Suena sencillamente genial el anuncio hecho ayer por el Presidente López Obrador, el Secretario de Comunicaciones y el Gobernador de Nuevo León de utilizar la infraestructura ferroviaria del área metropolitana de Monterrey para implementar un tren ligero que atienda la movilidad urbana.

Sin embargo, la solución atravesará con un pequeñísimo problema que en realidad será su principal obstáculo: la atrabancada forma de conducir de los regiomontanos.

Un sistema que en la teoría debería ser rápido, funcional y eficiente como la Ecovía, se topa en pared a cada cruce por el que pueden pasar y convivir los automovilistas o bien no es respetada y todo el tiempo es invadida por vehículos o personas provocando infinidad de accidentes.

Gandules y gandallas, los regios no le tienen miedo ni a la locomotora que se acerca a toda velocidad accionando su silbato y buscando ganarle el paso. Por ello con demasiada frecuencia se dan accidentes. De ellos, duele decirlo, una buena parte son escenificados por unidades del transporte urbano cuyos choferes se sienten héroes blindados o hechos de plástico irrompible.

Sí, está muy chévere usar las vías férreas con un tren ligero de pasajeros interurbano, sin embargo es también menester el pensar desde antes cómo resolver los cruces en calles y avenidas implementando medidas que impidan el colapso vial y el fracaso del sistema. Si cerramos la posibilidad de que los cafres se jueguen la vida y pongan en riesgo a otros, tendremos más de la mitad del éxito asegurado; si conseguimos que esos trenes no tengan que detenerse a cada paso y puedan mantener velocidades sostenidas, habremos dado un salto gigante en la movilidad de nuestra atiborrada metrópoli.