En las sociedades de consumo se corre el riego de convertirse por incurrir en acciones consumistas en Estados Consumistas. El enlace para acceder a ese estadío social, es necesariamente el convertir a la política en consumista.

En la política de consumo, los políticos o productos, tienen como fin satisfacer las demandas de sus sociedades de consumo, entendiendo que las acciones que cumplan esas demandas deben ir con la lógica del consumo de su sociedad, pero también las reglas de consumo internacional, se debe de encontrar la armonía.

Así aparecen, políticos que bajo estas condiciones que impone la era en que vivimos, se convierten en productos consumistas y desgraciadamente laboran arduamente por tratar que el Estado se convierta en consumista por medio de sus acciones de gobierno.

El político consumista es aquel que ni siquiera programa sus acciones de manera específica, clara y sistemática de una o todas las demandas que le imponen su sociedad de consumo, o bien que INVENTA, FABRICA DICHAS DEMANDAS y por la manera de venderlas, o bien por su carisma es CONSUMIDO, es votado, es electo.

Así el producto que tiene como meta satisfacer demandas que se generan en la sociedad de consumo, ofrece satisfactores que aparentan cubrir dichas demandas, pero que ni siquiera tienen como fin subsanarlas. Cuando esto sucede se obedece a grupos y/o intereses personales que van en contra del funcionamiento de su propia sociedad de consumo.

Por medio de un efecto de ilusión que embota la percepción social pero que cumple con las condiciones de la lógica de consumo, se incurre en el consumo de satisfactores que en nada solucionan o medio solucionan las demandas y entonces se materializa un consumismo de placebos sociales. Al final del proceso de demanda oferta y compra, como no solucionan y agravan los problemas sociales o malestares, se agrava la crisis de credibilidad.

Este fenómeno se presenta en productos que demanda la sociedad y/o lo mismo que en servicios. Ejemplo de productos. Bajo la lógica de cumplir con la demanda educativa, el producto que es el gobierno, nos ofrece - vende que como solución para cumplir esta demanda parcialmente un producto que la satisfaga y estimule el consumo dentro de la sociedad.

Así las cosas, el producto en concreto es, proporcionarles tabletas a los alumnos de 5to. año bajo la consigna de que se está elevando el nivel educativo insertando las nuevas tecnologías en el sector y con ello se subsanan necesidades específicas. El gobierno crea la demanda y la oferta y cumple en esencia con las reglas del consumo que satisfacen necesariamente las demandas de las sociedades de consumo internacionales, pero no satisfacen la REALIDAD Y LAS PRIORIDADES de la sociedad de consumo mexicana. Como es solo un espejismo y un placebo lógicamente creado, en vez de satisfacer aumenta el malestar y con ello la crisis de credibilidad.

El producto en este momento convierte parcialmente a la política y al político, junto con el Estado (gobierno) en CONSUMISTAS. Los únicos beneficiados son intereses personales y de grupo, pero no el grueso de la sociedad de consumo mexicana, este malestar provocado les rebota automáticamente, pero a largo plazo también rebotará en las sociedades de consumo predominantes, por los efectos que la globalización tiene en nuestra sociedad.

Si de por sí una de las condiciones de la lógica del consumo es no satisfacer las necesidades generadas ?totalmente? para que se siga regenerando el consumo, cuando no se satisface ni en lo más mínimo las necesidades de la sociedad de consumo donde se aplica, el fenómeno se convierte en un dragón de mil cabezas.

Por otro lado tenemos la generación de servicios en la sociedad de consumo, pero por medio de acciones consumistas. Ejemplo, El Corredor Chapultepec. El producto que es el Gobierno de la Ciudad de México, genera una demanda y la oferta al vender a la sociedad la necesidad de rescatar un espacio público, que es impostergable para poder seguir alimentando y satisfacer las demandas de la sociedad consumista.

Presenta e impone un proyecto donde no solamente se rescata el espacio público, lo duplica al generar en este espacio un segundo piso, dicho espacio será un centro para la expansión del comercio, indispensable en las sociedades de consumo, por si fuera poco, subsanará una de las demandas principales de toda sociedad de consumo, que es la movilidad, y para los incrédulos ciudadanos de la ciudad el proyecto es sustentable porque atiende otra de las demandas planteadas por la misma sociedad de consumo: el respeto al medio ambiente que generará un área verde, un pulmón.

Este ?servicio? ? ?producto? generado en demandas reales de la lógica y las sociedades de consumo es rechazado en el momento mismo de su concepción. Para que este fenómeno de rechazo se dé, son necesarias que su cumplan dos características más de las sociedades de consumo: participación ciudadana, que enriquecen los conceptos de las democracias de consumo, al atender la necesidad de involucrarse por los componentes indispensables de la sociedad de consumo local; pero para que se dé esta participación se necesita de un nivel educativo elevado para que pueda concretarse.

Por medio de la participación ciudadana indispensable para el cumplimiento de la lógica del consumo y las sociedades de consumo, el servicio ? producto presentado por otro producto (el gobierno), es un espejismo, es un placebo, no obstante que a su vez cumple con todas y cada una de las condiciones de la lógica y las sociedades de consumo.

Pero este espejismo atenta contra los intereses y el desarrollo de la sociedad de consumo local, que es la Ciudad de México. Y los sabemos porque gracias al nivel educativo de sus habitantes, traducido en los análisis de viabilidad y funcionalidad que presentan, rompen con el efecto embotador, hipnótico del proyecto.

Los habitantes de la Ciudad de México, dejan claro que no se está rescatando ningún espacio público perdido, que el generar un centro comercial de esas magnitudes destrozará al comercio y el consumo local; que no se está verdaderamente dando movilidad y atendiendo el tráfico y la inmovilidad en el centro histórico y la ciudad, y que antes de generar un nuevo pulmón, una nueva área verde, se deberían rescatar y proteger las ya existentes, más un larguísimo etc.

La sociedad de consumo actúa para su propia supervivencia. No obstante que el Corredor Chapultepec es un servicio ? producto, que cumple con la lógica de las sociedades de consumo, atenta contra la local, porque la destruiría primero que nada al consumo de la ciudad generando sobreoferta.

De concretarse el proyecto a sabiendas de las evidencias, el gobierno y los políticos, se convertirían en CONSUMISTAS y con ello también convertirían a la sociedad de consumo en consumista. Si de por sí el consumo no soluciona las demandas totalmente por supervivencia, al ser una oferta impuesta solo generaría más malestar y agravaría (ya está agravando), la crisis de credibilidad.

Con estos ejercicios espero haya quedado claro que la credibilidad y la certeza van de la mano de la coherencia, para atender PRIORIDADES.

Los populismos y las demagogias en la era de las sociedades de consumo, ven su imprescindible final, esto se entiende cuando las acciones de todos y cada uno de los productos no deben exceder las reglas que impone la lógica del consumo, que es compleja, pero tiende a ser inteligible, entendible, concreta, para que todos los componentes de una sociedad sigan generando el consumo necesario para su supervivencia.

Esto implica que no se puede ser consumidor y consumista al mismo tiempo. Es dicotómico y paradójico, pero no es una forma de pensamiento lineal.

La nueva ?lucha social? de las sociedades de consumo radica en no enfrentar ni a la lógica de consumo ni a las otras sociedades de consumo, para que sobrevivan y a partir de esa estrategia negociar y materializar las ?demandas sociales? que satisfagan las PRIORIDADES que permitan que el consumo se siga produciendo, los receptores de dichos satisfactores son los individuos y el medio ambiente, NO LOS GRUPOS.

Hasta aquí con la exposición de la política consumista. Abordaré más estos conceptos posteriormente. Por ahora el dilema en el que se encuentra la sociedad de consumo mexicana es el objetivo. ¿Cómo superar la inconmensurable crisis de credibilidad que atravesamos?

Es un problema de carácter moral. Desde lo moral se debe generar el puente para transitar paralela y simultáneamente a la depuración de los productos generadores de las nuevas leyes (otros productos que generan servicios) que se necesitan en las sociedades de consumo (particularmente la sociedad de consumo mexicana), para así evolucionar a un Estado de Consumo.

No obstante la característica moral de ese ?puente?, éste sigue siendo un ?medio? y en la era de las sociedades de consumo, que son por naturaleza ?instantáneas?: ?el medio es el mensaje?.