Siempre he sido de izquierda, no de la que se disfraza de la misma para imponer un cristianismo conservador, pero sí de la que combina el desarrollo sustentable con el entendimiento histórico del descontento social de la mano de un crecimiento económico digno y con meritocracia.

 

Vamos perdiendo y debemos aprenderle

Andrés no solo enseña su visión de la historia, sino que da clase de cómo ganar una elección, cómo hacer añicos a la oposición y cómo hacer que temas como la economía y la seguridad, tengan una percepción positiva.

AMLO ha aniquilado a la oposición y a las organizaciones de la sociedad civil que en este momento no tienen rumbo, ideales, programas de acción ni propuestas de políticas públicas, en resumen, tenemos una oposición de vergüenza que ha sucumbido ante la avasallante estrategia del compañero presidente y camarada.

Capitalizando la prepotencia, la frustración, el rencor...

AMLO ha sabido, capitalizar la idea de que vivimos años con la prepotencia de los privilegiados que fomentaron la pobreza y restringieron la atención a las necesidades básicas de la población de escasos recursos. Esto generó un fuerte resentimiento social que fue alimentado por años y años de campaña del camarada presidente, los protagonistas deldesastre siempre son los “neoliberales”, los “conservadores”, sus “adversarios” y la corrupción.

Ante esta retórica, aunque vacía y sin sustento racional, la población se volcó en favor de AMLO y lo sigue haciendo, mientras que la oposición, intenta debatir en un terreno que no domina: elde la retórica presidencial.

 

El PRI en su madriguera

Al PRI, que hoy es la oposición, se le olvidó que, durante muchos años, la principal demanda contra el flagelo de la desigualdad, inseguridad, la corrupción y los gobiernos autoritarios y prepotentes, fue siempre a través de instancias democráticas, instituciones y de buscar un marco dentro del Estado de Derecho,que era arrebatado por el mismo gobierno y contaba, claro, con la resistencia de los grupos de privilegiados del propio gobierno y de las empresas

En las épocas de oro del priismo, los grandes funcionarios públicos representaban esa clase privilegiada junto con un grupo de empresarios creados al amparo del poder público, así lo menciona el propio AMLO en su libro La mafia del poder que se adueñó de México y el 2012, donde cita entre otros a Ricardo Salinas, Carlos Slim, Alfonso Romo, Roberto González Barrera (abuelo de Carlos Hank dueño de Banorte), eso no ha cambiado y se mantiene la misma dinámica, que AMLO ha sabido capitalizar.

Desde entonces la oposición buscaba erradicar el contubernio entre el poder político y los empresarios, que se da igual en el neoliberalismo que en el estatismo del PRI.

 

¿Qué buscábamos?

Aparecieron verdaderos líderes de izquierda como Heberto Castillo, Arnaldo Córdova, Mario Saucedo, entre otros muchos o en la derecha como Carlos Castillo Peraza y Luis H. Álvarez quienes pugnaban por quitarle el control de las elecciones al gobierno, fortalecer un sistema de partidos, tener un Congreso plural que representara las diversas corrientes de pensamiento y un Estado sostenido por instituciones, es decir, un verdadero Estado de Derecho.

Hoy no hay líderes capaces de construir una opción viable y democráticamente establecida, en cambio tenemos un presidente que ha sabido capitalizar el cansancio de un pueblo que dice no querer la corrupción pero que la sigue fomentando, un pueblo supersticioso que cree en su palabra, un pueblo que, sin cultura de la planeación y del ahorro, prefiere el “Dios que proveerá”.

El camarada es muy hábil y ha tomado el control sobre los partidos políticos, incluyendo el suyo, Morena y los minimiza. No hay más palabra que la de él, no hay más ley que la de él, no hay más institución que la de él, lo que le permite capitalizar, como lo explica Viri Ríos en un artículo publicado en Expansión, que el “pueblo bueno” tiene la vara muy baja hacia las autoridades y que de ello AMLO ha sabido muy bien aprovechar para asumir el control absoluto y diría la incapacidad de los partidos de oposición de inducir la forma de subir esa vara.

AMLO tiene una gran habilidad para imponer su palabra como si fuera divina y todo gracias a la ausencia de una oposición, de instituciones y de un Estado de Derecho.

Tan sólo un ejemplo, en la mañanera del 14 de mayo cuando un reportero le preguntó sobre la participación del Ejército en la seguridad pública, AMLO respondió en su clásica de que la ley, el poder y el de las decisiones son de él y de nadie más:

“Y tengo, además, elementos para sostener que,tanto en la Secretaría de la Defensa como en Marina, hay una transformación, un proceso hacia el respeto de los derechos humanos, se está trabajando mucho en ese sentido y no hay que olvidar que México tiene un sistema político presidencialista”.

Y descalifica a quien ose disputar el poder, su poder: “Entonces nuestros adversarios no analizan las cosas a fondo, pero además cometen errores, porque como no dejan de ser una élite… Estamos hablando de dirigentes, de organizaciones civiles, no gubernamentales y de analistas, incluso académicos, pero no dejan de ser una élite, no dejan de estar sólo en las oficinas; no bajan, levitan, no tienen comunicación con el pueblo, les falta baño de pueblo”.

Y remata, con una decisión, que ya no es ni siquiera de una élite, sino de una sola persona,él: “Si hay constancia de violación de derechos humanos por parte de la Guardia Nacional, pues entonces rectificamos, pero si no es así ¿por qué? ¿sólo por lo ideológico? No.”

Entonces ¿qué tiene que hacer la oposición? Cuando le es casi imposible reinventarse porque Andrés tiene patentada, controlada, monopolizada cualquier expresión de lucha por el bienestar de la población.

La oposición, en la cual me incluyo, estamos moralmente derrotados e imposibilitados para contrarrestar sus efectos. La combinación perfecta para AMLO: oposición sin rumbo, instituciones destruidas, Estado de Derecho inexistente.