Es interesante participar en la discusión sobre la terrible crisis sanitario-económica y sus alternativas de solución. Lo evidente es que no nos podemos poner de acuerdo y en muchos sentidos lo que predomina es la pasión ideológica. La franca aversión hacia el Gobierno del presidente López Obrador inhibe toda posibilidad congruente de debate. Pueden existir coincidencias en el razonamiento económico, pero en forma apresurada se acude la descalificación.

Más allá de lo que en apariencia se discute, de la profundidad de la crisis han surgido dilemas básicos en la instrumentación de la política económica:

*Si el Gobierno debe tener un papel más activo en la economía, ampliando su participación en el gasto y en la inversión públicas, incluso más allá del equilibrio fiscal.

*Si es necesario volcar nuestro crecimiento hacia el mercado interno; o si la economía debe sustentarse en el mercado externo, privilegiando las ventajas comparativas.

*Si el irrenunciable objetivo de contener el desequilibrio del mercado laboral debe efectuarse mediante apoyos y créditos directos a Pymes; dejando a un lado el rescate a empresas con problemas de liquidez, o que potencialmente pudieran enfrentar problemas de insolvencia.

*Si el papel del Estado debe circunscribirse sólo a proteger a las mayorías, erogando amplios recursos a la población en situación de pobreza o de pobreza extrema; o si más bien debiera enfocar sus esfuerzos a hacer posible una adecuada funcionalidad del sistema económico, cuidando los circuitos de valor.

*Si el Estado debe perder su equilibrio fiscal en pos de propiciar el saneamiento financiero de las empresas, condonando adeudos, impuestos o difiriendo cargas fiscales.

*Si se debe, aun en este periodo de extrema necesidad, mantener la austeridad fiscal o recurrir a más deuda, sobre todo externa.

*Si se tiene que mantener intacta la autonomía del Banco de México, o si se debe hacer uso de las reservas internacionales para fines distintos al de la estabilidad macroeconómica.

Los razonamientos nos mueven en uno o en otro sentido, pero la crisis pandémica se debe afrontar lo más racionalmente posible. La propuesta de la política económica del Gobierno Mexicano para afrontar la terrible crisis sanitario-económica disipo dudas y reitera como condiciones básicas para el funcionamiento económico, los siguientes:

1.Mantener la soberanía económica, sin supeditar a México a los ordenamientos de los organismos financieros internacionales.

2.Continuar con una política fiscal razonable, sin sobrepasar la línea que podría ahogar al país fiscalmente.

3. Mantener intacta la soberanía del Banco de México en materia de política monetaria.

El mensaje del presidente de la República también reitero que la política económica del se sustenta en cuatro ejes básicos:

Primer eje: Recurrir preferentemente al ahorro interno.

Hay quien piensa que se debe recurrir inmediata y en forma acelerada a más deuda; sin embargo, carece de sentido si paralelamente no existe un esfuerzo para ampliar el ahorro interno. La generación de ahorro para muchos analistas pasa a un segundo término, cuando debería ser la fuente básica para emprender políticas públicas.

Sin ser un eufemismo, también es importante explorar los mecanismos para contraer más deuda y aclarar que el techo está aprobado anualmente por el Congreso mexicano. No es lo mismo contraer deuda a partir de una operación de mercado, en donde existen básicamente compromisos financieros a contraerla en forma directa con el FMI o con otros organismos financieros internacionales.

La deuda contraída con estos organismos compromete en reciprocidad a los países a seguir "sugerencias"; lo que significa perder autonomía en materia de política social o de gasto e inversión públicas; o en la definición de la política fiscal, existiendo efectos regresivos en la población, si ello implica incrementos en las tasas impositivas (IVA) o en las tarifas de los bienes y servicios públicos. La política económica, sí, deja de tener un carácter soberano e irreversiblemente se empieza a dictar desde afuera.

Segundo eje: Mantener la austeridad de Gobierno Federal antes de exigir sacrificios a amplios sectores de la población.

Quien pensaba que en se iba a abandonar la disciplina fiscal por la crisis pandémica cometió un error de apreciación. El PEF 2020 fue aprobado por el Congreso de la Unión y se hizo sobre bases y metas razonables. El contexto económico cambió, pero no se puede alterar en forma arbitraria el presupuesto, se debe de contar con el consenso del poder legislativo.

Económicamente, tampoco puede crecer el gasto y la inversión públicas ilimitadamente porque no existen las bases fiscales que lo propicien. Quien piensa que el superávit primario es un estorbo para iniciar un proceso de expansión económica, en realidad cree que la capacidad real del Estado para expandirse en la economía pudiera ser ilimitada.

Ante un escenario como el que estamos viviendo es posible que naturalmente se genere un déficit entre los ingresos y gastos del Gobierno, pero en todo momento este debe medirse para no generar un colapso en las finanzas públicas y un desorden que nos lleve a un contexto de desestabilidad macroeconómica e inflación.

En medio de la avalancha de críticas, se desestima también la reducción de sueldos de los altos servidores públicos y la suspensión de su gratificación anual; se considera que es irrelevante en términos de ahorro en el gasto. Se olvida de que es necesario mostrar solidaridad ante la crisis y ante las necesidades económicas apremiantes de millones de mexicanos.

Tercer eje: Proteger a los grupos vulnerables, a los pobres y a las medianas y pequeñas empresas.

Indudablemente la parálisis económica afecta a todos, pero no se puede soslayar la necesidad atingente de atender a los más de 50 millones de pobres del país. La naturaleza de todo Estado y más el mexicano, regido por el constitucionalismo social, es privilegiar el bien de las mayorías sobre el de segmentos de la población. Lo prioritario es evitar que la crisis lleve a una catástrofe social.

En la medición del impacto económico es trascendente pensar en la gente para después ir a las cadenas de valor. En el escenario nacional las micro, pequeñas y medianas empresas contribuyen con el 52 por ciento del PIB y generan el 72 por ciento de empleo. Relegarlas, llevaría a una recesión gigantesca.

Existe también la concepción de que todo debe "corregirse" con recursos fiscales. Nada más erróneo, rescatar empresas condonando adeudos o impuestos o difiriendo sus obligaciones, llevaría irremediablemente a una pobreza fiscal que impediría cumplir con los compromisos de apoyar a los sectores desprotegidos y pobres, así como a las Pymes y a las empresas familiares.

La inyección de recursos del Banco de México a la economía por 750 mil millones de pesos y la disminución de la tasa de interés de 6.5 a 6 por ciento, pone en su justa dimensión a las decisiones de política económica. La existencia de recursos crediticios en un contexto de tasa de interés bajas es una fuente indispensable para que las empresas resuelvan sus problemas de liquidez. El sistema financiero es la fuente natural para allegarse de recursos, sin dejar de señalar que las grandes empresas recurren a mecanismos directos de financiamiento.

Cuarto eje: Promover proyectos estratégicos de inversión pública.

Para un importante número de economistas es en este eje donde el diablo tuerce el rabo, porque los proyectos no les parece estratégicos y menos necesarios.

Más allá de esa discusión, parece razonable emprender estos proyectos para instrumentar políticas contra cíclicas, por su efecto multiplicador en la inversión y en el empleo; además de que existen recursos ya presupuestados para el 2020. Vayamos a los dos proyectos más cuestionados.

Sobre la refinería de "Dos Bocas", se insiste en su cancelación ante el desplome de los precios petroleros. El mercado de crudo, en efecto, ha llegado tener un valor negativo, ello implicaría no sólo abandonar este proyecto, sino abandonar toda la infraestructura productiva por existir una relación costo-beneficio negativa.

Me parece que no hay que llegar a semejante conclusión: primero, porque la situación es transitoria, el repunte de precios del crudo naturalmente se dará cuando se reactiven las actividades económicas en el mundo; segundo, ante el valor cero o por debajo de cero del producto primario, nada más irracional que venderlo por abajo de los costos de producción, en consecuencia, la refinación es una alternativa para agregar valor; tercero, desde el punto de vista macroeconómico la balanza comercial petrolífera se ha hecho negativa por la importación de gasolinas, de modo que resulta conveniente ampliar nuestra capacidad productiva; y cuarto, dependiendo de la eficiencia en su producción, se podría garantizar que en el mercado interno se mantengan precios razonables, cuando se inicie el ajuste hacia la alza en los precios de los petrolíferos a nivel internacional.

El otro proyecto polémico es el Tren Maya, abordar el tema llevaría muchas líneas. Sólo voy a mencionar un punto sustantivo, que se asocia a la situación económica actual del país. La crisis pandémica ha afectado en forma significativa a la actividad turística y ahora no es posible sustentar la economía del Sureste del país en esta actividad. Hay que pensar que el proyecto va a beneficiar a los destinos turísticos, hoy paralizados, pero también a comunidades con un desarrollo pobre o marginal. Para el 2020 se prevé que el proyecto generará una derrama de 30 mil millones de pesos y 80 mil empleos.

El contexto de la política fiscal sigue siendo prudencial. Se puede discutir si en el momento actual era necesario modificar las premisas de la política económica, pero esta se sustenta en un marco razonable: no gastar por arriba de los ingresos; no endeudarse más allá de las posibilidades para afrontar compromisos de pago y no generar un escenario que inhiba la capacidad de ahorro. La situación económica puede llevar a un déficit primario, pero este debe ser razonable, controlable y transitorio.

Nada sería más lamentable que en plena emergencia sanitaria o inmediatamente después, nos enfrentáramos a fenómenos de escasez extrema de recursos y de desorden monetario; lo que llevaría al contexto más indeseable: el de recesión con inflación. No regresemos a lo que ya hemos vivido.