Frente al estado de excepción de los gobiernos de Italia y España –y su réplica en algunos municipios metropolitanos de Monterrey– por el CVID-19, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue muy claro en la mañanera del jueves 19 de marzo:

“No, ese es otro punto con el autoritarismo. No a la discriminación, al clasismo, al racismo. ¿Qué hacemos nosotros con toques de queda? Si se necesita, vengo aquí no solamente en la mañana, al mediodía o en la tarde. Los invito a ustedes y le hablo al pueblo y no voy a decir ‘he decretado que haya limitación a las libertades, toque de queda, que nadie salga a las calles, el ejército se hace cargo del país’. No, aquí llamo al pueblo para que se estén en sus casas y estoy seguro que me van a hacer caso”.

El estado de excepción ha sido estudiado por el filósofo italiano Giorgio Agamben. Ante la distorsión de un periodista compatriota suyo sobre declaraciones polémicas en días pasados sobre el coronavirus, Agamben ha salido a fijar su postura.

1.- “El miedo es un mal consejero, pero hace que aparezcan muchas cosas que uno pretende no ver. Lo primero que muestra claramente la ola de pánico que ha paralizado al país es que nuestra sociedad ya no cree en nada más que en la nuda vida. Es evidente que los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo, las condiciones normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y políticas ante el peligro de caer enfermos. La nuda vida —y el miedo a perderla— no es algo que una a los hombres, sino que los ciega y los separa. Los demás seres humanos, como en la peste descrita por Manzoni, se ven ahora sólo como posibles untadores que hay que evitar a toda costa y de los que hay que guardar una distancia de al menos un metro. Los muertos —nuestros muertos— no tienen derecho a un funeral y no está claro qué pasa con los cadáveres de las personas que nos son queridas. Nuestro prójimo ha sido cancelado y es curioso que las iglesias guarden silencio al respecto. ¿Qué pasa con las relaciones humanas en un país que se acostumbra a vivir de esta manera por quién sabe cuánto tiempo? ¿Y qué es una sociedad que no tiene más valor que la supervivencia?”

2.- “Lo segundo, no menos preocupante que lo primero, que la epidemia deja aparecer con claridad es que el estado de excepción, al que los gobiernos nos han acostumbrado desde hace mucho tiempo, se ha convertido realmente en la condición normal. Ha habido epidemias más graves en el pasado, pero a nadie se le había ocurrido declarar por esto un estado de emergencia como el actual, que incluso nos impide movernos. Los hombres se han acostumbrado tanto a vivir en condiciones de crisis perpetua y de perpetua emergencia que no parecen darse cuenta de que su vida se ha reducido a una condición puramente biológica y ha perdido todas las dimensiones, no sólo sociales y políticas, sino también humanas y afectivas. Una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre. De hecho, vivimos en una sociedad que ha sacrificado la libertad a las llamadas «razones de seguridad» y se ha condenado por esto a vivir en un perpetuo estado de miedo e inseguridad.”

3.- “No es sorprendente que por el virus se hable de guerra. Las medidas de emergencia en realidad nos obligan a vivir bajo condiciones de toque de queda. Pero una guerra con un enemigo invisible que puede acechar a cualquier otro hombre es la más absurda de las guerras. Es, en verdad, una guerra civil. El enemigo no está fuera, está dentro de nosotros.”

4.- “Lo que preocupa es no tanto o no sólo el presente, sino lo que sigue. Así como las guerras han legado a la paz una serie de tecnologías nefastas, desde el alambre de púas hasta las centrales nucleares, de la misma manera es muy probable que se buscará continuar, incluso después de la emergencia sanitaria, los experimentos que los gobiernos no habían conseguido realizar antes: que las universidades y las escuelas cierren y sólo den lecciones en línea, que dejemos de reunirnos y hablar por razones políticas o culturales y sólo intercambiemos mensajes digitales, que en la medida de lo posible las máquinas sustituyan todo contacto –todo contagio– entre los seres humanos.”