Hace algunos meses, en esta misma columna, escribí que las próximas crisis globales serían energéticas. Desafortunadamente, los ataques terroristas a la infraestructura productiva de petróleo de Arabia Saudita, me obligan a retomar el tema en un tono de urgencia y preocupación. Es responsabilidad de todos los que, en mayor o menor medida, opinamos en el espacio público, ver más allá de los efectos de corto plazo y levantar la voz en pro de la seguridad económica global, porque un ataque a ésta es un ataque a la seguridad nacional de todos los países, en un mundo en el que las cadenas de suministro global de petróleo son inevitables.

El sábado 14 de septiembre, drones aéreos bombardearon dos de las instalaciones de producción petrolera más importantes de Arabia Saudita, y del mundo. Cabe mencionar que Arabia es el principal país exportador de petróleo a nivel mundial; por ello, cualquier modificación en su capacidad de producción tiene impacto internacional. Luego de los ataques, y pese a los mensajes de Arabia y de Estados Unidos que llamaban a la calma, los mercados abrieron hoy con el mayor aumento de precio de petróleo en un solo día, desde que el 1 de enero de 1990 Iraq invadió Kuwait, dando lugar a la posterior guerra del Golfo Pérsico.

El barril de petróleo brent (referente internacional) subió 20%, y eso, naturalmente, dará lugar a cualquier cantidad de movimientos especulativos de mercados financieros y a un aumento de precios brutal en productos derivados. Esto no tiene sentido si observamos que Arabia sólo es responsable del 5% de la producción mundial, no del 20%, y que su capacidad no fue eliminada del todo. Pero así son los mercados. Su moneda de cambio no son los bienes, sino la confianza y la manipulación de la confianza.

Para México, este tipo de sucesos pueden representar una ganancia a corto plazo, como productores de petróleo que, aunque disminuidos, todavía somos. Sin embargo, las razones por las cuales el aumento de ganancias petroleras aumentan importa mucho, y estas no son las razones correctas ni admisibles. Un ataque terrorista que pone al descubierto la vulnerabilidad de la economía global, afecta la confianza en todo el sistema económico e industrial, en un mundo que sigue dependiendo de combustibles fósiles producidos en pocos países.

Lo peor de todo: al menos al momento de escribir estas líneas, las partes interesadas con mayor poder militar y económico, están apostando a juicios sumarios y respuestas beligerantes. Aunque los rebeldes de Yemen (que no el gobierno de Yemen) se atribuyeron la responsabilidad de los atentados, nadie se ha dado por notificado. Estados Unidos y el propio gobierno de Yemen, junto con algunas voces en Arabia Saudita, se han apresurado a responsabilizar a Irán, pese a que Teherán negó tener nada que ver con los ataques, aunque justificó la acción de los rebeldes. Apoyar una causa no es atribuirse responsabilidad de un hecho. Sin embargo, la narrativa se está moviendo en ese sentido: en una posible escalada del conflicto hasta llegar a un guerra, por petróleo. No sería la primera vez, y nunca ha terminado bien, para nadie. Urgen llamados a la paz y a la cordura.