Reg Spires era un prometedor atleta australiano que se dirigió a Inglaterra para prepararse para los Juegos Olímpicos de Tokyo, en 1964; sin embargo, una lesión truncó su sueño, así que decidió tomar un trabajo en tierras británicas y pagarse su vuelo a casa. Lamentablemente, un mal día su cartera, con todo su dinero, fue robada; con el cumpleaños de su hija a unos cuantos días y teniendo toda la intención de regresar a tiempo, decidió poner en práctica un extraño plan.

Junto con un amigo, contruyó una caja que sería enviada por paquetería a la nación oceánica, ¿el contenido? El propio Spires. La caja estaba hecha de madera y tenía las dimensiones suficientes para que estuviera sentado en una posición relativamente cómoda y segura. 

Claro que su odiséa no fue sencilla, estuvo varado durante todo un día dentro de su "empaque", debido a que el mal clima no permitió los despegues; a mitad de camino, en Bombay, su caja fue dejada en el rayo del Sol por cerca de 4 horas, ya que mencionar que el calor fue insoportable, sobretodo porque viajaba desnudo. Después de varias horas de vuelo, por fin llegó a su destino; se dio cuenta porque reconoció el acento de sus coterraneos.

Cuando fue depositado en la bodega a donde van todos los envios de paqueteria, salió de su "transporte", se puso un traje, saltó la reja del aeropuerto y tomó un taxi a su casa. 

En la actualidad, repetir la hazaña sería imposible, pues la logística aeroportuaria ha cambiado mucho: los compartimientos donde viaja la carga ahora están presurizados y a temperaturas cercanas al congelamiento, además, todos los paquetes son escaneados antes de subir a bordo; por lo que los empleados se darían cuenta si hay un ser humano dentro de una caja.

Con información de Metro.