El dato es aterrador para el futuro económico mundial de 2020 y 2021: casi 10 millones de personas perdieron su empleo en Estados Unidos durante las últimas 2 semanas y todos ellos, por primera vez, solicitaron el seguro de desempleo.

La primera señal de alerta se encendió cuando el Departamento del Trabajo anunció en Washington que 3.3 millones habían solicitado el seguro y esta semana 6.6 millones más se sumaron a esa misma fila en espera de recibir ayuda para subsistir.

Si se podía poner en duda la declaratoria de recesión global que hizo el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la luz del programa de rescate por 2 billones de dólares negociado por el presidente Donald Trump con el Congreso de su país y las acciones europeas para contener el desplome económico, los datos del desempleo en Estados Unidos, anulan cualquier afirmación en el sentido de que esta será una crisis transitoria o pasajera.

Las consecuencias para México pueden ser más graves de lo estimado debido a la incertidumbre porque carecemos de un programa estructurado para enfrentar el desplome económico en Estados Unidos, del que somos el socio comercial más importante por delante de China y Canadá, que se traduce en que 8 de cada 10 dólares que generamos provienen de nuestro vecino.

Esas divisas que fortalecen a nuestra economía resultan de la venta de productos del sector automotor, de las abultadas remesas que envían nuestros compatriotas, del turismo y del petróleo.

Ante una situación crítica, el gobierno estadounidense modificará las relaciones comerciales y políticas con sus vecinos y con el mundo para no perder su preeminencia como potencia global, más a la luz de la campaña electoral que arranca en noviembre y para la cual el presidente Trump atenderá, antes que otra cosa, a su capital social y económico agobiado por el elevado desempleo y porque representan votos.

Ya vimos que Trump no se tienta el corazón para cerrar fronteras o imponer medidas de fuerza a fin de resolver sus problemas.

El mundo es distinto a partir del coronavirus.

Para México el panorama económico inmediato representa un serio problema porque se mantiene expectante frente a la crisis mundial y pasivo ante los indicadores económicos internos.

Ha sido una garantía que el Banco de México logre mantenerse autónomo frente al gobierno para asegurar que no falten billetes y monedas en el sistema financiero y en los bolsillos de la ciudadanía con lo que, a pesar de las presiones naturales o especulativas, el valor de la moneda no suba exponencialmente ni que se desarrollen presiones inflacionarias adicionales.

Pero por falta de coordinación entre una política monetaria activa y oportuna frente a una política hacendaria pasiva e inadecuada frente a la emergencia, la planta productiva nacional fue sometida a un “coma inducido” con las consecuencias que eso representa en términos de empleo, abasto, movilidad, impuestos, seguridad y certidumbre sobre el futuro, por mencionar los más relevantes.

Aunque las dificultades no quedan ahí. El freno económico no es solamente nuestro, sino que es internacional.

Por eso, más de un centenar de países estableció mecanismos para enfrentar la crisis económica a partir de sus condiciones antes y después de los efectos de la pandemia con problemas prácticos y pertinentes, ajustables a los cambios que se presentan en otras naciones y con las materias primas.

Europa, por ejemplo, por su estructura de mercado social atendió de inmediato los problemas económicos con asistencia para las empresas y a los hogares, además de desarrollar esquemas innovadores que se adaptan a las condiciones de cada país.

Para el caso mexicano el futuro apremia y angustia porque antes de que se reconocieran los efectos sanitarios y económicos del COVID-19 ya arrastrábamos varios trimestres de deterioro de la actividad económica y permanecemos en una situación vegetativa frente a una enfermedad que no se puede paliar con la liquidez monetaria del Banco de México porque los males exigen respiradores artificiales y someternos a una terapia intensiva que pasa por reorientar el gasto y los objetivos del gobierno, para que no aumente la pobreza en el país, no se deterioren los niveles productivos ni el bienestar social alcanzado.

No se trata de tener pan para hoy y hambre para mañana.

La apuesta tiene que ser por mucho más, por el beneficio de todos los mexicanos.

@lusacevedop