El gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, lanzó su autodestape como suspirante presidencial de 2024, uno de los sueños quiméricos del mandatario. “Sí, señor, por el PRD, por cuál otro, vamos a quitar la Presidencia a Andrés Manuel López Obrador, se los firmo”, dijo ante medios nacionales. Aunque a muchos les pareció un comentario de mal gusto, para la inmensa mayoría fue solo un desacierto totalmente sin fundamento.

No hay nada hasta hoy que logre fortalecer ese comentario. No porque no pueda llegar, primero tiene que ser candidato si es que el PRD sobrevive en las elecciones de 2021 (Un reto imposible). No obstante, Anaya fue electo, pero con ello despedazó medio PAN para lograrlo. Sin embargo, las condiciones políticas de Silvano Aureoles son otras. En primera, las causales son demasiadas. El perredismo se ubicó en la antesala de la extinción, el mayor ejemplo de ello es Michoacán, en el que los estudios de opinión pública ubican al sol azteca con una intención del voto del 5%, según la investigación de El Financiero hace unos días, un porcentaje pobre, mínimo y escaso.

Todo parece indicar que, en su propio terreno, Cristóbal Arias Solís será el próximo gobernador abanderando a Morena. Otras razones que permean en el razonamiento, radican en la mala relación que tiene con el presidente, ni es institucional ni cordial tampoco. Esta premisa, de hecho, radica desde hace tiempo cuando las fricciones se agudizaron luego de la salida de AMLO del PRD.

Por si fuera poco, en el proceso de 2018 el propio mandatario michoacano respaldó al candidato del PRI, José Antonio Meade. Quizá eso desnudó la buena relación que en ese momento existió con el ex presidente Enrique Peña Nieto. Esa mala apuesta agravó la credibilidad entre los simpatizantes del perredismo, que de por sí fueron a la aventura presidencial de la mano de uno de sus archirrivales históricos en ese instante: el PAN. A pesar de que eso no les importó, los resultados que todos observamos por tantito les hacen perder el registro.

Era obvio que el balance iba ser negativo. Más allá de que Silvano Aureoles bateó por completo a Ricardo Anaya, el desmoronamiento del PRD era un hecho inminente. En Michoacán perdieron municipios importantes, lo mismo distritos que, en su momento, fueron epicentros del sol azteca. Eso provocó más debilidad institucional. Pero el vendaval y las malas rachas siguieron en ascenso, a pesar de que algunos han calificado la estrategia del Covid-19 como buena, hace poco la encuesta Massive Caller lo ubicó en la posición 28 de los gobernadores con menor confianza, asimismo, sacó el lugar 30 con aprobación baja de 27.9%.

Y en ese mismo panorama, hace uno días Alejandro Moreno y el periódico El Financiero mostró una evaluación de intención del voto para los diferentes estados que tendrán cambio del Ejecutivo. Ahí la aprobación del gobernador Silvano alcanzó 34%, a diferencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, que sumó 57% en Michoacán, el margen es holgado. A ello hay que sumarle que el PRD solo obtuvo 5% de inclinación; Morena, por su parte, le sacó una distancia de 21 puntos. Prácticamente inalcanzable.

Esa tendencia política y matemáticamente es irreversible. Aun así se cocina una nueva alianza en Michoacán con el Partido Acción Nacional, más allá que ninguno está en su mejor momento, las condiciones desastrosas impactan el PRD de forma significativa. Eso no será suficiente a fin de derrotar al propio presidente y al movimiento que lo llevó al poder. Bajo este panorama es probable que si el PRD llega con signos de vida al 2024, Silvano pudiera estar en la lista de perredistas por la Presidencia de la República; sin embargo, la lógica indica que se augura una aplastante derrota. No hay nada positivo que fundamente esa narrativa que lanzó el gobernador; si fue por estrategia para meter ruido, déjenme decirles que fue una mala apuesta, algo irrealizable y amorfo.

No se visualiza por donde el PRD pueda por lo menos meter las manos en 2021. Ahora tratar de llegar al poder presidencial es un sueño quimérico, imposible. En Michoacán siguen permeando los mismos problemas de siempre, no existe una agenda social que se apegue a las principales demandas, el problema de la educación e infraestructura continúa sin relevancia. Todo sigue igual.

Y por si eso no bastara, todavía se hace más improbable esa fantasía toda vez que Jesús Zambrano arribe a la dirigencia nacional de nuevo. Lo único nítido que llegaría a pasar, es que Los Chuchos terminen de pulverizar el sol azteca. Así de fácil y sencillo.