Al contrario de la idea de pueblo, la idea de nación socava los ideales racionalistas y cosmopolitas o universalistas porque privilegia factores no voluntarios y particulares o fragmentarios tales como la cultura y accidentes de la naturaleza: etnias, medio ambiente, tradiciones, costumbres, hábitos, formas de vida, creencias, religión, sistema de moral; factores todos que se constituyen como nexos que dan una identidad como grupo humano, y luego hasta un sentido de dignidad. En esto de la nación hay en juego una enorme cantidad de valores, que no son sino objetos - cosas, ideas, etc. - que están revestidos de interés para los hombres, y que por ello resultan apreciables, deseables, apetecibles, preferibles y dignos de elección preferente. Pero debe aclararse que hay cosas tangibles de la cultura que no son valores propiamente, sino símbolos de valores que han sido ideados para las necesidades rituales del Estado.

La bandera de una nación es uno de esos símbolos. Su función es la de representar y evocar todos los valores que constituyen nuestra noción de nación. Dicho esto, se debe andar con mucho cuidado en esto para no caer en el fetichismo de asumir a la bandera tal como si la misma fuera un valor en sí mismo y, por ende, objeto de culto casi religioso. Lo razonable en este caso es asumir el respeto a la bandera como un acto ritual que simboliza nuestro efectivo respeto a todos los valores que la misma representa. Aclárese también que la falta de consideración o respeto a un objeto simbólico, como es una bandera, no es evidencia de falta de aprecio y respeto a los valores representados por dicho objeto. Y esto es así porque muy bien puede suceder que algunos hayan desertado en este plano y no crean en absoluto en los objetos simbólicos en el culto del Estado, pero que sí sean crean y respeten los valores objeto de dicho símbolo. En este sentido, solo un nacionalista fetichista y supersticioso se atreve a condenar a una persona que desprecia un símbolo como la bandera pese a que ésta sea virtuosa en el mundo de los valores, incluyendo los valores nacionales.    

Ahora bien, una condición necesaria de toda conducta virtuosa en los valores es la coherencia o la consecuencia. Con esto quiero decir que una persona que predica el respeto a los valores debe poner en acto en su persona ese respeto a los valores implicados siempre y en todos los casos, y cuidará de igual forma de no hacer excepciones a la hora de juzgar a los demás con esa vara. Esto significa algo como lo siguiente.

Si la democracia de mi comunidad es para mí un valor, yo siempre respetaré a la democracia y exigiré asimismo que sea respetada por los otros. Si la bandera es para mí el símbolo de los valores implicados en mi noción de nación, siempre la respetaré en atención a esos valores implicados y exigiré que sea respetada por los demás, así se trate de EPN, AMLO, Obama, Joe Biden o Miley Cyrus. Sin embargo, y como dijimos antes, la falta de consideración a la bandera por parte de alguien no me sirve como evidencia de falta de respeto a los valores representados por la misma; la única evidencia que tendría en este caso es la falta de respeto a un símbolo cuya validez no es necesaria y sí solo elegible.

Y hablando de Miley Cyrus, resulta que a esta joven se le ocurrió que sería buena cosa para su show en Monterrey el dejarse nalguear a trapazos con un objeto no oficial que hacía de mala representación de la bandera de México. Como show, queda claro que la Miley calculó bien las cosas porque el medio elegido - una bandera mexicana en sus nalgas - le procuró un buen pago con la moneda de un hinchado frenesí de emoción en sus fans. Pero lo que sí le falló en el cálculo a la Miley fue el no tomar en cuenta que se encontraba en el país de la incoherencia. Y fue ese error de cálculo lo que disparó en su show de esa noche el gatillo de la supuesta ignominia nacional, que a primeras horas del otro día daría forma al show del escándalo de la falsimedia nacional con su objeto intencional apuntado hacia un supuesto valor ofendido: la bandera nacional.  

Hubo de todo en el show mediático: gritos, alaridos, gruñidos, tirones de greñas, gemidos de impotencia, golpes en el escritorio, demandas de juicio sumario y castigo ejemplar. Los "argumentos" fetichistas del show mediático se centraban en la gravísima ofensa de la Miley al supuesto valor más importante de los mexicanos, si no es que el más importante de todos, según la falsimedia: la bandera nacional. Pero por un principio de justicia debe aclararse que, en esta ocasión, la palma y la corona de laureles se las llevó una locutora de Multimedios Monterrey de nombre María Julia la Fuente. Desde luego que fue ella la más fervorosa defensora de los valores nacionales en la falsimedia. Sus discursos fueron insuperables, magistrales. Tuvo además la habilidad para prácticamente asumir todos los roles en el tribunal de los valores: policía, investigadora, fiscal, juez, jurado, de tal forma que le fue harto fácil declarar culpable a la Miley de la más grande ofensa a la nación de que se tenga memoria, para luego ponerla a disposición de las autoridades seculares demandando castigo ejemplar. Vamos, a la señora ya solo le faltó pedir que la Miley fuera paseada por el pueblo con sambenito y capirote, montada en un burro, y antes de ser pasada por la pira en yesca. Demandas furibundas y muy propias de todo espíritu nacionalista.  

Como es natural en estas cosas de comedia a la mexicana, no pasó mucho tiempo antes de que algunos representantes de la clase política oficialista hicieran eco del escándalo mediático. Y si digo que es natural es porque ya sabemos que la falsimedia nacional tiene un enorme poder de control sobre la conducta de los políticos oficialistas. En esta parte todo empezó con Rodrigo Medina, el gobernador priista de Nuevo León y muy flamante Porfirio Díaz por confesión de parte, quien se dijo consternado por los actos ignominiosos de la Miley y no dudó ni un instante en secundar las demandas de castigo ejemplar de la falsimedia. Lo mismo hizo el congreso de ese estado encabezado en este lance por un tradicional panista santiguado cuyo nombre se me olvida. Y acto seguido, y por petición del escandalizado congreso de Nuevo León, la también escandalizada Dirección General de Cultura Democrática y Fomento Cívico de la Secretaría de Gobernación anunció que iban con todo contra la terrible y herética impenitente de la Miley Cyrus por uso indebido y demostrado de la gloriosa bandera nacional.

Por absurdo que parezca, al final se había decantado todo un show mediático del escándalo por una pueril causa consistente en un trozo de tela rectangular que, representando pobremente a la bandera mexicana, había encontrado su mejor utilidad de momento sirviendo de látigo de azotes eróticos en las exuberantes nalgas de la Miley Cyrus. ¿Tiene sentido esto?

La actitud de escándalo asumida por la falsimedia y algunos representantes de la clase política oficialista en este caso nos obliga a deducir necesariamente que ellos se asumen como personas virtuosas en la esfera de los valores. Para esto, el lector solo tiene que recordar lo que dijimos sobre la condición de coherencia o consecuencia que exige la conducta virtuosa en esta materia. Sin embargo, cuando empezamos a recordar pasajes de la historia reciente nos enteramos que muchas de esas personas jamás se han escandalizado y ni siquiera incomodado cuando muchos valores reales, no simples símbolos de los mismos, han sido pisoteados por la clase política oficialista. Solo me permito citar los siguientes casos documentados de entre cientos para refrescar la memoria.

Libertad y soberanía como valores:

A principios de la campaña presidencial del 2012 el vicepresidente de los EUA, Joe Biden, vino a México a conceder entrevistas a los tres principales aspirantes a la presidencia. En la forma, los candidatos presidenciales se vieron como siervos sumisos acudiendo al lugar donde el virrey o el enviado del emperador los aguardaba para examinarlos. En el fondo, se trataba de conocer los planes que cada uno de los aspirantes tenía para su país, para nuestro país, no el de Biden ni el de Obama, para luego darles el palomazo o la tacha determinante del futuro. En suma, sabemos que aquello se trató de una muestra pública y arrogante de la enorme determinación arbitraria que EUA tiene en los asuntos internos de nuestro país. Esto constituyó a todas luces un acto de profundo y humillante desprecio de los gringos, no a uno de los símbolos de nuestros valores nacionales, como la bandera mexicana, ojalá y hubiera sido solo eso, sino por lo menos a dos de nuestros valores más fundamentales: libertad y soberanía. Sin embargo, yo jamás escuché que todos esos que se escandalizaron con la Miley externaran alguna crítica a este acto de desprecio y humillación, no ya en tono de escándalo, sino al menos en tono de tibia indignación. 

La verdad como valor:

Sabemos que Ciro Gómez Leyva estuvo publicando poco más de 100 encuestas "erradas" durante toda la campaña presidencial del 2012. Aunque el comportamiento de los dichosos "errores" en las encuestas era extrañamente sistemático en tamaño y sentido - los mismos porcentajes siempre en favor de un candidato y siempre en contra de otro -, algo que ya es indicio sugerente de una posible manipulación, al final Ciro solo pidió disculpas públicas por sus "errores" sistemáticos y prometió nunca más meter la nariz en algo que, desconociendo por principio, se atrevió a hacer.

La  verdad es un valor porque es apreciable, deseable, siempre elegible preferentemente. De esta forma, ya vemos que en este caso de Ciro hay indicios de un posible desprecio al valor verdad. Y se trata de una falta con consecuencias graves para el bienestar de la sociedad. Sin embargo, yo nunca vi que aquellos que hoy se escandalizan con la Miley Cyrus se escandalizaran con los "extraños errores" y las faltas contra el valor verdad de Ciro Gómez Leyva.

Valores democráticos:

El actual régimen priista ha suspendido la democracia a fin de poder sacar adelante su reforma energética sin mediar discusión con la ciudadanía. Esto ya no es ni siquiera punto de discusión o de polémica porque el mismo régimen lo ha reconocido a través de sus hombres principales. Es claro que aquí se ha pisoteado una buena cantidad de valores entrañados en la idea de democracia. Sin embargo, tampoco he sabido que los que hoy se escandalizan con la Miley Cyrus se hubieran escandalizado con estos pecados contra los valores democráticos.

La miseria como disvalor:

La miseria económica es un disvalor porque es indeseable, no apetecible, despreciable y algo que jamás es digno de elección. Pero sucede que nuestros órdenes económico y político están diseñados deliberadamente para propiciar en este país un fenómeno de creciente miseria económica que ya hace presa de la mayoría de los mexicanos y que parece no tener fin. Sin embargo, y de nueva cuenta, yo jamás he escuchado que los que hoy se escandalizan por una bandera en las nalgas de la Miley Cyrus se escandalicen por la ruinosa propagación en el país del grave y peligroso disvalor llamado: miseria económica.

Podría seguirle con cientos de situaciones particulares de la historia real de este país que nos seguirían poniendo en evidencia la incoherencia de esos individuos de la falsimedia y de la clase política oficialista que hoy se escandalizan con el pueril asunto de la Miley Cyrus. El caso de Rodrigo Medina, por ejemplo, sería francamente desastroso para ellos. Es que se hablan tantas cosas de lo que sucede al interior de su régimen...

Supongo que ya queda claro que cuando hablamos de falsimedia y de clase política oficialista estamos hablando de individuos fetichistas, supersticiosos, y que postulan valores ficticios por cuanto actúan con ellos como candil de la calle y oscuridad de su casa. En el valor bien, la moral, sostienen públicamente una moral cristiana de renuncia y altruismo, pero ficticia por cuanto sus valores reales son los antivalores de esa moral cristiana: egoísmo, avaricia, hedonismo, deseos ilimitados, etc. En el valor verdad, sostienen públicamente su respeto devoto a la verdad, pero son devotos amantes de disvalores como la mentira, el "error", la jactancia y la ironía. En lo que toca a los valores cívicos, sostienen públicamente su amor devoto a la nación, pero son los primeros en faltar el respeto a los valores nacionales o en guardar silencio cómplice frente al desprecio que los políticos hacen de dichos valores. Pero lo peor es que llegan incluso a la desmesura irracional de comportarse como fetichistas por cuanto asumen a la bandera, una cosa inanimada, como dotada de un valor en sí misma y luego como objeto de culto.

Vamos, digamos que a algunos de ellos les queda que ni mandada hacer la máxima célebre del crítico literario inglés Samuel Johnson, y que dice lo siguiente:

- El patriotismo es el último refugio de los canallas.

Para finalizar, vayamos al tribunal de la razón y tomemos la balanza para mensurar y comparar los hechos consumados. Pongamos en un extremo de la balanza las nalgas de la Miley Cyrus azotadas con un trozo de tela que representa a un símbolo como es la bandera. Pongamos luego en el otro extremo la ingente cantidad de incoherencias en el mundo de los valores por parte de muchos de aquellos que se han escandalizado por lo pueril, como es una bandera en las nalgas de la Miley. Y ya puesto todo en su lugar, calcule ahora usted el resultado.

Mi conclusión es que hay un grave desbalance. Las diferencias en la falta de respeto al mundo de los valores es abismal entre una y otra parte. En el caso de la Miley Cyrus se le ha faltado el respeto a una cosa que simboliza los valores nacionales, pero que no es evidencia de que haya faltado el respeto de facto a los valores representados por ese trozo de tela estampado y coloreado. Pero en el otro extremo de la balanza las evidencias de violencia deliberada al mundo de los valores, no ya a los símbolos de los mismos, es simplemente abrumadora. Así que, al final, la Miley Cyrus ha terminado para mí como una Madre Teresa de Calcuta cuando comparada a estos ejemplares de la política y la falsimedia.

Solo debo aclarar que, hasta antes de este escándalo pueril, yo no conocía a la Miley Cyrus. Solo había escuchado de ella por ruidos distantes entre cierta gente. Así que mi escrito no tiene sesgo por impulso de alguna simpatía o preferencia por Miley Cyrus. Solo hasta ahora empiezo a conocerla. Respeto sus nociones de vida y mundo, tomo sus extravagancias como un dato de interés y sin calificativo alguno, y le deseo lo mejor en su vida hoy y siempre.

Y eso es todo.

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