Hasta la libertad de expresión tiene ciertos limites, al menos formas. Creámoslo o no , vivimos en un país donde la libertad de expresión es un derecho que en ocasiones le ha costado la vida a unos y los reflectores a otros.

Ni en los ambientes más áridos, los políticos o los medios de comunicación hablan sobre matar a un mandatario. La libertad de expresión debe de manejarse dentro de los limites de la prudencia. 

Las parodias y las críticas pueden ser aceptadas 

 Sin fin de parodias y de caricaturas han estado presentes los últimos años en las redes y los medios de comunicación. Ningún guion de estas parodias, cartones o en los mismos memes muestran o comentan sobre la muerte de uno de los personajes. Aunque no le gusten a los mandatarios sabemos que tienen quiénes los parodian y quiénes los caricaturizan. 

 El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump ha sido víctima constante de este tipo de criticas “cómicas” en muchos de los programas de la barra nocturna de los canales gringos. De nuestro lado, el presidente López Obrador también ha sido criticado fuertemente y parodiado desde que era candidato hasta ahora. Todos los guiones hablan sobre política y sobre hechos de estos dos mandatarios. Algunos de mal gusto, otros muy inteligentes, muestran la visión de los críticos y detractores de estos mandatarios. 

Aunque no les encanten este tipo de manifestaciones (porque creo que a nadie le gusta ser criticado así) los presidentes tienen que aceptarlas como parte de la expresión cultural del pueblo. Hasta ahí, todo bien, pero…

…hay comentarios que no son validos, aunque tengamos libre expresión

Esta el caso de Kathy Griffin , comediante estadounidense que reconoce que se pasó de la raya al mostrar una imagen de ella sosteniendo lo que suponía una cabeza decapitada de Donald Trump hace un par de años. Esto le costó y bastante.

En una entrevista que tuvo con el New Yorker, la comediante de 58 años, ha hecho un espectáculo de comedia donde cuenta lo que pasó desde ese día en el 2017 donde se le ocurrió hacer esa fotografía.

Según lo que comenta Griffin en la entrevista, fue investigada a fondo por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos y por el Servicio Secreto bajo la sospecha de pertenecer a un grupo que conspiraba para asesinar al presidente. Perdió todos los patrocinadores, las relaciones que tenía con los medios de comunicación. Nadie la quería contratar por lo que representaba en ese momento.

 Sabiendo que había cruzado la línea entre la libertad de expresión y la posible amenaza lanzo un video diciendo “ Pido disculpas sinceras. Estoy viendo las reacciones a estas imágenes. Soy una comediante. He cruzado la línea. Moví la línea y después la crucé. Fui muy lejos.” A pesar de esto, el daño ya estaba hecho. Además de las investigaciones, no podía tomar aviones pues acabó en la lista de pasajeros riesgosos. También recibió muchas amenazas de muerte y las sigue recibiendo. 

Griffin, ha logrado sobrevivir a todo esto. Sigue trabajando, ha buscado sacar lo mejor de esta historia, y no se arrepiente de haberse equivocado. Ella sabe que cruzó la frontera de la libertad de expresión y aunque ahora está haciendo negocio sobre este error, imagino que no volverá hacer algo similar.

Celia Lora y su broma

Muchos califican los comentarios de Celia Lora como “un chascarrillo”. En mi opinión y en la de muchos, decir abiertamente, en un medio de comunicación lo que dijo Celia Lora es reprobable. No puedes desear y expresar que maten a cualquier persona, y cuando es el presidente del país, la cosa se vuelve más grave.

Con la experiencia de los años y la misma crítica social que el rockero Alex Lora, padre de Celia, tiene ya declaró que lo que dijo su hija fue en tono de broma. Alex Lora declaró: “Nosotros, mi esposa Chela y yo, no podemos y no tenemos el tamaño para juzgar a otras personas , mucho menos a nuestro primer mandatario, de antemano una disculpa a todos aquello que lo les haya gustado (lo que dijo Celia)”.

Pero Celia Lora no es la única

Ricardo Alemán, escribo un tuit polémico que incitaba a la violencia en contra del entonces candidato Andrés Manuel López Obrador. Habló de los asesinatos de John Lennon, Versace y Selena preguntando que cuándo pasaría lo mismo con el candidato de “Juntos Haremos Historia”.  A este comentario se le unió un compositor mexicano de apellido Gil Rodríguez sugiriendo “aplicar un Colosio” a AMLO. Ambos comentarios de muy mal gusto y con muy poco tacto.

El discurso de odio y la crítica real

Vivimos en un México clasista que desprecia al otro por no pensar igual y por no pertenecer a la misma clase social. La opinión de muchos no tiene una base que sustente los comentarios y la facilidad con la que se da el discurso de odio es impresionante.

La sociedad está polarizada y creo que no necesita de este tipo de declaraciones. Entiendo las personas que critican un régimen sustentados en experiencia, datos y experiencia política. Entiendo que nadie es monedita de oro, pero llegar al deseo de ver morir a alguien más porque no les es simpático o porque piensa diferente a los ideales políticos, económicos o sociales es algo inaceptable.

¿Usted cree que el presidente no ha recibido amenazas de muerte? Y no solo López Obrador, los anteriores, y los presidentes de otros países, seguro que si. ¿Por qué enardecer más a la gente con declaraciones como las de Lora, Alemán o Gil?

En otros países no se toman estas declaraciones a juego, seguramente en Estados Unidos ya le hubieran montado una investigación como la que le hicieron a Griffin. 

En México lo tomamos como broma y si se le hiciera una investigación por amenazar de muerte al presidente seguramente muchos medios saldrían a la defensa diciendo que era solo una broma. 

De nuevo, creo que la crítica es bienvenida, y que existan personas que no estén de acuerdo con las políticas del nuevo gobierno. Esto demuestra que la libertad de expresión es un derecho de los mexicanos. Lo que no se vale es que no se respeten las formas de la libertad de expresión y que pasen de la crítica a la amenaza, la incitación y el deseo de terminar con la vida de alguien, el presidente o cualquier otra persona. El horno no está para bollos.