar, no correr, no gritar, no empujar, por favor. Es algo serio. Pero definitivamente no es el fin del mundo

No hay duda que ha habido irresponsabilidad, como lo fue permitir la celebración del Vive Latino. Sin embargo, afortunadamente ya no se llevará a cabo la Pasión de Cristo de Iztapalapa ante las multitudes. Poco a poco, pero medidas se han venido tomando.

Coronavirus (COVID-19). Pandemia. Tómenlo con responsabilidad y serenidad. Incluso con poesía se le puede hacer frente. Jorge Drexler ya puso el ejemplo: “ya volverán los abrazos, los besos dados con calma, si te encuentras un amigo/ salúdalo con el alma”. Qué hermosa forma de incitar a tomar las mínimas medidas precautorias. Porque bien dice el uruguayo: “no se toca el corazón/ solamente con la mano”. Así hay que ver esto, y no desde un enfoque apocalíptico. Tampoco desde una postura insensible e indiferente. Nada de abusar de los abrazos, como incitan algunos desorientados. Simplemente con una óptica informada y una actitud tranquila se puede asimilar este bache en la realidad.

Al pánico se le hace frente con educación. Los que alarman son los que gritan y empujan durante los temblores. Los que acaparan son los imbéciles medianones que nunca antes se habían dado un lujo, pudiéndoselo haber dado. Son estas crisis las que sacan lo mejor o lo peor de cada uno. Ojalá la afrontemos juntos, pero no revueltos; casi hombro con hombro, o codo a codo; pero no de las manos. No nos aislemos, los que aún estamos sanos; para que siempre haya por lo menos diez fuertes por cada débil, para en su momento aportar para sacarlos adelante.

Cuidémonos, para que a nuestros padres y abuelos no les pase nada. Pero también cuidemos a nuestro país.