En los últimos días amplios grupos de la sociedad manifestaron su desacuerdo con las acciones tomadas por el gobierno mexicano con relación a la emergencia mundial del coronavirus (COVID-19) a pesar de la consistencia de su soporte científico, la ausencia de un esquema de comunicación contundente y, en especial, al alejamiento de indicadores de coordinación internacional apoyaron la disidencia.

La percepción mayoritaria se centra en la incapacidad del régimen para incorporar políticas emergentes capaces de proteger con oportunidad a la población en general y mitigar los inminentes daños a una economía estancada dentro de un entorno global incierto.

Hasta el momento las medidas políticas han preferido el optimismo propagandístico en contra de decisiones ofrezcan certidumbre en el corto, mediano o largo plazo. Por ejemplo, el anuncio del robusto blindaje financiero que, si bien asegura liquidez inmediata para el mercado, no garantiza la inmunidad de nuestra economía frente a la emergencia sanitaria mundial.

Inclusive, el pertinente anuncio del receso educativo nacional desde el lunes 23 de marzo al 20 de abril, que incluye a las vacaciones de la Semana Santa, no alcanza la importancia deseada porque no muestra coherencia con decisiones similares tomadas en naciones más desarrolladas que la nuestra.

Peor aún, las señales del liderazgo político en nuestro país han sido contradictorias, cuando no nugatorias de las recomendaciones sanitarias e inconsistentes con las necesidades financieras que impone una crisis global de consecuencias aún inimaginables. Hay desdén y burla a las mismas decisiones anunciadas internamente.

Las consecuencias son preocupantes porque plantean suspensión de actividades y de intercambios en materia de personas, comercio y préstamos que debilitarán el crecimiento mundial, cuyos antecedentes son negativos y abren un panorama de recesión que en el caso de México no puede enfrentarse con acciones monetarias contempladas solamente en el blindaje, sino que requieren la reorientación del presupuesto las metas.

De acuerdo con las acciones tomadas en Estados Unidos, Europa y Oriente, es claro que veremos afectaciones económicas globales en materia de comercio, porque pararán plantas productivas y su reactivación dependerá de las decisiones o estímulos en cada país; con ello, al suspenderse las actividades y permanecer los trabajadores en sus casas el consumo, incluido el financiero, se debilitará con efectos para la economía nacional.

Además, el financiamiento internacional caerá por la inactividad; también se desplomarán el turismo y el transporte por las restricciones para viajar y, por si fuera poco, hay que considerar el precio de los productos básicos, como el del petróleo que, en el caso mexicano, es crítico para los programas sociales en marcha.

El Banco Mundial acaba de advertir al gobierno mexicano de la necesidad de coordinar acciones urgentes con sus socios comerciales y de actuar oportunamente porque los efectos de la crisis del coronavirus son impredecibles en términos de velocidad de propagación, duración y profundidad.

Le propuso aumentar de inmediato el gasto en salud para reforzar la débil estructura mexicana a fin de asegurar programas de tratamiento y control más rápidos.

Simultáneamente recomendó fortalecer las redes de protección social que incluye las transferencias de efectivo para adultos mayores y los servicios médicos gratuitos para los más vulnerables, además de limitar los daños derivados de la pandemia.

Además, establecer un programa de apoyo al sector privado con créditos, estímulos tributarios impuestos o subsidios de corto plazo para negocios familiares y cadenas de valor.

Por cuanto al sector financiero, asegurar la liquidez y reducir tasas para garantizar la estabilidad de los mercados, además de promover una intermediación eficaz y accesible (cobro de comisiones mínimas) para impulsar el crecimiento.

La coordinación del gobierno con las acciones globales, junto con la necesaria revisión las prioridades del gasto gubernamental y el empleo de todas las herramientas de las políticas monetarias, fiscales, comerciales y de inversión pública, junto con un proceso de seriedad política, no solamente pueden cimentar la confianza frente a las dificultades, sino que darán certidumbre para alcanzar el final del túnel.

@lusacevedop