Existen tareas pendientes a 25 años de la muerte de Luis Donaldo Colosio, asesinado el 23 de marzo de 1994 durante un mitin en Lomas Taurinas. La historia ha señalado como culpable a un “asesino solitario”, Mario Aburto (Jorge Antonio Guerrero), pero ni el total de la militancia priísta, ni el país, mucho menos la policía de Tijuana, han creído en esta versión. Dentro del gran saco de piedra que yace en la espalda del tricolor, va la cuenta pendiente de la verdad reconciliatoria. 

En esa “falsa verdad” que se dio por sentada con las investigaciones oficiales, se encuentran deudas morales con personajes que ahora militan en partidos distintos al PRI y que en múltiples ocasiones, han señalado a ese partido por continuar promoviendo los principios ideológicos colosistas. 

Conmemorar las ideas de Colosio no sólo es derecho del priísmo sino también, obligación. Así como lo es reconocer la incertidumbre en la sociedad y permitir que las dudas en torno a la versión oficial sean desfogadas en el sitio que por definición, debe buscar la verdad sobre su candidato más popular y más querido. 

Luis Donaldo Colosio planteaba el derecho al disenso como la prerrogativa más íntima de la militancia. El derecho a disentir conllevaba, a su vez, la búsqueda de las vías institucionales, pero no formalista, para plantear las ideas distintas al statu quo.

Para Colosio, la disidencia daba una “oportunidad del consenso y  negociación”, tal como lo expresó en la entrevista realizada por Roberta Lajous, ahora Embajadora de México ante el Reino de España y el Principado de Andorra que el lector podrá consultar más adelante en este portal. 

El aniversario luctuoso de Colosio da espacio para severos llamados de atención a la cúpula que tomó las decisiones en el PRI, ya que Luis Donaldo alcanzó a advertir los cambios en la sociedad crítica que la apertura democrática, construida por el mismo tricolor, trajo consigo. Ideas que el entonces senador planteó y que lamentablemente, fueron ignoradas. 

El primer postulado que se arropa tardíamente es el de la elección democrática de candidatos. Desde hace 25 años, Colosio aseguraba que las personas que aspiraran a cualquier candidatura, debían tener una carrera partidista larga que fuera probanza de su habilidad para construir acuerdos, de su capacidad de convencimiento y de su buena imagen pública. Lo que conllevaba, inversamente que se había dado fin a las imposiciones de candidatos a partir de “consensos inducidos”.  Idea aplastada durante el último ejercicio democrático que dio los peores resultados para el partido colosista. 

El segundo postulado que se ignoró fue el de la transparencia. Mucho antes de la existencia de un organismo constitucionalmente autónomo, Colosio hablaba de la necesidad colectiva por saber qué se hacía con el dinero y cómo es que el uso de los recursos se realizaba de manera responsable.

Ideal ignorado por las dirigencias partidistas pero impulsado por legisladoras que le hicieron justicia sin necesidad de anunciarlo, como Ximena Puente. Tema que, por cierto, se ha convertido en una causa potencial a ser abanderada ante un Gobierno que encuentra gusto por las adjudicaciones directas y el impulso de familiares contratistas a los espacios de impartición máxima de justicia. 

El tercer postulado ignorado que nos habría cambiado la historia y el panorama político es el de “reflexionar y discutir sin línea”. Al día de hoy, aislados son los esfuerzos desde la juventud, por erigir a una nueva clase intelectual que reflexione  y ponga ideas sobre la mesa sin mayor interés que el de delinear un proyecto de país a la altura de las circunstancias. 

¿Dónde quedaron durante 25 años los ideólogos? Hoy no existe uno sólo capaz de ser reconocido como tal. Eso se explica en que las reflexiones de sectores y dirigentes contenían una notable carga de líneas, de ideas que antes de la democracia, buscaban construir condiciones idóneas para intereses personales. 

La mejor manera de conmemorar a Colosio, es viviendo sus principios  y sus ideales por primera vez en la historia. Ante este panorama, celebrar la elección directa de dirigentes por parte de la militancia parece una mala broma, una que recalca lo tarde que llega la decisión. 

Es momento de la confrontación civilizada de ideas, de esa invitación colosista a sentarnos para hablar de proyecto más que de grupos de poder. Aquella frase de “la violencia de nuestra falta de capacidad para el dialogo” se ha materializado: 25 años de imposiciones colocan al PRI como el partido más confrontado, violentado y diariamente ofendido por la nueva narrativa hegemónica.

El augurio estuvo siempre ahí, pero no se supo reconocer hasta que los golpes dejaron de ser narrativos y cibernéticos para ser oficialistas. ¿Son merecidos los señalamientos y reclamos?

Sin duda, lo son.