Hace algunos años solía acudir de manera asidua al centro de la Ciudad de Puebla por las mañanas, y me complacía sobremanera coincidir con el abogado Román Lugo como contertulio en la mesa de café; años atrás, don Román se habría desempeñado como jefe de nuestra misión diplomático en Guatemala en momentos por demás intensos en la vida de aquella nación, que dejarían huella en la historia misma del conjunto del continente.

La representación mexicana ante la Organización de Estados Americanos, había manifestado una abierta oposición a la promoción injerencista en Cuba de la administración Kennedy, al unísono de que, en concordancia de las presiones diplomáticas, el departamento de estado propiciaba una invasión a la Isla por medio de brigadas que se alistarían precisamente en territorio guatemalteco.

La previa invasión a Guatemala encabezada por el Coronel Carlos Castillo Armas, derivó en un Golpe de Estado que seguiría los lineamientos esbozados poco tiempo atrás por Kermit Roosevelt, al delinear la actuación de la embajada americana en Teherán promoviendo el derrocamiento de Moseddegh ; mecanismos que fueron bautizada con el emblemático nombre de uno de los acompañante de Agamenón en el asedio a Troya : “Operación Ajax”

Tras verse forzado a renunciar a la presidencia, Jacobo Arbenz recibiría asilo en nuestra embajada y, una vez extendidos los salvoconductos conducentes, se trasladaría a territorio mexicano.

La animadversión mostrada entre Adolfo López Mateos y Miguel Ydígoras Fuentes, y que reconocería su raíz en el asilo ofrecido “al soldado del Puebla”, llegó a un momento climático que estuvo a punto a precipitar a ambos países en una confrontación militar, cuando los “Kaibiles” abrieron fuego sobre balseros mexicanos que navegaban en aguas limítrofes del río “Usumacinta”.

Doble obsequio de la vida, la lectura de la más reciente novela de Mario Vargas Llosa nos ofrece al unísono el gusto por la bella composición idiomática que puede alcanzar nuestro idioma, y la recreación de la memoria de una época.

Por si lo anterior fuera poca cosa, que por supuesto por ningún motivo pudiera así considerarse, tal regalo doble de multiplica de manera innumerable, como la imagen que se refleja asimismo en múltiples espejos en la secuencia final de “La Dama De Shangai” de Orson Welss ; cuando la lectura de “Tiempos Recios” hace eco con un testimonio vivo, apasionado e intenso de aquellos momento claves como la que nos transmite la inteligente conversación de Román Lugo en los cafés del centro de la Ciudad de Puebla.

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