Tragedia en Ciudad Juárez. Los defensores de Felipe Calderón dicen que el presidente espurio no es culpable. Que los culpables son los hijos de puta. Cito lo que Héctor Aguilar Camín le dijo a Ciro Gómez Leyva y que aplaudió Carlos Marín en el diario Milenio:

"Se entiende el reclamo de las madres por lo que dijo el Presidente del pleito de pandillas. Y tienen razón, el Presidente se equivocó al precipitarse. Pero estoy en absoluto desacuerdo en que le reclamen por los muertos. Como si él, o Gómez Mont, o el Ejército, o las fuerzas de seguridad hubieran matado a sus muchachos. Pueden haber fallado en garantizar la seguridad, pero los asesinos son los asesinos, los que mataron a estos muchachos. Ellos son contra quienes hay que voltear. No hay una condena moral sistemática contra los asesinos. Hay incluso una cierta consagración, en los corridos, de lo que hace esta gente. Pero no una condena pública contra éstos, que son los responsables de la sangre y de las ejecuciones y de los decapitados. ¡El gobierno no mató a esos muchachos, los mataron esos hijos de puta! ¡Esos son los hijos de puta! ¡Volteémonos contra ellos! Y reclamémosle al Estado ser tan ineficaz con la seguridad que está obligado a dar. Pero los hijos de puta, son loshijosde puta".

Vaya con los defensores de Calderón. De lo que se acusa al presidente ilegítimo no es de ser hijo de puta, sino de simplemente no poder con los hijos de puta. Su trabajo, su obligación es pararlos, perseguirlos, arrestarlos, impedir que masacren a la población. Y eso es lo que Felipe Calderón no hace. A los hijos de puta, por definición, se les desprecia. Se trata de algo que hasta Gómez Leyva, Aguilar Camín y Marín deberían saber. A Calderón, nada más, se le cuestiona por su enorme incompetencia. Por bueno para nada. Porque, por inútil, los malos siguen matando en México a los buenos.