A partir de la despedida —que no despido— de Carlos Loret de Mola de Televisa, el debate, ruido y demás no han dejado de estar. A tal grado ha sido la polémica que lo han convertido en el “Aristegui” del actual sexenio. ¿Será?

Retomando la columna de Verónica Malo en El Heraldo, y tratando de verlo desde un punto de vista simpático, podríamos decir que no, aún no se le puede nombrar así a Loret de Mola.

Ese “título” será peleado por diferentes articulistas y desde diferentes frentes. Habrá algunos que lo tomen como un mundial de fútbol, donde los equipos se van eliminando hasta quedar sólo dos en la final. Mientras que otros lo podrán ver cómo la lucha libre: rudos contra técnicos.

Hay que partir de que hay diferencias entre los comunicadores que aspiran a tan singular trofeo y, como todo en la vida, a veces los rudos se confunden con los técnicos y al revés. En la Lucha libre, hay algunos que cambian de bando de forma intermitente, así que lo que uno lee debe pasar por conocer en qué lado se encuentran en un momento dado.

 

Aquellos que solo tratan de encontrar errores hasta en la forma de vestir. En realidad no se involucran en conocer cifras ni hacer comparaciones válidas. Sus mañas se basan en utilizar el mismo vocabulario trillado para denigrar; son espejo de lo que critican. Pueden mezclar errores reales con “fake news”, con lo cual desacreditan ellos mismos la información.

 

Los técnicos

Aquellos comunicadores que procuran utilizar cifras oficiales para fortalecer sus columnas. Saben criticar al gobierno (a cualquier nivel) y no requieren subterfugios para fortalecer su punto. Buscan testimonios, hacen investigación y presentan ante las cámaras los números fríos y las historias desgarradoras. Aquí hay especialistas, los que conocen de manera puntual su materia, sea finanzas, economía, seguridad, pero también hay aquellos que su formación periodística les obliga a comparar y encontrar mentiras.

En esta categoría entran muchos, pero los mejores, todos los que dieron pie para que la “estafa maestra” llegara a los tribunales; a ellos admiración y aplausos.

 

En especial a los que han dado su vida por defender su dicho, por llevar a la palestra pública, con su valor y trabajo, aquello que hay que señalar, enmendar, castigar y erradicar.

 

Un tipo de articulista extraño. No ensalza los quehaceres del gobierno, pero tampoco señala las pifias. Procura centrar sus columnas en historias intrascendentes o baladíes. Y solo afilará el lápiz (o el teclado), cuando el caso ya es desesperado, como la matanza y desgracia de Coatzacoalcos en Veracruz. En esta categoría entra la otrora gran Aristegui, la que no cejó en su empeño de señalar las pifias, errores y grandes corruptelas del gobierno de EPN. ¿Qué pasó?, ¿en qué momento se perdió la gran investigadora? Triste ejemplo de pasar de ser el ejemplo de una periodista aguerrida a ni siquiera ser un remedo de sí misma.

 

Otros ¿comunicadores?

Los seudo-periodistas que hacen una barba desmedida, al grado de ser burla incluso a nivel internacional. Ellos solo pueden aspirar a vender playeras en su canal de Youtube y, obvio, con la imagen del presidente. A su sombra viven. Son parásitos que viven de la fuerza que tiene el primero.

 

¡Fuera del ring!

• El diputado del PT que quiere promover una iniciativa de ley para coartar la libertad de expresión.

• Los que generan “fake news”, ya sea a favor o en contra de Andrés Manuel.

• Los barberos desmedidos.

• Aquellos que solo utilizan palabras de odio.

Y el ganador es…

Tenemos aún 5 años y unos cuantos meses para saber quién o quiénes serán los articulistas o periodistas que podrán acariciar el premio “Aristegui”, sugerido por Verónica Malo. Ojalá que aquellos que aspiren al mismo sean los que eleven el nivel de debate y de investigación. No solo de la presente administración, también de las que están por venir. Solo así se podrá construir una mejor libertad de expresión y también una necesaria rendición de cuentas.

 

Los periodistas que en los últimos sexenios han pagado el más alto precio por la libertad de expresión. Quienes han ofrendado su vida por exponer al crimen organizado, a los políticos corruptos, a los empresarios vendidos, a los destructores del medio ambiente. Algún día, ellos serán considerados los otros héroes de la patria. La libertad de expresión les exigió todo. Momento que todos los mexicanos la defendamos, en nombre de su sacrificio, por la necesidad de no ser esclavos.