El término AMLOeconómics lo tomé prestado de Ricardo Pedraza de una colaboración reciente aquí mismo, en SDP.

Aunque no hay como tal el desarrollo de un modelo económico de López Obrador, sí están claros algunos trazos principales.

Distingo tres:

  • El apoyo a los pobres mediante una derrama extraordinaria de gasto público para mejorar su bienestar, entre otros programas, a través de subsidios a los jóvenes y ampliación de ayuda a los adultos mayores.

  • La prioridad en el gasto público de sus proyectos insignia, principalmente el rescate financiero de Pemex, la construcción de la Refinería de Dos Bocas – la propuesta estrella de la 4t-, y otros como el Tren Maya, y el Aeropuerto de Santa Lucía, tras la cancelación de la obra de Texcoco.

  • La idea de que el combate a la corrupción, al generar excedentes, se traducirá finalmente en un mayor impulso a la economía.

El punto que quiero enfocar es el siguiente:

¿Hay algo así como un AMLOeconómics con los grandes empresarios, la élite del poder y sus cámaras y organismos?

Si existiera, ¿en qué consiste?

¿Cuáles son sus rasgos principales?

¿En qué se distingue del modelo clientelar -suerte de maridaje de estos grandes empresarios con el gobierno- vigente en lo que AMLO denomina como la época del neoliberalismo, y que él fustigó por mucho tiempo?

El punto remite a una cuarta característica de la estrategia con los poderosos, de su AMLOeconómics con estas élites: la separación del poder económico del poder político.

La reflexión es relevante por el impacto del entramado de empresas de los grandes capitanes del sector privado en la economía mexicana, en momentos en que la actividad productiva y el empleo está estancado y urge elevar la inversión.

 

Fue público y notorio -y parte medular del discurso de AMLO principalmente en su primera campaña por la presidencia en 2006- la condena contra los grandes empresarios a quienes etiquetó como aliados de la mafia del poder.

Nunca cedió en esta primera intentona por llegar al poder, pese al consejo de algunos de sus allegados; y no obstante eso, quedó a un centímetro de conquistar la presidencia, en la elección más controvertida de los últimos tiempos, después de la de 1988.

Pero en su segunda campaña, de 2012, moderó la embestida contra la clase empresarial.

Buscó aliados selectivos entre los multimillonarios mexicanos de Forbes.

Sí, habló del “demonio mayor” y enemigo acérrimo, Carlos Salinas, pero su dedo flamígero no apuntó hacia Carlos Slim, quien empezó su fortuna con el expresidente más odiado por los mexicanos.

AMLO mantuvo una sana distancia con empresarios como Jean Azcárraga, de Televisa, pero una abierta cercanía con Ricardo Salinas, de TV Azteca.

Entre la élite empresarial destacó uno que se convirtió en su aliado, patrocinador, conversó en su segundo intento fallido por llegar al poder (y enemigo en el 2006); y, al final, colaborador ya siendo presidente: Alfonso Romo, a quien convirtió en su jefe de Gabinete.

Su clientela le perdonó el desliz en esta segunda campaña, de 2012.

¿Por qué?

Por el hartazgo tan grande - una especie de reserva de odio contra lo que AMLO etiquetó como llamó el PRIAN, que aún perdura en nuestros días- combinado con mensajes enormemente persuasivos entre los mexicanos, de “primero los pobres” y combate a la corrupción, que reveló el genio del hoy presidente como comunicador.

Pese a todo no ganó en el 2012. Quedó a seis puntos de distancia de Peña Nieto.

Ya como presidente sus primeros meses de gobierno fueron de abierta tensión con las élites empresariales, con contadas excepciones.

El fuego con estos poderosos se detonó con la cancelación del Aeropuerto de Texcoco.

AMLO sacó a flote, para justificar esta decisión, un nuevo paradigma en las relaciones con los empresarios: la separación del poder económico del poder político.

Entre los agraviados destacó uno: Carlos Slim, quien en un primer momento no escondió su enojo. Se agrió la relación entre el hombre más poderoso económicamente de México y el de mayor poder político.

Hubo una excepción notable: Ricardo Salinas. Signo temprano de la buena relación con el dueño de TV Azteca fue la presencia de Esteban Moctezuma como Secretario de Educación.

Pero en general los primeros meses del gobierno de AMLO fueron ríspidos en la relación con la élite empresarial.

La lectura de las estrategias económicas, como la cancelación de las rondas petroleras de Pemex, fue indicio de que los duros del gabinete predominaron sobre los moderados.

Alfonso Romo, su aliado y enlace con los empresarios, pasó tragos amargos en esa segunda etapa.

Hubo una segunda excepción: Carlos Salazar, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

Si bien Salazar no es empresario, sí es consejero importante del Grupo Monterrey, ligado a Femsa, encabezada por José Antonio, “El Diablo” Fernández. Desde un principio fue evidente que Salazar, quien mostró confianza en López Obrador, se ganó la simpatía del presidente.

Tras la primera etapa de fuego cruzado con el sector empresarial, AMLO pareció acercarse con esta élite de negocios.

¿Lo hizo porque sintió que la economía empezó a tambalearse?

Sólo él lo sabe.

En lo personal pienso que el presidente sí está consciente de la caída en los indicadores económicos.

De que su instinto le dice que, a la larga, y tan pronto como en las elecciones de medio término de 2021, este factor puede pesar en el predominio de su partido, MORENA, y en su propia credibilidad.

Creo que su respuesta -que ya se volvió ya legendaria- de que tiene otros datos cuando se habla de la debilidad de la economía, es más una estrategia de comunicación, una réplica a lo que considera sus opositores. Le funciona. Meter a sus críticos en el saco de los corruptos, de quienes cometieron desmanes en los gobiernos anteriores, le permite aún construir una cortina de humo para el gran público. La gente le sigue creyendo. Su popularidad continúa siendo alta.

Pareciera que el presidente seguirá creyendo en que su estrategia de combate a la corrupción, de priorizar áreas principales como Pemex; y ejercer mano dura con la élite empresarial, bajo el nuevo paradigma de separar el poder económico del político, le funcionará a la larga, no sólo para aliviar la pobreza que es lo que le preocupa más, sino también para estimular la economía.

¿Será así?

No se sabe.

Empero pese a que AMLO es terco, sabe recular. Su lucha de casi dos décadas desde la oposición ha agudizado un instinto político de supervivencia para olfatear zonas de riesgo.

Por esta razón en meses recientes fue claro que el presidente empezó a mover los hilos para construir una nueva relación con los gigantes del sector privado.

  • Dio más peso al Consejo Asesor Empresarial que comanda Poncho Romo.

  • En el diferendo con Carlos Urzúa versus Poncho Romo optó por el segundo.

  • Le pidió a Carlos Salazar que viajara a los Estados Unidos a cabildear con los hombres de negocios de allá -un terreno que él conoce- en la crisis con Trump por la amenaza de gravar las exportaciones mexicanas si el país no cedía en su política migratoria. Ayudó a Ebrard quien llegó a un acuerdo, si bien controvertido.

  • Se acercó con Germán Larrea para destrabar el conflicto por la derrama ácido de la minera del empresario en el Mar de Cortés.

  • En el conflicto de la CFE con las gaseras extranjeras predominantemente canadienses prestó oídos a Carlos Salazar y Poncho Romo para llegar a un trato con los extranjeros -también controvertido- que amenazaba con lastimar la viabilidad de la aprobación del acuerdo comercial en el Congreso de los Estados Unidos, vital para México.

  • En agosto AMLO organizó una comida con el núcleo de 10 empresarios de la élite de negocios: Carlos Slim, Carlos Slim Domit (hijo del jerarca), Bernardo Quintana, Valentín Díaz Morodo, Alfonso Romo, Antonio del Valle, Alberto Bailleres, Fernando Senderos, Germán Larrea y Jean Azcárraga.

  • Aceptó una reunión con “El Diablo Fernández”, de FEMSA, quien no escondió su animadversión contra López Obrador en su campaña por la presidencia, en un acercamiento tejido con seguridad por Carlos Salazar. Algo salió bien para FEMSA porque en el Paquete Económico del 2020 la cerveza salió inmune de los gravámenes especiales.

  • Y, lo más destacado, sanó heridas con Carlos Slim. Tras la primera etapa de tensas relaciones, el presidente aceptó una mayor cercanía con el empresario. A cambio, Slim ayudó al acuerdo con las gaseras. Fue invitado a una conferencia mañanera donde elogió al presidente. Los columnistas especializados filtraron que el magnate mexicano, para agradar a AMLO, puso a su equipo a trabajar en una App para facilitar las pesquisas de corrupción.

  • Más recientemente, Poncho Romo anunció que se abrirán nuevamente en Pemex las puertas del sector privado a la exploración y explotación de petróleo en aguas profundas, una puerta que había cerrado AMLO.

  • En el presupuesto de 2020 el presidente envió señales a los inversionistas y las calificadoras de que su proyecto estelar insignia en la economía, es el rescate de PEMEX. El Secretario de Hacienda lo confirmó al anunciar, adicionalmente, un programa de capitalización de 5 mil millones de dólares, sin merma -según dijo- en el presupuesto del año venidero.

Los grandes empresarios parecen estar respondiendo.

Los capitanes de negocios y las organizaciones empresariales como el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), y otras, han prometido que elevarán sus inversiones.

 

Está clara la estrategia de AMLO con los poderosos económicamente: AMLO busca reactivar la inversión de estos capitanes que movilizan decenas de miles de millones de dólares, contratan a millones de empleados, y pesan en las exportaciones.

Su meta es darle mayor viabilidad a la meta del gobierno, contemplada en su Paquete Económico de 2020, de que la economía crezca un 2%, considerada poco creíble para los expertos y las calificadoras, entre otras cosas porque está en zona de estancamiento, y no está claro como puedan movilizarse los motores de la actividad económica para el otro año.

AMLO hace esto, sí. Pero a su estilo; con sus reglas. Una especie de estrategia de garrote con zanahoria, haciendo sentir que la economía no predominará sobre la política - que él sostiene con mano firme- pero al mismo tiempo abriendo espacios y diálogo con estos grandes capitanes.

¿El AMLOeconomics con los capitanes de las grandes empresas es una nueva versión del modelo clientelar del estado mexicano con estas élites, vigente en las últimas décadas -o es más de lo mismo-?

Y, sobre todo, ¿el presidente logrará su cometido de apuntalar el crecimiento con la participación de estos grandes empresarios?

Su apuesta es arriesgada.

De eso platicaremos mañana.