Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado

Juan 15_12

 

La jornada de terror vivida ayer en Culiacán es tema que da para horas y horas de debate. Que si la estrategia es la correcta o la equivocada podría ser lo de menos… o lo de más.

O como diría el clásico: Ningún chile nos embona.

Lo único cierto es que ayer cientos de familias que salieron de compras, que estaban en su casa, que recogieron a sus niños en el colegio, tuvieron la mala fortuna de vivir una tarde-noche de verdadero infierno sin deberla ni temerla.

Es absurdo, incluso aterrorizante, ver comentarios tan a la ligera. Es, en verdad, un tema que se debe tratar con pinzas, porque no es un problema reciente ni menor: los enfrentamientos entre bandas criminales han dado la nota por años, pero en este caso tenía dos ingredientes claves: se trataba de un pez gordo (ni más ni menos que el hijo del Chapo Guzmán) en un gobierno que apenas comienza, un gobierno de izquierda elegido por vía democrática que tiene demasiados malquerientes, el de Andrés Manuel López Obrador.

Sí, a AMLO y su equipo le tocó bailar con la más fea.

Y es que no es sencillo cumplir con un deber de ese tamaño y salir muy bien parado. Pero con todo, se están, como se dice coloquialmente, aventando ese “trompo a la uña”.

Por un lado tenemos a las voces que piden la crucifixión de los delincuentes que por décadas han secuestrado la tranquilidad de un país entero y por otro tenemos a quienes están hasta la madre de vivir con el Jesús en la boca por no saber en qué momento estarán en medio de un fuego cruzado y perderán la vida, o peor aún, morirá alguno de sus seres queridos.

Las víctimas inocentes (daños colaterales, diría Calderón) han sido miles en una guerra que a la fecha no tiene solución.

Los videos que circularon ayer en redes sociales son más que claros: era el hijo del chapo o eran los niños, mujeres, ancianos y padres de familia que transitaron cerca de ese campo de batalla en que se convirtió ayer Culiacán.

No suena fácil, pero no había más.

Al presidente no le importó ser linchado por los malquerientes, no le importó ser tratado de inepto, le dio lo mismo ser tratado de “débil” o ser satanizado por una decisión adjetivada de incorrecta por muchos.

Nadie más debía morir y esa es la realidad.

Quienes hemos vivido balaceras y nos hemos desvelado ante el temor de que alguien de los nuestros pierda la vida por estar en el lugar y momento equivocados podemos decir que Andrés Manuel no se equivocó.

La famosa guerra contra el narco nunca fue la adecuada y tan no lo fue que no solo su creador, Felipe Calderón, goza a la fecha de la antipatía y hasta odio de un buen sector de la población, sino que los delincuentes están ahí, a mitad de la calle, cobrando vidas mientras la mayor parte de los que han muertos no tenían culpa alguna de su mala decisión.

No sabemos, jamás se podrá saber qué hubiera pasado si el hijo de Guzmán Loera estuviera detenido o hubiera sido abatido. Cuando se habla de vidas humanos es demasiado riesgoso especular. Pero sí nos quedó claro que la estrategia del actual gobierno no es terminar con el crimen caiga quien caiga.

Que se entienda: al presidente no le preocupa perder popularidad y ganarse la antipatía (más aún) de aquel sector de la población que se complace con ver correr ríos de sangre inocente. Tampoco le preocupa el linchamiento mediático de aquellos que, desde la comodidad de su teléfono móvil, o desde su pantalla aclaman que se persiga y acabe con la inseguridad como por arte de magia.

Lo dijo muy claro: No puede valer más la captura de un delincuente que las vidas de las personas.

Y fue más allá: detuvo el operativo por amor al prójimo.

Un gobierno humanista como el que encabeza López Obrador no podía actuar de otra manera.

Sin embargo, pese a la gravedad de los hechos, es aún prematuro saber qué se hizo bien o mal. Solo el tiempo nos dirá si Andrés Manuel, al actuar en forma distinta a Felipe Calderón y poner ante todo el respeto a la vida humana logra avances significativos en el combate al crimen organizado o la estrategia del actual gobierno también es equivocada.

Por lo pronto, se salvaron vidas y eso, sin discusión alguna, es lo importante.