En su columna “Las deshonestidades de Urzúa” publicada en El Universal, el periodista Ricardo Raphael se mete “al infierno” para explicar las intrigas desatadas, primero por la carta de renuncia del ex titular de la Secretaría de Hacienda y después por la entrevista que dio a la revista Proceso.

Es deshonesto Carlos Urzúa, dice el columnista de El Universal, porque si en su carta habló —sin mencionarlo por su nombre— del empresario Alfonso Romo como un funcionario con un “patente conflicto de interés”, en la entrevista con el semanario fundado por Julio Scherer, cuando identifica a su enemigo en el gabinete, dice que no sabe si hay delito o no: “No estoy diciendo que eso haya pasado en el caso de Romo, no me consta.”

Es decir, se trata de una intriga del economista y matemático Urzúa, quien rápidamente encontró trabajo en su alma mater, el Tecnológico de Monterrey, que controla uno de los empresarios más radicales de Nuevo León —está también entre los más importantes de México— el ingeniero José Antonio El Diablo Fernández. Curiosamente—más bien explicablemente: en política no hay casualidades—, este tiene viejas rencillas con el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo.

Según Ricardo Raphael los vínculos entre El Diablo Fernández y Carlos Urzúa se estrecharon desde 2003, cuando el último dejó la Secretaría de Finanzas del gobierno del Distrito Federal, entonces encabezado por Andrés Manuel López Obrador. La verdad es que no lo dudo ni tantito.

Tal vínculo existe porque, sin duda, —más que improbable— es imposible que a tres días de haber renunciado al gabinete de AMLO —cuando todavía no se sabe si administrativamente dejó el despacho sin faltas— el doctor Urzúa haya sido aceptado para colaborar en el Tecnológico de Monterrey sin el visto bueno del círculo de sus propietarios, que encabeza Fernández. 

Ninguno de los directivos de esa universidad tiene la influencia que se necesita en la institución para contratar a alguien tan polémico a tan pocos días de haberle declarado la guerra al presidente de México.

En fin, ya se verá qué pasa... Por lo pronto es de destacarse que, siempre, en cualquier problema que se presenta en México, algún “diablo” mete la cola —sus intereses económicos. El demonio más influyente de esta historia, no tan viejo, lo es más por el monto de sus inversiones —dentro y fuera de México—, que por diablo.