Tú decides:

“En mi carrera he fallado más de 9000 tiros. He perdido casi 300 juegos. 26 veces han confiado en mí para meter el tiro ganador y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y es por eso por lo que tengo éxito.”

Michael Jordan

El pasado 24 de febrero despedimos con tristeza, junto con quien fuera su familia y sus amigas, los restos mortales, ya cenizas, de mi hermana Luz María; la sexta de una familia de once, a quien todos llamábamos Lucha.

Han pasado más de dos semanas de su muerte y sigo preguntándole, que tal se está en el Cielo y es que, si de alguien cercano estoy seguro de que ya lo habita, es de ella y no lo digo porque fuera perfecta, ni mucho menos.

Le decíamos Lucha, por su nombre Luz Maria, pero ahora se lo digo porque fue la constante de su vida, lucho siempre y, como Michael Jordan, tuvo errores y no pocos, pero supo mantenerse, supo levantarse.

Dicen los que saben que infancia es destino y efectivamente en los primeros años de Lucha, con sus luces y sus sombras, se perfiló el resto de su existencia.

Fue una niña linda que en su garbo, alegría y fe en Dios supo encontrar una llamada de Dios dentro del Opus Dei.

De sus limitaciones y miseria no me ocuparé porque solo Dios las puede conocer y juzgar en su justa dimensión. Sí diré en cambio que murió después de más de 50 años de haber mantenido su sí a Dios, dentro de la prelatura del Opus Dei, como numeraria.

Su vida, como todas las vidas humanas que valen de verdad la pena, no fue una vida plana, a los 14 años tuvo la osadía de ofrecer su vida a Dios y a los 15 salir dejar su casa con una maleta llena de sueños e ilusiones.

Se graduó como Licenciada en Pedagogía en la Universidad Panamericana, con la tesis -dedicada a sus papás- sobre la Educación de la Afectividad, en la que afirma que “el hombre es un ser educable porque tiene potencias capaces de perfeccionarse bajo la acción de la inteligencia y la voluntad”

Y quizá fue esa tesis y el estudio lo que le ayudó a madurar algo que siempre fue muy suyo: ayudar, entender, ofrecer, acompañar, sonreír...

Trabajó para Aeromexico, coordinando programas y proyectos de capacitación.

Luz María, mejor conocida como Lucha, siempre tuvo hambre de vivir y así con esas palabras, “Con hambre de vivir”, tituló el diario Reforma un extenso reportaje en el año 2006, presentando su libro “sobreviví la anorexia”

El libre lo publicó una década después de su recuperación, al menos parcial y lo hizo dice el diario Reforma “para prevenir que otras jóvenes con la misma enfermedad y especialmente sus amigas, sigan muriéndose por este mal”, ahora -dice el mismo periódico- “ella tiene mucha hambre de vivir, ha rescatado su esencia de la infancia, goza de la vida, de su familia, de sus amigos, de sí misma. Tiene paz interior”.

Si al esfuerzo grande y continuado que realiza una persona para conseguir un fin se le llama lucha, fue correcto, que aun sin saberlo, desde pequeña y quizá en atención inconsciente de lo que vendría, desde pequeña le llamáramos a Luz María Lucha.

Los últimos años de su vida fue atacada y sufrió mucho por el síndrome CREST, una enfermedad del tejido conectivo en que hay problemas en la piel, los vasos sanguíneos, los músculos esqueléticos, y los órganos internos. Dentro de su sufrimiento coincidimos todos, no había quejas ni amarguras, ella ofrecía a Dios su dolor por la purificación de su vida y así la tibia y obscura noche del día miércoles 23 de febrero se quedó dormida, empezó su vida.

Finalmente les cuento emocionado que hace días despidiéndome de ella, dando un vistazo final a su muro de Facebook encontré una frase que me impactó, quizá porque la define de cuerpo entero: “la talla de tu cuerpo cuenta poco, la de tu cerebro cuenta mucho, pero sobre todo cuenta la de tu corazón”.

Pablo Mier y Terán en Twitter: @pablomieryteran