Una tendencia que ha venido tomando fuerza en las políticas públicas de transporte y desarrollo urbano de las ciudades, a nivel internacional, es la de privilegiar al peatón y multiplicar los esfuerzos para dotar de servicios de transporte público de calidad a un costo razonable y  medioambientalmente sostenible.

En este sentido, el concepto de movilidad urbana que se ha puesto en boga como eje articulador de las políticas públicas en la materia, consiste en la capacidad y/o posibilidad de moverse en las ciudades. La movilidad urbana es una necesidad y un derecho fundamental que debe estar garantizado a toda la población, de manera que el esfuerzo que requieran los desplazamientos requeridos para tener acceso a bienes y servicios no tenga repercusiones negativas en la calidad de vida ni el desarrollo económico, cultural y educativo de las personas. [1]

En una ciudad cuya planeación estratégica para el desarrollo tenga como base el concepto de movilidad urbana, las personas que se desplazan caminando hacia sus diversos destinos, los ciclistas y los usuarios de transporte público son, en ese orden,  los segmentos de ciudadanos que tienen mayor beneficio, atención y prioridad en el diseño de políticas públicas, planes, proyectos y obras de infraestructura, en detrimento de los automovilistas. Mucho ojo, el dejar de privilegiar a los automovilistas no es pretexto para continuar con el deplorable estado de las calles de las ciudades mexicanas, llenas de baches; un transporte público eficiente debe contar con una superficie de rodamiento en buen estado.

Por tanto, podemos decir que una ciudad tendrá una movilidad urbana moderna y sostenible si tiene sistemas de transporte público cómodos para el usuario y cuyo combustible provenga de  energías renovables, además de contar con una buena cantidad de rutas bien diseñadas; con un amplio sistema de ciclo vías; una ciudad donde las líneas de cebra no hagan falta en las bocacalles; calles en perfecto estado; automovilistas con una cultura vial que haga que invariablemente cedan el paso al peatón, etc.

Un ejemplo de una ciudad con una excelente movilidad lo es la ciudad brasileña de Curitiba, pionera en el diseño de líneas de transporte público integradas por autobuses modernos en carriles confinados, modelo que ya fue exportado a Bogotá y al Distrito Federal. En Europa, Helsinki acaba de anunciar un ambicioso programa de movilidad con la meta de que, para 2015, sus ciudadanos ya no tengan que usar un automóvil propio; también Hamburgo tiene un plan similar a 20 años para eliminar el 100% de los coches de sus calles.

Desgraciadamente, en nuestro país el concepto de movilidad urbana apenas está permeando el sector público y las grandes obras de infraestructura vial y carretera todavía tienen como beneficiarios principales a los automovilistas, sin que se aprehenda, por parte de los funcionarios, el concepto amplio que implica el derecho a la movilidad. Para un ejemplo, basta ver que gran parte de las obras que se realizan actualmente tienen que ver con segundos pisos, arcos viales, periféricos y libramientos, aunque también hay que reconocer que ya se están empezando a construir más líneas de metro –mal construidas algunas, como la Línea 12 del DF- metrobuses y trenes suburbanos y ciclovías, principalmente en el centro del país.

Empero, hace unos días fue aprobada la ley de movilidad del Distrito Federal, por lo que se espera que en la capital de la nación ya no se siga con la inercia de construir más segundos pisos y distribuidores viales –que, por lo demás, solo benefician a las clases altas- y se prosiga con la construcción de más líneas de metro, metrobus y ciclovías. Por lo menos eso se desprende de las afirmaciones de Miguel Mancera, ya veremos. Si logra erradicar los microbuses para el fin de su período, como es su declarado objetivo, habremos de aplaudirle

¿Buenas políticas de movilidad solo pueden diseñarse e implementarse en las grandes ciudades? No, nada más lejos de la realidad. Por el contrario, ciudades pequeñas y medianas como Chetumal, Cancún, Playa del Carmen y Mérida deberían enfocarse a generar políticas públicas de movilidad urbana, aprovechando que todavía no tienen los rezagos  de ciudades como el Distrito Federal, Guadalajara o Monterrey.  Pero lo primero que hay que cambiar es la mentalidad  de los funcionarios, que se empecinan en las grandes obras viales o ver como un coto privado el negocio de las concesiones de transporte público, en vez de optar por sistemas de movilidad urbana eficientes que contribuyan a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

[1] Movilidad urbana y sostenible: un reto energético y ambiental.  http://www.upv.es/contenidos/CAMUNISO/info/U0536159.pdf