Retrato de una Obsesión, Obsesión Fatal, WaterGate Reloaded, son algunos de los nombres con los que pudiéramos nombrar esa fijación que en los últimos meses tanto Carmen Aristegui como la revista Proceso, con Genaro Villamil han padecido.

Desde el asunto de la publicidad encubierta a favor de Peña Nieto hasta la recién bautizada “por ellos” Caravana Televisa, resulta increíble el derroche de recursos, tanto económicos como humanos, para cubrir consecutivamente durante casi medio año notas en las que tengan relacionados a Televisa como responsable de algo ilícito.

Aristegui y Proceso disfrazando su obsesión con la famosa frase “es de interés público” o “existen muchas preguntas que merecen tener respuestas”, olvidan que en el país existen más notas periodísticas, más información de interés general; tan lo olvidan, que en el caso de la primera, dedica en días, hasta 50-65% de su noticiero en tocar algún tema relacionado con Televisa, sin darse cuenta, que cae en lo que tanto critica Adqat (expertos en análisis de discursos que cuentan con un espacio en su noticiero) la repetitividad de palabras en un discurso; de un análisis de notas, Carmen Aristegui en menos de 3 minutos llegó una vez a contabilizar más de 23 veces la palabra “Televisa”, y repetir cada 3 o 5 minutos lo que ya había dicho con anterioridad; va a tal extremo, que una nota de 5 minutos, la extiende a 20 de tanto repetir las mismas palabras.

Proceso, por otro lado, dedica portadas, reportajes completos a desprestigiar a Televisa, con supuesta información veraz y objetiva; información que, queda más por decir, siempre se basan en “sus fuentes anónimas”, que curiosamente siempre aluden que son trabajadores de la misma televisora, o a correos electrónicos anónimos, donde siempre exhiben copias de documentos, las cuales, en veces, ni siquiera son a color, puro blanco y negro, a lo cual, ellos, dan pleno valor probatorio.

Aristegui y Proceso sufren en estos meses de lo que ya han adolecido otros medios en el pasado; querer litigar a través de los micrófonos o la impresión cuestiones en las que “solo ellos” tienen un interés personal, como claro ejemplo de:

1.       Ciro Gómez Leyva vs TV Azteca por el canal 40.

2.       Televisa vs dueño del BAR BAR cuando el agravio armado contra Salvador Cabañas.

3.       Pedro Ferriz de Con vs Julio Scherer; cuando reveló que su informante, era “su papá”.

4.       Televisa vs Periódico Reforma, cuando la primera acusaba a la segunda de promover la trata de personas en sus anuncios clasificados.

Estos cuatro ejemplos, como otros más que existen en el pasado, no se necesita ser inteligente para darse cuenta cuando se tuvo conocimiento de los mismos, que en todos los casos, “los atacantes” tenían una consigna en contra del “atacado”; utilizaban todos los recursos a su alcance, notas periodísticas, micrófonos, espacios informativos, para dedicarle buen tiempo en tocar ese tema en específico, exhibiendo pruebas como si estuvieran dentro de un litigio, pero al final, sin lograr probar absolutamente nada y quedar en ridículo al paso del tiempo que simplemente dejaban la nota en el olvido.

Lo que no han reparado Aristegui ni Proceso, es precisamente, que sus esfuerzos, sus notas y reportajes, quedarán precisamente en eso, en el olvido, olvido que llegará cuando tengan la siguiente nota con que atacar.

Para nadie es un secreto el ataque constante de Aristegui vs Televisa desde hace más de un año, con el tema de la Ley Televisa, la Banda 2.5, su fugaz despido y recontratación; pero, durante la campaña, su tema de inicio fue el famoso “espoteo” con el que tanto ella, como Proceso, a través de Genaro Villamil, encontraron el hilo negro al publicar copia de facturas donde el Estado de México pagaba a Televisa por mensajes a su favor, en los programas de López Doriga y Héctor Aguilar Camín entre otros; haciendo uso del derecho de réplica, el segundo, cometió el error de darle la importancia a este asunto y fue al programa de Carmen a desmentir las notas; Genaron Villamil, no queriéndose quedar corto, inesperadamente hace una llamada telefónica en ese momento, argumentando sus fuentes anónimas (que por cierto, Aguilar Camín le dio una cátedra respecto a cuando un periodista puede darse ese derecho) y aseverando que éstas estaban dentro de la misma televisora. Luego vendrían los asuntos Soriana y Monex, que al igual que el anterior, reportaban fuentes anónimas, con la diferencia que ahora estas fuentes eran desde el mismo PRI y Bancos.

Ahora, con la “Caravana Televisa”, Proceso vuelve a argumentar y exhibir supuestos documentos que anónimamente le hicieron llegar, anónimos que dejan entrever provienen de la misma Televisa.

Para los que conocen el asunto WaterGate y analizando estos últimos meses, no es difícil encontrar la similitud que Proceso y Arestegui buscan en estos asuntos; ser unos reporteros los que, mediante fuentes anónimas, que en realidad era un informante inmiscuido en el asunto, quienes revelaron la información, y dieron a conocer un escándalo a niveles mayúsculos, lo que provino en la renuncia de una alto personaje. En el primero de los casos, claramente Aristegui y Proceso hacían con los medios, lo que la izquierda no podía ante los Tribunales, litigar el asunto en sus espacios, no para convencer a los juzgadores de las evidencias, sino para influir en los radioescuchas y lectores. Intentaban con su información “llegar a la verdad” y descubrir que existían las bases para anular la elección presidencial. También cometieron el error de creer el cuento de que solo hubo compra de votos para la elección presidencial, dejando en libertad a los votantes de sufragar por el alcalde, gobernador, diputado o senador de su preferencia.

El tema Aquino también fue otro tema socorrido por Aristegui y Proceso, desechando la información proporcionada de todos los alias y fraudes anteriores de esta persona, ya que, le daban pleno valor crediticio a su palabra; todo lo que dijera Aquino era verdad; aquí sorprende la ignorancia jurídica de Aristegui y Proceso, ya que hasta un pasante de derecho, al escuchar los argumentos de Aquino, sabe que lo que decía eran puras mentiras y no opera en lo absoluto nada de lo que pretendía hacer creer. Incluso, cuando el abogado del supuesto demandante “lo abandona”, éste no tiene reparo en hablar con Aristegui y decir que fue Milenio quien compró a su ex abogado para que lo dejara, dándole la reportera valor a la palabra de Aquino sin ninguna otra prueba más que su dicho.

Esta obsesión ya ha sido notada hasta por otros medios, tal como lo hiciera Marco Levario, del sitio etcétera.com.mx, que el 01 de octubre titula una nota como “el periodismo ficción de Aristegui”; lo cual, para la aludida, es una cortina de humo, algo pagado por Televisa en su contra. Sin darse ella cuenta que es ella misma quien le traiciona el subconsciente:

1.       Acepta que López Doriga “le ganó” una nota; algo que ella había dejado pasar por desapercibido.

2.       En la investigación de los supuestos nombres de los detenidos, cuando López Doriga muestra a personas que les achacan la identidad de alguno de ellos, Aristegui al día siguiente solo atina en comentar que lo que presentó Joaquín fueron “homónimos” tal vez, para “distraer la atención o crear una cortina de humo”, pero eso tal vez, refirió ella, pudo haber sido “inconscientemente”.

3.       Para la reportera, ahora resulta increíble de creer que alguien que trafica 9 MDD, tenga la capacidad económica de equipar unas camionetas, o registrarlas fraudulentamente a nombre de otra persona. Resulta entonces que el crimen organizado para ella, pues no lo son tanto, y carecen de inteligencia.

4.       Proceso da por válidas unas supuestas firmas de Amador Narcia, las cuales encontraron en unos supuestos oficios, que en primer lugar, no son oficios, son copias de un documento, sin tener la firma indubitable estampada de su signante, y también dando descrédito a que nadie puede falsificar un membrete de hoja oficial de empresa alguna.

El periodismo ficción que dan Aristegui y Proceso a notas en contra de Televisa, llegan al grado de ser puro amarillismo sin sustento, basado en informantes anónimos, en documentos inexistentes, en suposiciones y preguntas que ellos solo se contestan y peor aún, dan por válido en que es eso lo que está pasando; al grado de que, ahora sí “tal vez inconscientemente”, Aristegui un día en su programa, casi le pide a Televisa que le comparta la información que ellos tienen en su poder; cuando ella, sin cumplir con el profesionalismo que su trabajo demanda, no ha mandado entrevistar a nadie de Televisa, ni siquiera a Amador Narcia a quien ahora le imputan como verdaderas unas supuestas firmas, sin el aval de un dictamen pericial emitido por un perito grafóscopo.

Carmen Aristegui lo ha tomado personal; Joaquín López Doriga en uno de sus noticieros manifestó que “la otra información es falsa, una mentira”, haciendo clara alusión a Proceso, pero, ella, se puso al día siguiente inmediatamente el saco, argumentando que el tema es delicado, que es de interés público y se debe de llegar a la verdad. Olvida la reportera que en su conferencia de prensa, después de su injusto despido de MVS, ella amenazó a Joaquín Vargas de revelar cierta información en caso de no recontratarla bajo sus condicionantes. Si usamos el criterio de Carmen Aristegui, su despido de MVS, fue de interés público y fue un tema delicado, el cual, ella ha evadido al no revelar la verdad de:

1.       Por que amenazó a Joaquín Vargas

2.       Cuál es esa información que solo ellos dos conocían sobre su despido

3.       Por que regresó a MVS si Joaquín nunca se disculpó públicamente como ella lo exigía.

4.       Por que aceptó regresar a MVS si Joaquín Vargas no hizo pública en medios impresos a nivel nacional su disculpa ante ella.

5.       Cuál es esa información que obra en poder de Aristegui con la que aseguró podría dañar a Joaquín Vargas.

Si hablamos de interés público y llegar a la verdad, Carmen Aristegui no ha cumplido con lo que tanto pregona en este tema que simple y llanamente ya olvidó; por arte de magia, su caballo de carga de casi un año lo dejó en el olvido.

De la Revista Proceso no es de sorprenderse ya que desde hace años se convirtió en solo notas amarillas, llenas de supuestos informantes anónimos, documentos en copia sin valor alguno y supuestas investigaciones que dejan más preguntas sin respuestas; pero, de Carmen Aristegui, de ser considerada una de las mejores periodistas, quien ha sido atacada brutalmente por la censura y se le ha visto levantarse y no dejarse tumbar, en los últimos años ha caído a ser solo una sombra de eso:

1.       Su noticiario parece monologo; si tiene invitados no los deja hablar, si la contradicen corta inmediatamente.

2.       Fue el espacio de los monólogos de AMLO, al cederle su espacio para que repitiera siempre lo mismo.

3.       Su obsesión por encontrar su watergate personal la ha cegado del raciocinio periodístico, ya que se le olvida que si uno acusa, no va a valerse únicamente de supuestos, sino de pruebas tangibles, y los supuestos la ha convertido en su mejor arma; y en una investigación periodística, todas las partes involucradas cuentan, cargándose ella únicamente siempre solo a un lado.

Basarse en supuestos es demasiado fácil, fue Carmen Aristegui la que, en su conferencia de prensa después de su injustificado despido de MVS, habló por primera vez de la “Democratización de los Medios” y del “Sesgo Informativo”, caballitos de batalla que adoptaría el movimiento 132, al que ella dedicó bastante tiempo también; si nos fuéramos a los supuestos, resultaría de interés público, siendo un tema delicado y que debe de llegarse a la verdad, como es que a 18 meses de haber dado ese discurso, un movimiento utilizó sus mismas palabras y argumentos, y ella no hubiera reparado en darse cuenta de eso?

Desafortunadamente el final de esta historia aún está lejos, ya que, Aristegui estará al tanto del inicio del juicio en Nicaragua que comienza en diciembre próximo, por lo que seguirá dedicando el 70% de su noticiero a la semana, para hablar del tema.