Quince años antes de ver la luz su obra más famosa, El Capital, Karl Marx había publicado El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852), texto donde ya expone la tesis de que los cambios históricos y políticos son resultado de la lucha de clases y las condiciones materiales que éstas defienden.

Al inicio del texto mencionado, Marx plantea una de sus frases más célebres, que con diversas modificaciones sigue vigente hasta nuestros días: “la historia ocurre dos veces; la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”. Con ello criticaba el autor a los actores políticos que, incapaces de darse cuenta del cambio de las circunstancias en su entorno, pretendían aplicar las mismas ideas, los mismos dogmas y las mismas acciones que alguna vez fueran eficaces y al repetirse sólo provocan incomodidad y el ridículo.

Todo esto viene a cuento a propósito del show alrededor del proceso con el que Morena eligió a su virtual candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, decisión que recayera -muy apropiadamente, creo- en Claudia Sheinbaum, dejando en el camino al principal derrotado, Ricardo Monreal.

Si bien ya en otro texto expuse las razones por las que la elección de Sheinbaum me parece un enorme acierto, la actitud que ha tomado el perdedor y las probables razones de su eliminación evocan otro pasaje de nuestra historia reciente: la derrota de Manuel Camacho en la sucesión presidencial de 1994.

Y es que Monreal, lo mismo que Camacho, venía de un arranque espectacular en la carrera sucesoria: la mayoría de las encuestas mostraban una clara ventaja para el delegado de Cuauhtémoc, como en su tiempo los incipientes ejercicios demoscópicos pregonaban lo mismo sobre el regente del DF. Como Camacho, Ricardo Monreal se labró una cuidada fama de conciliador, de excelente operador político, de hábil para tejer alianzas y acuerdos; y lo mismo que el ex colaborador de Carlos Salinas de Gortari, Monreal también parece haber perdido a causa precisamente de sus fortalezas.

En sus Memorias, Manuel Camacho Solís relata el episodio: cuando se anunció la designación de Luis Donaldo Colosio como el candidato del PRI, el regente acude a ver al Presidente, su viejo amigo, a quien le pide una explicación: ¿por qué no fui yo? La respuesta de Salinas es de antología, y parece aplicar, en forma de farsa en esta repetición cómica de la historia, al gran derrotado de 2017. Dijo Salinas a Camacho (como bien podría haberle dicho AMLO a Monreal):

“En lo político, cometiste el error de aliarte con mis enemigos, y eso hizo que disminuyera la confianza hacia ti”.

Así, sin más: Salinas descartó a su viejo compañero de facultad, aquel con quien alguna vez hizo un pacto con miras a conseguir el poder, porque le pareció que Camacho había tejido alianzas equívocas con los enemigos del presidente. ¿Qué tanto pesó en la derrota de Monreal su actitud, desafiante a veces de los dogmas morenistas, de abrir canales y acuerdos con otras fuerzas políticas? Y conste que no estoy defendiendo a Monreal: me parece que su ímpetu dialogante obedecía más a sus propias ambiciones que a un genuino interés por el país. Pero el punto es: ¿fueron esos acercamientos con Movimiento Ciudadano, el PT e incluso el PRI, lo que le cerró las puertas de la candidatura?

El toque fársico de esta historia lo dan las formas con que han manejado todo el proceso, con un desaseo y una torpeza política que resultan increíbles: mientras Salinas reconoció que de ninguna manera podía permitirse una fractura interna del PRI con miras a la sucesión del año siguiente (y por ello, a pesar del desafío camachista, ofreció a su examigo seguir colaborando en el gabinete), a Monreal se le ha estado golpeando con innecesaria rudeza, como si quisiera orillársele a salir del partido. Monreal es un viejo zorro ladino, y precisamente por eso había que conservarlo dentro a toda costa, no tundirlo hasta provocar su salida. La tragedia camachista de pasar de precandidato favorito a precandidato derrotado y finalmente a Secretario de Relaciones Exteriores, se repite como farsa cuando Monreal pasa de ser un “excelente cuadro” de Morena a poco menos que un “traidor en potencia” sin que AMLO mueva un solo dedo para detener esa ola de descalificaciones que lo único que van a lograr, porque Monreal no es ningún tonto, es poner en riesgo la madre de todas las batallas, la elección de 2018.

¿Qué opina usted, amigo lector?