Se utiliza un título del tipo periodismo “chayoteril” para llamar la atención sobre un asunto científico; matemático. Y aún más, sobre una delicada correlación entre la ciencia natural y la social. Y como segunda característica de ese periodismo, se afirma lo que en realidad es una pregunta que requiere respuesta en plural, ¿han cometido errores López Obrador y López Gatell (es decir, el grupo de “científicos, médicos, técnicos, especialistas y expertos” a quienes presta voz) en el trato de las proyecciones, estadísticas y planes de control y manejo en torno al Covid-19? La búsqueda de respuestas, más que para cuestionar, es para contribuir al ajuste necesario en el crucial aspecto técnico de la pandemia viral hacia el futuro inmediato.

Muchos se han preguntado ya desde la tercera semana de abril, tiempo establecido originalmente para alcanzar el primer pico o cresta de la curva controlada de la epidemia en México, y por tanto para el inicio del descenso de casos y muertes, por qué no sucedió así ni ha sucedido aún. ¿Mentía el gobierno, manipulaba?, como planteaba la oposición; ¿había deficiencia en el equipo médico de especialistas?; ¿había que tener paciencia acrítica o cuestionamiento crítico pero sin amarillismo, sin “mala leche”?

La sesión del pasado viernes 22 de mayo de El Colegio Nacional, transmitida en línea y conducida por el biólogo Antonio Lazcano Araujo tuvo, en “Newton y la peste negra”, un muy interesante tema a cargo del astrónomo Luis Felipe Rodríguez Jorge. Porque más allá de las extraordinarias aportaciones sobre la composición de la luz, el cálculo diferencial e integral y las leyes del movimiento y la gravitación universal, el hito, el hallazgo mayor de Isaac Newton fue haber permitido un cambio en la estructura mental del hombre a partir de la idea de lo que Lazcano llama “matematización” de la realidad, de la representación matemática de las leyes de la naturaleza; hacerla predecible. El cambio radical de la concepción y explicación divina o mágica, a la razón científica. El problema para la ciencia, no obstante, establece Rodríguez, surge cuando interviene el factor humano…

Uno de los espectadores de la conversación en línea hizo al final una pregunta que considero de suma importancia:

Pregunta: ¿Cómo se puede aplicar el cálculo diferencial e integral para determinar el avance (contagiados, muertos y recuperados) y el fin del Covid-19?

Rodríguez Jorge: De hecho eso se está haciendo por muchos grupos. Y el problema es si se está haciendo bien o mal en algunos casos. En principio, esas ecuaciones tienen la capacidad, bien utilizadas y bien planteadas, de describir cómo va el desarrollo en número de infectados, recuperados… Aquí, digamos, el doctor López Gatell lleva como un mes prediciendo que se va a alcanzar el máximo pero algo debe de haber mal con su modelo. Y debe de haber modelos más serios que desde hace dos meses hayan predicho lo que está pasando, que es que el día de hoy sigue subiendo mucho el número de infectados… El problema que hay con una epidemia es que los seres vivos participamos y eso ya perjudica todo. Cuando se trata de un fenómeno natural, el movimiento de un astro, la caída de una piedra (cómo funcionan los transistores, el celular, un avión), se puede predecir muy bien. En el caso de los humanos, por ejemplo, la propaganda o la mala información pueden hacer que el planteamiento matemático no funcione bien… Cuando nos vamos a las ciencias sociales, biológicas, humanas, donde está metido el factor humano, se dificulta todo porque pueden cambiar las cosas.

Lazcano Araujo: Claro, la variabilidad biológica, la diversidad de los fenómenos siempre es algo que tenemos que tomar en cuenta de manera inevitable.

Ni la pregunta ni la respuesta me parecieron entrañar alguna mala intención pues yo mismo me he preguntado varias veces desde abril, ¿pues no que ya íbamos a llegar al vértice de la aplanada curva, iniciaríamos el descenso y regresaríamos por tanto, con el control de la epidemia, a una vida un poco más normal que la tenida desde el inicio del prolongado confinamiento? Por ello me interesaron los planteamientos tanto de Rodríguez como Lazcano.

En consecuencia, me pregunté cuáles habían sido las fallas, los errores del gobierno en el manejo de la crisis. Sí, sabemos que se alcanzó a cubrir la capacidad hospitalaria necesaria, la dotación de ventiladores ha sido satisfactoria (hasta para Sergio Aguayo y Fernández de Cevallos hay), la distribución de equipo de protección para el personal médico ha sido buena, la sana distancia ha sido más que menos observada, la información no ha faltado, etcétera. ¿Qué ha fallado entonces, por qué se ha postergado ese regreso a la “nueva normalidad” que busca el presidente? ¿Por qué han cambiado una y otra vez de fechas la cúspide del ascenso de la epidemia?; la explicación del alargamiento de la curva no es suficiente.

Dos respuestas. La primera, el posible error del equipo de especialistas cuyo vocero es el primer López (Gatell) ha sido justo observar insuficientemente lo que señala el astrónomo Rodríguez, la intervención del factor humano, que en el caso de México es heterogéneo y amplio pues heterogéneo es el país. Lanzar en un inicio un plan generalizado y homogéneo (la jornada nacional de sana distancia; “quédate en casa”) cuando la obviedad indicaba que no es lo mismo Cancún, Ciudad de México o Monterrey que Puerto Peñasco o decenas de municipios en Oaxaca. Si en Ciudad de México la gente está hastiada de esperar el inicio del declive de la famosa curva desde hace más de un mes (sobre todo por el grado de incertidumbre originado a partir de la movilidad de las fechas), ¿cómo se sienten en esos municipios y ciudades que han estado en cuarentena sin que hasta el momento exista en su geografía siquiera un caso de Covid? ¿Por qué no haber pensado en esto que apenas se está empezando a considerar en el discurso aunque quizá no en sus estudios y proyecciones? ¿Por qué no previeron desde un principio el “relajamiento social”, como en el caso Tabasco, que se manifiesta en el comportamiento de una “curva de doble modalidad”, como si de pistones se tratara? Estas consideraciones habrían llevado con seguridad a políticas sanitarias más precisas en el primer caso y más estrictas en el segundo.

La segunda respuesta, el otro posible error proviene del segundo López (Obrador), el presidente es también parte del factor humano. Si bien ha desplegado todo un plan de protección y soporte a la llamada base de la pirámide social, ha concedido libertad y poder a la autoridad sanitaria, ha ofrecido todos los apoyos políticos y financieros para fortalecer la red de salud (hospitales, camas, ventiladores, equipo de seguridad, etcétera), ha configurado un plan de apoyo de $25 mil pesos a 3 millones de pequeños negocios (acaso sea muy poco dinero o insignificante para muchos otros), algo ha sucedido que no se ha logrado armonizar la acción política, el discurso y el comportamiento individual con el comportamiento de las proyecciones y planes sobre la pandemia.

El presidente fue criticado por minimizar la pandemia en un inicio; por entrar de manera tardía a la lógica de cuarentena nacional, después de que las recomendaciones de la autoridad sanitaria se habían hecho; se ha negado a hacer conferencias de prensa vía virtual; ha rechazado el uso del cubrebocas; dice abiertamente estar impaciente por reiniciar sus giras; ha “pecado” de optimismo excesivo: “ya falta poco”, “ya casi”, “ya pronto nos abrazaremos y besaremos otra vez”, ha reiterado distintas fechas aproximadas como las críticas -“esta semana; la próxima semana”-; etcétera. Millones siguen sus conferencias, sus mensajes, sus declaraciones; creen en él, observan su conducta. Así, sin dudar muchos de esos millones piensan o dicen, “si ni el presidente se cuida, si no usa cubrebocas, si sigue con reuniones, si dice que ya mero, que si vamos a celebrar…”. Entonces, el pueblo se relaja y se tienen las consecuencias, como en Tabasco o el Valle de México.

El cruce entre los instrumentos científicos y la realidad humana y sus consecuencias, es lo que se tiene que ajustar.

Yo habría esperado mayor responsabilidad del equipo de sanidad en sus consideraciones y proyecciones, y asimismo mayor sobriedad y aun solemnidad del presidente. Mayor exigencia de ambas partes es lo que se espera hacia el futuro inmediato; lo contrario conlleva contagios y muerte. Ya se sabe que en todos los países ha habido problemas, que estos son concomitantes a las distintas idiosincrasias, pero de lo que se trata es justo de entender lo más posible la propia, para tener mejores resultados en la atención de una sociedad.

Y estamos hablando de un elemento en estricto científico, ese que Newton, en los años de la peste negra en Londres y Cambridge, 1665-1666 (los “años milagrosos”, les llama el astrónomo Rodríguez; raro, poco científico), contribuyó a construir para que el futuro humano tuviera mejores condiciones para su desarrollo y preservación en el planeta.