En 2012 se viralizó una campaña muy agresiva por parte de los conservacionistas en la Isla Pinzón del archipiélago de los Galápagos para envenar a las ratas que estaban colonizando la isla y exterminando a la vida silvestre, como consecuencia de la introducción de la actividad humana donde las principales afectadas fueron las tortugas gigantes.

Pese a lo polémico del medio, la campaña dio resultado y por primera vez en 150 años, la población de tortugas gigantes se ha recuperado, de hecho, casi triplicó el número de ejemplares contabilizados en 1959.

El problema con la invasión de ratas en la isla es que devoran todo y eso incluía a los huevos de las tortugas, tan grave era la situación que no se habían avistado tortugas en su hábitat natural durante más de 150 años; de hecho en un momento la isla era el hogar de sólo 100 tortugas viejas.

En 1960 el Parque Nacional Galápagos inició un programa de salvamento para las tortugas que involucró durante los 50 primeros años, la búsqueda de huevos y la crianza de recién nacidos en cautiverio hasta que fueran lo suficientemente grandes para no constituir un blanco para las ratas.

Los esfuerzos dieron resultado y se avistaron a 10 recién nacidos durante el mes de diciembre en la naturaleza, lo cual indica para la revista Nature, que los animales son capaces de reproducirse de nuevo en la naturaleza sin ayuda humana, incluso se considera que debido a que las crías son difíciles de avistar, podría haber muchas más creciendo en su hábitat.

James Gibbs, un científico ambientalista de la Universidad Estatal de New York, encontró 300 tortugas y estima que la población en la isla debe rondar los 500 ejemplares, muy por encima de los estimados hace seis décadas.