Josefa González Blanco

Después de todos sus sinsentidos y crímenes al medio ambiente que no la hacían merecedora del puesto que detentaba, le reconozco a la exsecretaria la decencia (que no congruencia) de al menos haberle renunciado al presidente López Obrador. El motivo que aduce es haber causado un retraso a un vuelo comercial el día de ayer y afectar a los pasajeros. “No se puede permitir abusar de su poder y tener privilegios que estén por encima del bienestar de la mayoría”, dice.

Mejor hubiera sido haberla despedido antes de haberle permitido recortes sin ton ni son a las instituciones del sector y en el momento en que se desapareció cuando sucedió la terrible situación de incendios y contingencias ambientales hace un par de semanas. Pero bueno... no siempre se puede todo.

Este asunto evidencia un fenómeno que cada vez resulta más generalizado. Y antes de que mis críticos y la misma administración federal digan que “eso también sucedía antes”, acepto de entrada que así es, pero que no por ello es excusable de un gobierno que ha hecho de su bandera principal la honestidad y la calidad moral.

Me refiero al abuso de autoridad y a los actos de prepotencia que muy rápidamente han desplegado diversos miembros de la 4T.

El responsable de un listado mal intencionado

Ejemplos hay muchos; ya ven el de la Lic. González Blanco o ¿qué decir del diputado Fernández Noroña? Sin embargo hay otro que me interesa analizar: el del responsable de la elaboración y de subsecuente filtración de una relación a todos luces sesgada y con fines maliciosos, dañinos para algunos medios y para LIBERTAD de expresión en México.

No me voy a detener a analizar por qué la lista de los 34 (antes eran 15, pero fue creciendo a modo) supuestos periodistas “chayoteros” es tendenciosa y incompleta. Ya muchos —yo misma— lo han dicho y hay evidencia de sobra para probar que así es. Simplemente voy a plasmar los objetivos y los medios de los que se hizo este (estos) funcionario(s). 

El objetivo era, desde el PODER, sí, golpear a algunos personajes/periodistas de los medios de comunicación. Eso se llama abuso de autoridad, prepotencia, tiranía. Haría bien AMLO en llamarlo por su nombre y exigirle al autor de ese nefasto acto que se vaya. ¿Cuál es el valiente que va a admitir su culpa? Está por verse.

El efecto bumerán 

Sea quien sea que esté detrás de este desgarriate, le salió pésima la jugada. ¿Por qué? Aquí van cuatro razones:

1.- La presidencia quedó como mentirosa y que abusa de su autoridad e influencia para golpear a quienes se le vengan en gana y para permear en la sociedad una lectura de las cosas que es FALSA.

2.- Querían debilitar a ciertos personajes y lograron lo contrario. Más aún, sin desearlo unieron a los medios de comunicación, los cuales usualmente están enfrentados en algunos asuntos.

3.- La cruzada contra la corrupción se sigue desprestigiando. Si el objetivo era evidenciar las fuertes cantidades de recursos públicos utilizados para comprar publicidad oficial, ¿dónde quedó la divulgación de la totalidad de las erogaciones? ¿Cuándo se van a plasmar los CRITERIOS oficiales para decidir la compra de publicidad (a qué medios y por qué razones)? Una auténtica lucha contra la corrupción en este tema debería de empezar por eso, y la Presidencia lejos, lejos está de definir y aclarar lo anterior.

4.- Hacer —intencionalmente— equivalentes a una persona física o una persona moral rompe con cualquier precepto normativo, ético y administrativo de una sociedad. La Presidencia de la República se mostró vacua y sin fundamentos.

Las consecuencias para Andrés Manuel

Más allá de los efectos particulares de cada caso, existen consecuencias comunes a lo descrito anteriormente que se presentan transversalmente. La primera es, si no me equivoco, el enojo del jefe. El presidente Andrés Manuel debe estar fúrico con los responsables de cada error, de cada desaguisado, de cada abuso de autoridad cometido por integrantes de su equipo. Lo segundo, la administración federal está mostrando que carece de sustento, de facultades de gestión, de competencia para gobernar. Por último, el que los funcionarios públicos pierdan el piso, sean cada vez más déspotas y menos “servidores públicos”, indica no solo que estos se marean apenas con migajas del poder, sino que el presidente López Obrador ha perdido el control sobre ellos y su actuar.

Ciertamente sigue siendo preferible el despido de los burócratas incompetentes y abusivos (son muchos), a que su desempeño y su actuación terminen por tumbar al primer mandatario.