Cuando Dante escribió su Comedia (posteriormente se le añadió el adjetivo de Divina) nos permitió conocer la visión de su tiempo sobre tres esferas espirituales pero con referentes conocidos: Infierno, purgatorio y Paraíso o Cielo. El debate de ayer da buenos elementos para hacer este recorrido desde la política nacional y sus candidatos

El infierno

-Formato absurdo y similar a programa de concursos con preguntas mecánicas, muy generales. Perfecta entrada para conceptos abstractos en las respuestas.

-Discurso retórico en las (pocas) propuestas: “Desarrollar estructuras que fundamentadas en la ley permitan el crecimiento de…” bla, bla, bla.

-Deplorable el nivel en la discusión. Los cuatro candidatos fueron incongruentes al preferir la descalificación en lugar de presentar sus candidaturas.

-Terrible actitud la de sacar fotografías, imágenes de periódicos. Merece especial desprecio la gráfica de Quadri, la cual posiblemente fue hecha 10 minutos antes del debate.

El cielo

-La famosa edecán que despertó una acalorada discusión sobre el puritanismo oficial. No considero exhibicionista el vestido, en todo caso sincero y contrapuesto a la hipocresía política de querer tapar (con sobriedad) las bellas formas.

-Las buenas defensas de Peña Nieto y López Obrador. Sorprendió el priísta, quien, sin contar sus quejas por el tiepo, no hizo gala de su usual habilidad para quedar en ridículo intelectual. Obrador libró el asunto de Bejarano con una contundente respuesta y aunque privilegió el uso de la palabra para darnos clases de “Historia mexicana y su lucha contra la oligarquía” tuvo un discurso frontal y directo, tal y como lo predijo Carlos Fuentes.

-La sorprendente actitud de Quadri, quien se comportó a la altura del debate aunque debajo de su apariencia de “soy ciudadano, no político” dejó entrever un discurso de alta (y peligrosa) carga neoliberal. Pudo ahorrarse todas las intervenciones y decir: Quiero hacer de México una empresa.

El purgatorio

-Los debates no pueden medirse en triunfo o fracaso. En todo caso, dieron a la audiencia la sangre que tanto quiso ver, una lucha libre entre personas (supuestamente) diplomáticas que son capaces de todo con tal de ganar.

-Ciertamente no tuvimos la crítica esperada a Elba Esther (madre ideológica de Quadri) ni a la Guerra contra el narco de Calderón, se evitaron estos tópicos, así como el tema de Atenco que tiene pendiente Peña Nieto. Todos muy tibios.

-Josefina, encarnación de la contradicción, simplemente fue a firmar su derrota. Su voz, muy cansada, solamente refería a seguir con el mismo gobierno y las cosas que quiere modificar, evidentemente son fallas que han tenido sus sucesores. Toda una contradicción y forzosamente tiene dos opciones: respaldar por completo a Calderón para pedir “continuidad” a esos (supuestos) maravillosos programas o ser crítica con su propio Partido y atenerse al desprecio de todos los mojigatos blanquiazules. En ambas opciones pierde.

El limbo

-En el limbo quedamos suspendidos todos los mexicanos al atestiguar que nuestra incipiente democracia se encuentra lejos de un verdadero cambio. No es posible que debamos atenernos a estas cuatro opciones enclaustradas en la burocracia, oprimidos por la mafia de los partidos quienes no conocen otra labor política excepto destrozar al otro para hacerse de la victoria. Si así se tratan entre ellos, ¿cómo nos tratarán a los mexicanos? La visión en conjunto no existe, quieren el cadáver de la oposición para usarlo como trono y al resto de la población, una vez emitido el sufragio,  nos convertirán en siervos del partido dominante.

-Todos los candidatos de inmediato festejaron como ganadores del debate, curioso que esa corona invisible solamente la porten ellos porque el resto de la Nación se siente sumida en la derrota y la sospecha, pues, ¿acaso esos candidatos son lo mejor que tiene México?