El diccionario, que no brinda “significados” sino síntesis conceptuales, establece que una de las acepciones de clase es distinción y categoría. 

El término “clase política” sin embargo, se refiere a la parte que une a un grupo de personas que se considera de la misma naturaleza, grado, calidad u oficio, en este caso, los políticos. Distinción y categoría son entonces antónimos de una clase que, con sus hechos, ha demostrado que los valores y la congruencia no solamente no existen, sino que estorban a la hora de desempeñar su trabajo. 

¿Supone lo anterior que todos los políticos son iguales? Si, porque todos buscan el poder por encima del bien común. Los partidos políticos, ha sostenido el poeta Javier Sicilia, no representan al pueblo, sino a sus propios intereses, utilizando mezquina e indignamente el poder que han obtenido de los mexicanos, a los que no escuchan, no ven y no sienten. 

No es un secreto entonces que la clase política no ha estado a la altura de las necesidades del país, al que le han negado la posibilidad de estar a la par de los tiempos que corren a nivel mundial, en aras de la defensa de cotos de poder y evidentes ambiciones personales. 

Manuel Espino y Rosario Robles son únicamente botones de muestra. Ambos, ex presidentes de sus respectivos partidos: el PAN y el PRD. Ambos también han declarado su adhesión al proyecto político que representa Enrique Peña Nieto, la nueva cara del viejo PRI. 

Y el ciudadano se pregunta ¿dónde quedaron los ideales? ¿cómo hablar de congruencia? ¿Y la lealtad, la honestidad, la dignidad y todos esos valores que damos por sentado que poseen las personas que tienen en sus manos los destinos de México? Evidentemente nunca existieron. 

Cuando salió a la luz el texto “Calderón de cuerpo entero”, de Julio Scherer, escribí acerca del testimonio que Espino brinda en este ejemplar: su espejo. El libro, desde mi punto de vista, no retrata a Calderón, sino a Espino. 

http://sdpnoticias.com/columna/7412/Calderon_de_cuerpo_entero_El_usufructo_del_chisme

 

El ex presidente del PAN, buscaba ayer, como hoy, un desfogue a su amargura, un canal dónde desahogar el profundo resentimiento que alberga su alma en contra de aquel que, según describe, lo humilló y lo engañó, aunque la obra del señor Scherer no recoge “la otra parte de la historia” para confrontar la versión de Espino con la del presidente Felipe Calderón. 

Esta acción, más que un “mensaje honesto” o una “revelación pública”, como lo quiso hacer pasar el ex presidente del PAN, fue un guiño político a las izquierdas y al PRI. Al mejor postor.

 

“Calderón de cuerpo entero” significó, entre otras cosas, el claro mensaje de que el mercado político tenía entre sus filas un nuevo miembro “neutral”, al que “sólo le importa México y los mexicanos”…tanto, que el día de ayer Manuel Espino declaró que apoya incondicionalmente a Enrique Peña Nieto y realiza un llamado, además, a todos los miembros de su partido (¿cuál?) para encauzar el “voto útil” a favor del candidato del PRI.

 

 Karma electoral

 

Mire, estimado lector, si algo podemos sacar en claro de la incursión del ex presidente del PAN en la campaña de Enrique Peña Nieto, es la confirmación de que en el PRI no hay nada nuevo.

La simbiosis indigna entre Espino y EPN no tiene sustento ideológico, no representa “apertura” o “tolerancia”, sino la demostración de que la ambición personal, la vendetta pública y el insano protagonismo político, siguen formando parte del modus operandi del PRI.

Este partido ha realizado alianzas estratégicas con la lideresa magisterial Elba Esther Gordillo y su títere candidato Gabriel Quadri “en privado”, con Rosario Robles, la “líder de izquierda” en público y con el Movimiento Izquierda Alternativa. Ayer le tocó el turno a Manuel Espino.

Por supuesto, están en su derecho de hacer las “alianzas” que gusten, pero los ciudadanos nos reservamos también el derecho de llamarlos inmorales, incongruentes, deshonestos, oportunistas e indignos.

¿Usted qué opina, estimado lector?