¿Cómo nos irá con Biden en la Casa Blanca? Esa es la pregunta que muchos mexicanos nos hacemos porque el gobierno que encabeza el presidente López Obrador ha aplicado frente a la campaña electoral de Estados Unidos la misma estrategia frente a los efectos económicos derivados de la pandemia: ninguna.

Pareciera que en Palacio Nacional existe la convicción de que Donald Trump se reelegirá, con lo que los próximos cuatro años el gobierno de la Cuarta Transformación podrá seguir enganchado en la relativa tranquilidad que le significa una “amistad” basada en los diferentes términos de la demagogia populista y que pasan por la lisonja y el sometimiento para hablar públicamente de respeto. 

Muy probablemente lo que ha prevalecido es la falta de entendimiento de una relación compleja y asimétrica que solamente, en muy contadas ocasiones, ha sido de respeto entre las partes, entendimiento y colaboración. Hoy prevalece la desconfianza debido a la percepción de que México no ha sido capaz de garantizar a plenitud para la Casa Blanca de tres temas prioritarios: la seguridad, el combate al narcotráfico y la estabilidad en la frontera, a pesar de la fuerza militar desplegada para impedir el paso de migrantes nacionales y extranjeros.

Hay otros temas relevantes, sin duda. Pero esos son los sobresalientes y son los que más han presionado a la relación entre los gobiernos de México y Estados Unidos, como pudimos apreciar en el único viaje al extranjero del presidente López Obrador quien, en su discurso en Washington agradeció a Donald Trump porque “usted no ha pretendido tratarnos como colonia”.

Es probable que el mandatario mexicano y sus colaboradores, más que entender el sentido de la diplomacia, cayó en la trampa del presidente Trump que en materia de relaciones exteriores ha recreado la famosa “Teoría del loco” desarrollada por Richard Nixon durante la guerra de vietnam y que consiste en mostrarse frente a los enemigos como alguien impredecible y siempre dispuesto a ir al combate, para disuadir al contrario de actuar contra los intereses nacionales. 

De ahí la timidez frente al muro fronterizo -del que no hay certidumbre de que los mexicanos en realidad no estemos financiando el loco capricho del todavía jefe de la Casa Blanca-, la renegociación del Tratado Comercial con Estados Unidos y Canadá en términos desventajosos para la economía mexicana que será más dependiente de la del país vecino, las concesiones en materia de derechos humanos para los migrantes y el tema de seguridad, en donde Washington lanzó un dardo envenenado al detener a un miembro del Ejército mexicano, pilar de la Cuarta Transformación, por vínculos con el narcotráfico y que es parte de la “Teoría del loco”.

En unas horas la historia puede cambiar y, cómo resulte, la relación bilateral será más difícil para nuestro país.

Si Biden gana podría haber matices en el trato rudo, especialmente en materia diplomática y eventualmente en las condiciones migratorias, pero difícilmente se verán cambios sustanciales en los asuntos de seguridad y especialmente en economía, porque si con los republicanos no fue sencillo, nunca ha sido distinto con los demócratas. 

Recordemos que los acuerdos incorporados finalmente en el T-MEC incluyeron medidas más rígidas para México en materia laboral, inversiones privadas, energía y el sector agropecuario que las existentes en el viejo TLCAN o lo que hubiera deseado López Obrador, lo que obliga al gobierno mexicano a llevar a cabo cambios sustanciales en sus políticas de desarrollo.

Joe Biden, para el gobierno de la Cuarta Transformación, ha sido una variable secundaria que podría corresponder a su imagen bonachona y generosa, pero alejada del salón Oval de la Casa Blanca.

Pero si la realidad se impone a la ficción que, parece ser, se ha creado en Palacio Nacional, nuestro país tendrá que afrontar nuevamente momentos complejos por la falta de una estrategia clara de la nación que queremos en el concierto global.

@lusacevedop