Querétaro, México.- Jean-Marie Le Clézio viste completamente de negro mientras camina esta ciudad ubicada a poco más de 200 kilómetros de la capital de un país que visitó por primera vez hace 50 años. Este escritor trotamundos nacido en Francia y ganador del Premio Nobel de Literatura en 2008 no es conocido por su activismo político, aunque tampoco se ha alejado de las realidades de los países en los que ha vivido. Cuando Rosa Verduzco, la directora de la Casa Hogar Gran Familia, de Zamora, Michoacán, fue detenida y acusada de explotación infantil por el gobierno mexicano, Le Clézio escribió una carta pública de protesta en la que defendía a la mujer de 80 años de edad conocida como “Mamá Rosa”. El título de su alegato era Una figura mexicana vilmente acusada.

Ahora que ha vuelto a México para participar en la primera edición del Hay Festival de Querétaro, se ha encontrado con una serie de reclamos de todo tipo a Enrique Peña Nieto, en el marco de su cuarto Informe de Gobierno. También ha recibido noticias de lo mal que siguen las cosas en especial en Michoacán, el estado donde vivió largas temporadas y en el que están ambientadas algunas de sus obras.

Lo he escuchado decir que México atraviesa una crisis moral. ¿A qué se refiere con esto?

Moral es mucho decir, más bien es una crisis de comportamiento. Como usted sabe, hay mucha violencia en México y lo siento mucho porque yo he vivido en Michoacán y ahora Michoacán se ha vuelto una especie de infierno. Esa es una tragedia. Hay un remedio a esto porque no creo que la violencia sea una fatalidad para ningún país.

Antes, me acuerdo, se decía que en América Latina había una escala de valores. “Hay un país pacífico vecino de un país violento”. Se decía “México es pacífico; Guatemala es violento”. Y seguías así hasta Colombia, y Ecuador era pacífico, Perú violento, etc. Esto es completamente artificial. No creo que haya una fatalidad en la violencia. Son momentos en la historia de una nación y hay un remedio a esto. Por eso el remedio vendrá de los mexicanos mismos. No son los otros quienes pondrán la solución.

Bajo esa regla que usted decía, Guatemala es ahora un país pacífico. Hasta tiene en la cárcel a un presidente. Y en México, a la crisis humanitaria se sumó una crisis política que está en marcha. Acabo de ver en mi computadora la convocatoria de una marcha para pedir la renuncia a Enrique Peña Nieto. Usted tiene 50 años viniendo a México y conoce un poco de nuestra idiosincrasia, ¿qué cree que es lo que está pasando?

Yo creo que lo que pasó, por lo que he vivido, es que aumentó el temor. Hay una dimensión en México que no existía en el 68 y que después comenzó a existir. Ese año era el momento de la rebelión estudiantil en México. Me acuerdo de un millón de gentes que marchaban en el Paseo de la Reforma silenciosos. No hacían ruido. Me chocó. Era una respuesta muy fuerte a la injusticia de Díaz Ordaz. En aquel tiempo no había temor: la gente podía combatir, podía resistir, podía oponerse. Se me hace que el temor se instaló en México: temor del vecino, temor del otro estado, temor de ser atacado en la calle, temor de pensar de manera no autorizada, temor de oponerse.

Y usted, nacido en Francia, siendo de un país donde los movimientos sociales son muy importantes, ¿qué piensa sobre la lucha social, las protestas, las movilizaciones?, ¿logran transformar algo de la realidad?

Yo pienso que sí. Deben lograr algo. En Francia siempre se dice: “no hay que preocuparse de la opinión de la calle”, pero la opinión de la calle también tiene algún valor. En el caso de Díaz Ordaz fue muy importante. Los intelectuales la apoyaron. Hasta Octavio Paz renunció como embajador de la India para demostrar su desaprobación. Así que creo que en México la solución debe de venir del conjunto de las personas educadas, de los intelectuales, y de la calle. La calle debe participar también.

Usted conoce una parte de la clase intelectual mexicana que conoce, ¿la ve conectada a la calle?

No puedo dar una opinión muy autorizada sobre eso porque conozco poco a los intelectuales y ahora no vivo en México. Pero creo que sí, usted está dando la prueba. Están preocupados por los acontecimientos. Ahora, no sé si es tiempo de la revolución. Quizás hemos pasado el tiempo de las revoluciones violentas. Sería más bien un cambio fundamentalmente democrático. Hay que tener confianza en la democracia, en las elecciones, en el vínculo local que son los alcaldes, los gobernadores.

En todo este tiempo que usted ha vivido y visitado México ha visto, me imagino, de todo y he escuchado que ha hecho de todo, ¿que le falta por ver de México?, ¿qué experiencia le falta vivir aquí?

No sé. A mí me gustó mucho encontrar a Mamá Rosa. A mí me gustaría que otras personas como ella se dediquen a salvar la vida, a los niños de la calle. Pero también hay otros ejemplos: mi maestro personal, mi maestro de pensamiento fue Luis González y González, el historiador, que escribió Pueblo en vilo. Yo sabía que él pertenecía a algo que era original de México y es el grupo de consulta, que está alrededor del presidente. Son intelectuales. Luis González pertenecía a este grupo que estaba consultado por el gobierno en casos difíciles. Las decisiones de este grupo no tenían autoridad, pero sí eran consultados. Creo que sería un buen ejemplo para la gobernación en el futuro, que hubiera un grupo de intelectuales independientes y el gobierno pudiera consultarlo a nivel local o federal para tomar decisiones. Eso es un ejemplo único en el mundo.

¿Qué piensa sobre Donald Trump?, ¿es un chiste de la historia o es un problema que hay que atender?

Sinceramente pienso que es un problema. Temo que sea elegido. Hay mucha gente que lo apoya en Estados Unidos: la parte muda de la población y la parte pobre. Va a ser un crisis en la democracia norteamericana. Igual como en Francia donde puede ser elegida la hija de monseiur Le Pen hay el mismo peligro; sería la misma catástrofe.

¿Qué le sugeriría a un gobierno a la hora de tener que lidiar con alguien como Trump?

Lo que decía Luis González “hay que tomar en cuenta la historia cotidiana, no solamente las estatuas. Hay que celebrar la verdad del pueblo, hay que escucharlo”. En México, el gobierno tiene mucho que escuchar.