Ahora que he visto el reacomodo de las prioridades del gasto público en el gobierno del presidente López Obrador he recordado mis clases de economía de ya varias décadas.

En particular mis primeras lecciones que aprendí en un libro de McConnell (no recuerdo el nombre, pero el apellido se me quedó pegado), un tumbaburros origen de desvelos, pero también de un perenne aprendizaje de esta disciplina, tan incomprendida en estos días, o fifí como se diría ahora.

Para explicar el principio fundamental de la economía que debería grabarse en letras de oro: de que las necesidades son ilimitadas y los recursos escasos, el autor cuyo texto guió varias generaciones de economistas presentaba un gráfico creativo, simple, y con un soberbio mensaje: una sociedad puede elegir entre producir cañones o mantequilla.

En efecto, las naciones gozan del albedrío sobre las opciones de utilizar sus recursos escasos (o de gastarse el dinero del erario). Y decidir, rezaba el mismo capítulo, no sólo eso es decir qué producir, sino también cómo producir y para quién producir.

Son las preguntas fundamentales de todo sistema económico.

¿Cómo se resuelven?

McConnell decía: el propio mercado lo hace. En los millones de decisiones cotidianas donde todo mundo busca su propio interés, se consigue la asignación más eficiente de recursos.

En el siglo XVIII, Adam Smith, el gran economista inglés que sentó los primeros ladrillos del edificio de la ciencia económica, lo decía de otra manera: hay una “mano invisible” que guía las decisiones entre los variados agentes económicos.

 

El tema viene a cuento porque el nuevo gobierno de López Obrador ha introducido un cambio fundamental en la asignación de los recursos sobre todo del gasto del público, que ya está teniendo consecuencias importantísimas en la economía.

¿A qué me refiero?

Podríamos resumirlo de la siguiente manera: la 4t está desplazando recursos enormes hacia los pobres y hacia proyectos insignia, vulgo la Refinería de Dos Bocas, la recuperación de Pemex, un nuevo aeropuerto (cancelando otro ya avanzada su construcción), el Tren Maya, etc.

Por supuesto, esto involucra una doctrina. Una ideología.

En el primer caso, de la atención a los marginados, la de “primero los pobres”. Planteamiento fundado en una deficiencia secular de la sociedad mexicana, donde la pobreza ha crecido, la riqueza se ha concentrado, y la desigualdad ampliado.

(Y los proyectos insignia parten de la convicción de que estas megaobras es lo mejor y más conveniente para el país)

Justamente este principio, de justicia social, le redituó a López Obrador millones de adeptos. Preferencias electorales que se fueron por las nubes. Y más porque para colmo de este telón de fondo de desigualdades, que etiquetó AMLO como políticas neoliberales, México fue minado de forma virulenta por dos pandemias: la corrupción y a inseguridad.

¿Quién puede estar en desacuerdo con este diagnóstico? Nadie en su sano juicio.

 

Empero, la cuestión es que en un mundo donde los recursos son escasos, o donde, como diría mi mentor McConnell, se pueden producir “cañones o mantequilla”, aplicando este principio a la política pública, para dar más dinero a los pobres (o implementar proyectos insignia) no hay más remedio que desviar o restar de otros ámbitos estos recursos.

El problema subsiste aunque la economía crezca si los nuevos fines de la 4t devoran magnitudes importantes de recursos, como es el caso.

Si no crece, como está pasando (AMLO tomó las riendas del país con una economía creciendo al 2 por ciento y ahora hay estancamiento), es inevitable: hay dolor. Para asignar más a un pastel del mismo tamaño hay que cortarle tajadas al otro.

Crujidero de huesos por todas partes.

¿Cuáles son los ámbitos que están sufriendo para financiar la enorme derrama de gasto social y los proyectos insignia?

Sobran los dedos de las manos para enlistar las áreas victimizadas en los recursos públicos.

Entre otros:

  • Se está gastando menos en seguridad. O con crecimientos marginales, insuficientes, aspirinas para e cáncer que se padece.

  • En salud. Hay escasez de medicamentos.

  • En infraestructura. La inversión del sector público está a la baja.

  • Se ha cortado, abruptamente, el gasto en la burocracia. Se han despedido decenas de miles de empleados del sector público.

  • Han bajado, en forma aguda, las partidas presupuestales a municipios y estados. Para muestra dos botones: los gobernadores de Durango y Chihuahua, dolidos por los cortes en las participaciones fiscales amenazan con salirse del pacto fiscal. Y en Nuevo León, el gobernador Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco” declaró amargamente que, contra una cifra prevista de apoyos federales de unos 3200 millones, recibió 560 millones. Y no pretendió echar las campanas el vuelo, sino que sólo pidió algo menos que lo que recibió el año pasado.

  • Se ha sacrificado el costo en la promoción deportiva.

  • Se han cerrado dependencias de promoción al comercio exterior. Oficinas consulares en otros países.

  • Ha caído el gasto en educación.

  • Hay austeridad para la cultura y las artes.

  • Los becarios extranjeros de Conacyt se quejan de cortes en sus estipendios.

  • La pretensión recaudatoria, evidente, del Paquete Económico para el 2020 refleja en el fondo la misma distorsión de las nuevas prioridades: los expertos hablan de que como no alcanzará el dinero, el fisco del nuevo gobierno está dotando de más dientes al SAT. Esto explica la batalla contra los factureros, entre otros instrumentos, para generar más impuestos en el 2020.

 

El corte de gasto público en gran cantidad de áreas, genera problemas.

Así es.

Empero ahí no termina el impacto. Hay otras preguntas más inquietantes.

  • ¿El reacomodo en la distribución de estos recursos, involucra la mejor asignación de recursos? ¿Promueve el crecimiento o la inversión? El gasto en pobreza alivia un problema, pero no genera crecimiento. Los proyectos insignia tendrán que demostrar que los recursos invertidos redituarán, a la larga, en mayor crecimiento económico.

  • Más allá de la redistribución de fondos gubernamentales, ¿las estrategias en los diversos ámbitos de política pública son las mejores? ¿Es la mejor decisión construir una nueva refinería? 0, ¿las acciones de seguridad son las pertinentes para corregir este mal social?

  • ¿Las estrategias y acciones del nuevo gobierno están generando confianza -o no- en los inversionistas nacionales o extranjeros, para promover el crecimiento?

En el fondo el dilema es simple, y no es nuevo en la política pública. Está harto documentado en la historia de los modelos de desarrollo de decenas de países. Entender cómo los países han salido de la pobreza me llevó a estudiar economía unos años antes de mis clases de McConnell. El combate a la pobreza es una perenne prioridad. Pero hay dos formas de atacar el problema. La primera es distribuir ahora más recursos del mismo pastel, cortando tajadas a los otros. La otra es buscando políticas para aumentar el tamaño del pastel. A la larga tocarán más rebanadas a todos. Así lo hizo China gestando el mayor período de crecimiento sostenido historia moderna. La pobreza ha disminuido. Decenas de millones de chinos se han incorporado a la clase media. No sólo eso, sino que, en dos décadas, ha desafiado ni más ni menos a los Estados Unidos como potencia mundial (que es el otro ejemplo).

Saquen ustedes sus propias conclusiones.