Uno de tantos problemas

¿Dónde hemos oído esas mismas palabras? Sin duda, Andrés Manuel López Obrador supo leer los tiempos, se mostró sensible al sentir ciudadano y, a partir de ahí, ha basado gran parte de su discurso y del accionar de su gobierno en una férrea lucha contra la corrupción. Tanto fue lo que permeó esa lectura, que los resultados de las pasadas elecciones presidenciales le favorecieron de manera apabullante.

Una vez iniciada su gestión, y sobretodo en días y semanas recientes, se han cacareado —los aparentes— avances y logros que esa guerra ha significado en materia de ahorros para las arcas públicas y en términos de limpieza de procesos, programas y acciones gubernamentales en general.

Incluso, apenas hace unos días, siguiendo ese mismo modelo de gobierno, López Obrador anunció la creación del “Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado”. Esto es, la cereza en el pastel de su cruzada...

AMLO agota su modelo

El asunto es que muy rápidamente —particularmente la comentocracia mexicana y el propio gobierno, pero también pronto será la sociedad mexicana toda- nos hemos dado cuenta que el combate a la corrupción no era la panacea. Vaya, que de plano no es la principal solución a nuestros males como país.

Lo sabemos porque, aún dando por buenos los resultados al combate contra la corrupción anunciados por Andres Manuel y su equipo de trabajo, conocemos que la inseguridad nunca había estado peor en México; que la actividad económica y la inversión están prácticamente detenidas; que mismo los programas gubernamentales de asistencia social a distinto tipo de poblaciones avanzan mucho muy lentamente.

Así, estamos ante la presencia de un supuesto éxito para abatir el gran problema de México y eso NO se ha traducido en soluciones y mejoras para la sociedad (no importando el estrato socioeconómico del que trate). 

AMLO ahora sabe lo que muchos le señalábamos desde que inició con sus promesas de campaña: que no importan quinientos mil millones de pesos o mil quinientos millones producto de la austeridad y la lucha anticorrupción, el ahorro no es significativo para el tamaño que requiere las actividades nacionales.

Es más, eliminar las prácticas de corrupción ha contribuido a restarle dinamismo a la economía. Con ello no quiero justificar la corrupción, pero sí señalar que indudablemente mucho del motor de la economía local en México —y también para que la gestión gubernamental avance con soltura— esta(ba) basado en ese “combustible”.

Las falsas salidas

No importando el lugar del mundo, reside en la naturaleza humana buscar soluciones mágicas (y de preferencia de sencilla implementación) a nuestros males como individuos y como sociedad. En este caso, México se convenció de que el origen de su retraso era la rampante corrupción.

Así como en diversos momentos de la historia de la humanidad, esta se ha enfrentado a una falsa disyuntiva (siendo el liberalismo versus el totalitarismo/comunismo la más reciente), México se imaginó tener que elegir entre corrupción y anticorrupción, pero lo más importante: sembró todas sus esperanzas en lo segundo.

Incluso, Andrés Manuel llevó esta disyuntiva un paso más y la ha utilizado para su provecho. ¿Cuántas veces ha planteado que en México se trata de luchar contra la corrupción y a favor de SU gobierno (supuestamente liberal) o ser corruptos, conservadores, fifís, neoliberales, el pueblo malo?

La cuestión ahora —que es donde nos encontramos— no es menor. De hecho es muy preocupante. Veamos: ¿Qué sucede con una administración federal cuando su basamento (su discurso) se viene abajo? ¿Cuándo la sociedad, poco a poco, la descubre en la mentira y en la falta de efectividad?

La encrucijada y los tres caminos

La respuesta a esta interrogante es que, a pasos agigantados, el presidente se acerca a una encrucijada y tendrá que tomar uno de tres caminos.

1 El autoritarismo que todo lo permea. Cuando las cosas no resultan para un gobernante, el recurso más a la mano es hacerse de todo el poder y callar cualquier voz e institución que esté en “contra”. Ejemplos sobran, y más si volteamos a Latinoamérica para buscarlos. 

Ya hay señales preocupantes que emite AMLO en este sentido: tirar abajo reformas, dinamitar instituciones, radicalizar el discurso, y un largo etcétera.

Cabe señalar que, bajo este escenario, la conclusión sería que AMLO no tendría que reelegirse, ya que desde antes del 2021 se “convertiría en un dictador o cacique”, para utilizar los términos que el mismo pronunció ayer en un evento del programa público “Sembrando vidas” que encabezó en Chiapas.

2 Sustituir la “variable explicativa” y perseguir otra salida. Lo más sencillo (pero a la vez más infructuoso) será que el presidente sustituya una aparente explicación/salida por otra. El mismo José Antonio Meade, a quien aprecio y a quien le reconozco sus conocimientos en muchos aspectos, ha caído en esa falacia: “sustituyamos la palabra corrupción por impunidad.” 

Me temo que confiar en el combate a la impunidad, a la desigualdad, a la violencia, nos llevará a la misma situación sin salida. Es, sin duda, un recurso fácil y hasta atractivo, pero no garantiza que México dé el brinco que tan urgentemente requiere. 

En fin, a lo que voy es que no sorprendería que López Obrador pronto adoptara otra variable/discurso, pero obtendríamos como sociedad los mismos resultados. Estemos atentos. 

3 Hacerse de distintas voces y cambiar radicalmente el modelo y los objetivos de nación. Lo que podría suceder, aunque francamente lo veo como el escenario menos probable, pues requiere de estar abierto a compartir el poder y gestionar de manera conjunta, es buscar —no problemas— sino SOLUCIONES con la ayuda de otras voces (expertas muchas veces, pero también impopulares). Eso ha ocurrido, aunque escasamente, en otros países y en otros momentos cuando la credibilidad de la administración y la gobernabilidad se viene abajo. Así, este camino no queda descartado, pero requiere de mucho sacrificio, autocontrol y humildad por parte de los gobernantes. Hago votos por que suceda esto último en nuestro México...

Mientras tanto yo, desde la sociedad, le apostaría más a no enfrascarnos en seguir elaborando sobre los PROBLEMAS, sino enfocarnos en encontrar la SOLUCIÓN como país. La línea es delgada entre ambos elementos y, por eso tanto gobierno como sociedad, tendemos a confundirlos.

En la siguiente ocasión hablaré de lo que creo sí es un modelo que perseguiría la solución.

Continuará...