El gran reto para los empresarios mexicanos y extranjeros es motivar, provocar o convencer al gobierno de López Obrador para que deje de priorizar en materia de presupuesto y gasto público, sus programas clientelares electoreros disfrazados de planes sociales en beneficio de los más pobres.

Me imagino a la cúpula empresarial caminando al lado de Andrés Manuel, como lo hizo ayer Carlos Slim con Armando Garza Sada, minutos antes de que comenzara su reunión con el líder de la “4ªT”.

Les platico: Cuando Armando esperaba al hombre más rico de México en la antesala de su junta en la que se analizaron los proyectos de infraestructura para el 2020, después de saludarlo, Slim pasó su brazo por el hombro del presidente de Alfa y así se fueron hasta antes de entrar al salón donde les esperaba el resto de los invitados.

Así veo de pronto a los empresarios, pasándole el brazo por el hombro a López Obrador, tal cual se hace con un amigo a quien se busca convencer poco a poco de que la cosa no es por donde va caminando, sino por otro lado.

Tiene que ser así, porque nada van a lograr si se le ponen a los trancazos, como lo hicieron los X. González, que vean ustedes cómo los traen de azorrillados las huestes del nuevo régimen. De muy poco les ha servido a padre e hijo guardar las hachas de su beligerancia y andar ahora de zalameros, porque cayeron de la gracia del presidente y de mafiosos del poder no los bajan.

Por la misma ruta pinta que le vaya al aguerrido presidente de la Coparmex, Gustavo De Hoyos Walther, y su proyecto -ese sí- alternativo de nación con miras a las elecciones intermedias del 2021.

Y eso es lo malo que sigue ocurriendo en México, donde el absolutismo de un poder presidencial

-que ahora en la figura de López Obrador cobra una fuerza inusitada- hace que si se quiere sobrevivir y seguir haciendo negocio, no queda de otra que ceñirse a los mandatos y al estilo de tronar los chicharrones del que ejerce el poder político.

Sigo pensando que AMLO no cree en los empresarios y su buena memoria hará muy difícil que olvide las afrentas de los que antes se opusieron a sus planes -como el NAIM- y hoy le hacen la barba.

Si el mismito Slim practica ahora esos oficios, ¿qué les deja al resto de los mortales multimillonarios mexicanos y extranjeros que se resisten a dejar el bando de la oligarquía financiera y los oligopolios económicos, llámense bancos, mineras, vidrieras, telecomunicaciones, comidas y bebidas chatarra, petroquímica, construcción, similares, anexos y conexos.

Pero en fin, todo sea por el logro del ansiado crecimiento en el orden del 2% que los optimistas vislumbran si el programa de infraestructura pública y privada se desata -si bien nos va- para el último trimestre del 2020.

Creo que las reuniones que López Obrador sostuvo este lunes con representantes de la IP nacional van a rendir frutos si de los dos lados dan su brazo a torcer. Por lo pronto uno -el de los empresarios- ya dio muestras de la suficiente flexibilidad para doblarse.

Y aunque lo dicho por Carlos Salazar Lomelín -presidente del CCE- al salir de una de esas reuniones suena a que las cosas van por buen camino, falta ver si los ministros del gabinete que fueron convocados por el inquilino del Palacio Nacional, dan el siguiente paso, que sería, sumar su fuerza al de la IP para sacar adelante una parte de los 1,600 proyectos de infraestructura que están en el horizonte de las inversiones privadas y públicas.

Veo muy difícil que AMLO renuncie o les baje los humos a programas sociales clientelares electoreros que son paliativos o simples aspirinas, como los apoyos a los jóvenes, a los adultos mayores, a los pobres extremos, la entrega de partidas económicas directas y en las manos a comuneros para que con sus propias manos construyan caminos, escuelas, puentes.

Según el paquete entregado por el Secretario de Hacienda para el 2020, la inversión pública va a andar por ahí del 1.5% del PIB, lo cual es insuficiente, porque en el 2018 fue del 2% y para el 2020 se necesitaba que fuera del orden del 5%.

¿Qué países democráticos invierten en obras y servicios públicos, lo que les sobra y no lo que se necesita?

Respuesta: Los menos desarrollados. Los que sufren los peores desbalances comerciales. Los que no reducen la brecha entre los ricos, los clasemedieros y los pobres. Los que tienen las peores carreteras, las más bacheadas calles y avenidas, los hospitales más insuficientes, las escuelas menos formadoras de cultura.

Los que no ofrecen una educación de calidad porque las televisoras tienen más influencia en la población que la SEP, como es el caso de México.

Los que soportan los peores gobernantes y los políticos más rapaces. Los que le recetan a la población deficientes servicios médicos.

Los que toleran a líderes sindicales sempiternos que se enriquecen día a día y nadie los toca, como Romero Deschamps y los desfachatados dirigentes de los ferrocarrileros, los telefonistas, los maestros, campesinos, obreros y otros gremios.

Los que tienen cámaras y organismos empresariales serviles al gran capital y que se olvidan de los millones de pymes que claman en el desierto por representatividad, defensa y contrapesos ante la euforia recaudatoria de los gobiernos.

En suma: Los países que se estancan o peor aún, los que retroceden en los ámbitos económicos y sociales.

 

“Con el plan de infraestructura para México anunciado con bombo y platillo por el presidente y la IP, yo, como Santo Tomás”, dice la irreverente, incrédula, mordaz, sarcástica y suspicaz de mi Gaby.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.