Homenaje al lugar común: “Puedes salir del barrio, pero el barrio nunca saldrá de ti”.

Y algo debe haber de eso, porque a mí me sigue gustando salir de casa y caminar una cuadrita para llegar a una tienda, mi peluquería, un café o algún lugar para comer.

Me sigue gustando ver que los usos se mezclan. Que así como hay viviendas, hay también negocios, escuelas y un poquito de ese sabrosísimo de todo, que es lo que mejor define la vida de barrio... la vida urbana.

No me hallo en esos suburbios donde no se ve gente caminando por las banquetas y para salir a comprar lo indispensable hay que usar coche.

No importa si se trata de un suburbio de lujo... no me hallo.

Yo necesito el barrio... Para mi el barrio es lo que define la esencia urbana, y por eso me gusta pensar que las ciudades del futuro se acabarán pareciendo a nuestros barrios del pasado.

Las ciudades del futuro, creo, debieran ser un sistema muy eficiente de barrios muy autosuficientes y muy bien estructurados hacia adentro y hacia afuera, debieran ser lo que los especialistas definen como ciudades policéntricas, que no es otra cosa que eso, la suma planeada y muy bien gestionada de un conjunto de zonas urbanas.

Pero ojo, que esas geniales ideas de urbanistas no son nada si no vienen acompañadas por los gobiernos por la vía de la planeación, la regulación y, sobre todo, todas las infraestructuras y servicios públicos que una ciudad necesita.

Quienes vivimos en una ciudad –que somos la gran mayoría de la especie humana– sabemos muy bien de las bondades de este tipo de vida... pero sabemos también muy bien como todo se puede ir al diablo cuando las ciudades dejan de ser el espacio de oportunidades prometido, para convertirse en un multiplicador de pobreza.

El concepto de ciudad muy poco significa cuando faltan o son insuficientes o inadecuados las infraestructuras y servicios públicos más fundamentales.

Cómo se puede hablar de las oportunidades de la ciudad cuando se vive en zonas donde no hay agua o las calles no están pavimentadas... O no hay banquetas o jardines o el transporte público que garantice la vinculación a los servicios urbanos que para otros muchos son de lo más cotidiano.

Y no nos equivoquemos, porque la pandemia no va a acabar con la vida urbana como la conocemos... Antes al contrario, se hace más entrañable y necesaria una vida urbana que multiplique oportunidades y reduzca las diferencias que marcan a nuestra sociedad.

El reto está en que juntos, gobierno, sociedad e iniciativa privada, nos dejemos de cosas y entendamos la importancia de las ciudades, reconociendo esta importancia y haciéndola valer, a través de acuerdos que definan qué clase de ciudades queremos, qué debemos hacer para lograrlo y si estamos dispuestos a ello.

No hay de otra porque aunque competa a los gobiernos conducir las políticas públicas, las de ordenamiento territorial, desarrollo urbano y vivienda, incluidas, hacerlo tiene que implicar alcanzar acuerdos con todos los que inevitablemente deben ser parte de este proceso.

Los gobiernos, asumiendo que tengan la razón en su forma de entender la transformación urbana, no podrán hacer nada sin sumar al proceso a la sociedad y a la iniciativa privada...

Sociedad e iniciativa privada, aún teniendo la razón y el Derecho de su lado, nada podrán hacer sin los gobiernos...

Así son los procesos urbanos... ejercicios de acuerdos y suma de voluntades en función de objetivos comunes en escenarios de largo plazo.

Lo ideal es que todos reflexionemos respecto a qué queremos de las ciudades, qué es lo que nos gusta de nuestras ciudades favoritas, y qué estamos dispuestos a ceder y hacer para lograrlo.

No es fácil... Menos pensando que tenemos que entender todo esto sobre la base de las condiciones creadas... Ni modo, las ciudades ya están ahí muy a pesar de todo lo que se ha hecho mal y de la falta de proyectos y condiciones encaminados a cambiar esa realidad.

Habría que considerar todo lo que está pasando en el mundo en los contextos urbanos y hacer ejercicios encaminados a entender qué significa esto para nuestra realidad.

Se trata, regresando al lugar común, de pensar global para actuar local... De entender qué ciudades queremos y empezar a construir los barrios que contengan todas esas virtudes.

Queremos ciudades que nos hagan vibrar... Ciudades que nos emocionen... Pero también ciudades resilientes que nos permitan salir adelante de situaciones como la que estamos viviendo.

Queremos, no tengo duda, ciudades eficientes, justas, competitivas, incluyentes, bellas y sustentables.

Ciudades que cumplan todas las promesas... Ciudades que emocionen y generen futuros.

*Horacio Urbano es fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas de desarrollo urbano, sector inmobiliario y vivienda.

@horacio_urbano