Se acercan periodos electorales y la clase política mexicana se manifiesta, como siempre, con discursos convenientemente populistas y demagógicos; la vacía oratoria acorde a las coyunturas sigue siendo la tarjeta de presentación de quienes tienen como oficio el de reñir por el poder.

La autodenominada izquierda, se alimenta de los sueños de los trasnochados sesenteros, de los melancólicos post-neozapatistas y de los admiradores de los dictadores socialistas de Centro y Sudamérica. El antiguo método del diseño de la representación del caudillo que lucha contra el opresor, sigue dando frutos para saciar el hambre de los arcaicos “luchadores sociales”.

Su estrategia, la de “los zurdos”, no solo es burda, es rancia y falsa; la creación, o tal vez la imposición, de dirigentes que con verborrea embaucadora enarbolan la bandera del “pueblo bueno”, tiene como objetivo incitar a la recaudación de voluntades a través del desprecio a las ideas que no se acomodan al interés del guía, para con ello, erigirlo en lo más alto, como autentico mesías.

Por su parte, la derecha se vitamina de quienes bajo la sombra del idealismo neoliberal noventero, se dan por bien servidos al tener el capital ficticio suficiente para hacerse llamar “clasemedieros”; el alcance de los servicios esenciales para la subsistencia citadina, sumado a la realidad artificial que les rodea, y que está construida con emporios bautizados en idioma inglés, son suficientes para continuar dando vida a los vetustos “acomodados”.

Su estrategia, la de “los derechistas”, es igual de burda, rancia y falsa que la de la izquierda; la charlatanería discursiva que intenta vender la llave que abre la puerta a la opulencia y el bienestar, va dirigida a explotar ilusiones que ayuden a empoderar a sus propias castas.

En medio de las dos maltrechas corrientes (izquierda y derecha), se encuentra “la ambidiestra”, esa que tiene la capacidad de manejar hábilmente ambas formas de hacer política.

Los ambidiestros son versátiles, pues pueden cambiar rápidamente de personalidad; hoy pueden aparecer en la selva de Chiapas con el rostro cubierto con un pasamontañas, y mañana desayunar en un exclusivo restaurante ataviados con un impecable traje Hugo Boss.

Debido a su naturaleza paradójica (nació de una revolución armada y se hizo del poder gracias a cacicazgos), la corriente ambidiestra crea personajes que después se convierten en destacados líderes ya sea de izquierda o de derecha. Con ello, durante décadas ha sido capaz de mantenerse viva a pesar de su enorme putrefacción.

Por último, y en lo más bajo del espectro político, estamos los ciudadanos. Esos que somos marionetas manipuladas por la izquierda, derecha y la ambidiestra; los madreados y siniestramente incitados a seguir madreados; los que solo existimos cuando de tachar una boleta electoral se trata; los que hemos sido convertidos en fanáticos de las figuras políticas para incapacitarnos en el ejercicio de debatir sin insultar; los que somos succionados a través de la retórica que promete hacer posibles las esperanzas de un México mejor.

Esa es nuestro entorno político, el que está basado en una realidad creada y administrada por una clase llena de ambiciones, y cuya única finalidad, es la de sentarse en la silla de la potestad.