Cuando Felipe Calderón le dice a México: "La patria es primero y por eso todos los autores políticos y sociales estamos llamados a interponer el interés superior de la nación por encima del interés particular, por legítimo que sea", es normal que la mayoría de los mexicanos lo consideremos, además de espurio, embustero.

Su pretensión de ganarse la confianza de la ciudadanía es descarrilada por la interrogante de la inverosímil declaración. Sorprende que no se percate de que la evidencia lo desmiente. De que tanto sus acciones al frente, como las del secretario de gobernación y las del resto de los que representan las secretarías de su gabinete trabajan en pos de sus intereses particulares ya sea bajo la ordenanza del que manda, o por otra causa de índole partidista o personal.

Ejemplo reciente, el de Gómez Mont: El PAN no cumplió con su pacto secreto con el PRI en el que estos accedieron "a pasar" el aumento de un punto al IVA, a cambio de no edificar la alianza electoral en Oaxaca. Un acuerdo que dice fue fraguado "extraoficialmente" y que el PAN, vía Nava, se encargó de anular también "extraoficialmente".

Cerdos. Así les llamaba David Cooper a los políticos que escenificaban ante la población este tipo de entretejidos vulgares con el objeto de seguir manteniéndolos en la opresión. Sin ofender a la pobre especie sacrificada por los carniceros y delicia de comensales, nadie podría oponerse, dadas las circunstancias, a este calificativo humano que evoca suciedad apestosa.

Porque dirigen los esfuerzos hacia aquello que no los despoje del poder. Que les garantice la permanencia en la función pública, la que utilizan para la generación de beneficios políticos o económicos, según la ocasión y el objetivo particular que se persigue. Si le luce exagerado, le advierto que la realidad lo excede. El pueblo siempre el menos escuchado, no obstante el discurso actual de la cooperación mutua contra la inseguridad entre sociedad y autoridades, porque se atora entre la metralla que no importa de donde provenga siempre será enemiga.

Difícil, lo confieso, comprender a fondo, cómo es que nos liberaremos de estas lacras.

Cómo es que lograremos recorrer pacíficamente los riesgos necesarios que deberemos tomar para deshacernos de las garras que oprimen y han acabado con nuestra integridad física y anímica. Que no cesan de aplicar las viejas estrategias que sólo desean alcanzar lo anteriormente mencionado. Que siguen sin dar resultados. Se debe adquirir la responsabilidad para ya no consentir este comportamiento inmoral.

Porque sabemos bien existe allá afuera y sin cobijo una bomba de tiempo. Innumerables revolucionarios anónimos confundidos, que cedieron noblemente a favor de la revolución de las conciencias, pero que aún se mantienen a la expectativa. Que jamás se rendirán. Determinados a rescatar al amado país. A no dejarlo desmoronarse entre dichas manos traicioneras del sistema autoritario que, como es evidente, pretende sin escuchar, restaurar la calma con más fuego.