Ha escrito Jorge Volpi en Reforma lo siguiente acerca de los problemas legales —penales— de Elba Esther Gordillo y Rosario Robles:

“Dos mujeres heterodoxas que, para abrirse paso en un medio tan misógino como el mexicano, hicieron suyas todas las triquiñuelas de sus competidores masculinos con tal de hacerse con el poder o conservarlo, y al final terminaron pagando doblemente, por su indudable corrupción y, sí, por ser mujeres”.

No estoy de acuerdo. A las dos se les acusó y encarceló por corruptas, no por su género. La primera logró su libertad no por ser mujer, sino por su eficacia para corromperse y corromper: posee tanto patrimonio imposible de justificar con sus salarios que le alcanzó para contratar abogados eficientes, de esos especializados en liberar culpables. Pienso que la otra —que al igual que La Maestra, también es maestra en estafas y posee una fortuna personal— pronto superará sus problemas: pagará defensores competentes y muy caros para enfrentar sus líos procesales; de apoyos mediáticos mejor no hablar: ya le sobran.

No descarto que Rosario, usando como bandera escritos como el de Volpi, se victimice e intente lo mismo que Elba: construir su propio partido político para, algún día, concretar la profecía de Carlos Salinas —ser presidenta de México—, con la que la enloqueció ese embaucador y la alejó de la izquierda honesta para llevarla desde hace tantos años a la corrupción como su modo de vida.

Ojalá mujeres limpias de la política mexicana, que hay muchas, impidan que algo así de terrible se haga realidad