La economía mexicana se aproxima a una de las tormentas más difíciles de los últimos 30 años. La economía global está por entrar a una dura recesión causada por la pandemia del coronavirus cuyos efectos ya comenzaron a notarse en la economía mexicana luego de la emergencia sanitaria declarada por el Consejo de Salubridad el 30 de marzo.

Ya lo estamos viendo en las expectativas de crecimiento para México en 2020, la propia Secretaría de Hacienda espera un crecimiento de entre -3.9% y 0.1% y en el sector privado, más pesimista aun, el Bank of America espera una caída de 4.5% hace una semana y ahora cambió a -8%.

 

Crisis económica y sanitaria, ¿deja vu?

Existen similitudes entre esta emergencia y la que padecimos en 2009, cuando se combinó un entorno global adverso por la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos y la crisis sanitaria por la influenza AH1N1. Por eso vale la pena recordar y aprender de los aciertos y errores que se cometieron entonces.

Si bien ambas crisis tienen elementos similares, la situación de la economía mexicana al momento de recibirlas es muy diferente, previo a la crisis de 2008-2009, se hilaban siete trimestres de crecimiento estable. En cambio, actualmente, el segundo semestre de 2018 y todo 2019 fueron tiempos muy difíciles con un crecimiento nulo.

La desaceleración que vivimos durante 2019 resulta escandalosa porque sin factores externos que la pudieran explicar, la causa parece estar en una caída brutal de la inversión privada. Caída que responde a la incertidumbre generada por las políticas económicas impulsadas por el compañero, presidente, camarada y líder espiritual (sobre todo las relacionadas con la inversión como la cancelación del NAICM y de las subastas energéticas).

Si usamos una analogía del boxeo, en 2008 México llegó fresco y con mucha energía acumulada (inversión) a la pelea; en la crisis actual, parece que estuvimos todo 2019 “boxeando con nuestra propia sombra” y cuando la pelea empezó, ya estábamos en la lona.

¿Hay knock-out técnico?

No…aún.

Estamos a tiempo de prepararnos. Los trimestres más difíciles serán el segundo y tercero de 2020. Así como el subsecretario Hugo López-Gatell y su equipo aprendieron de los aciertos y errores de 2009, toca el turno del secretario Arturo Herrera y su equipo de hacer lo propio para afrontar la crisis económica.

 

Los errores de 2009

El principal error en 2009 fue subestimar la magnitud de la crisis, que el entonces Secretario de Hacienda Agustín Carstens catalogó como un “catarrito” que pasaría rápido. Por este error, la respuesta por parte del gobierno fue tardía e insuficiente. El resultado, fue una contracción grande y duradera del PIB.

En su momento los analistas advirtieron de la magnitud de la crisis, mucho antes de que el gobierno decidiera actuar, así lo hizo el hoy subgobernador del Banco de México, Gerardo Esquivel, en este excelente texto.   Ahí recuerda cómo el gobierno de Felipe Calderón se esmeró en enfatizar que la crisis venía del exterior, que la situación económica era mejor que antes y que el gobierno tenía un plan (sin reflexionar si era el más adecuado). Solo hace falta cambiar el nombre del presidente para darnos cuenta de que este diagnóstico de la perspectiva miope del Ejecutivo aplica a nuestra situación actual.

El gobierno de Felipe Calderón optó erróneamente por intensificar sus programas sociales bandera (como el de empleo temporal) dejando de lado otras políticas con implementación más simple e impacto más efectivo, como mayor gasto público y reducciones de impuestos.

 

El plan para 2020

El plan de AMLO para enfrentar la crisis actual se parece al plan erróneo de Felipe Calderón que al que, a toro pasado, hoy sabemos debió implementarse en 2009.

El presidente ha expresado de manera enfática su negativa a adoptar medidas fiscales, calificándolas de “rescates” o “FOBAPROAS” y no solo no reducirá impuestos, sino que el SAT lanzó una agresiva campaña para acelerar el pago de impuestos.

Tal parece que existe una percepción errónea de quiénes son las empresas que pagan impuestos y a quiénes emplean, porque según las arengas presidenciales pareciera que en México “los empresarios” son una pandilla de 10 o 15 ricachones que siempre están buscando maneras de no pagar impuestos. La realidad es que, según los censos económicos 2019 del INEGI, en 2018 las micro, pequeñas y medianas empresas emplearon al 68% del personal ocupado, y si bien, el sector informal es significativo en México, en 2019 un 72% de la población ocupada trabajaba en el sector formal.

Es por esto que medidas fiscales de fácil implementación como la postergación del pago del ISR y los créditos fiscales tienen el potencial de salvar a un número significativo de pequeñas y medianas empresas de la quiebra, lo cual se traduciría en evitar olas de desempleados. Sin embargo, parece la ideología “antineoliberal” de AMLO pesa más que el diagnóstico que nos dan los datos del INEGI. Es decir, si el consenso entre economistas neoliberales es incrementar el déficit fiscal en tiempos de crisis, pues lo más “antineoliberal” resulta ser la disciplina fiscal.

Aún hay tiempo para corregir el rumbo, el domingo el presidente presentará su plan para hacer frente a la crisis económica. Esperemos que, por el bien de todos, el equipo económico revise la experiencia reciente y actúen mejor que Felipe Calderón en su momento.