México.- Este martes comenzó en Alemania el juicio contra el "contador de Auschwitz", Oskar Gröning, quien en sus primeras declaraciones se reconoció "complice moral" de la muerte de 300 mil personas en el campo de exterminio nazi. 

"Para mí está fuera de toda duda que soy moralmente cómplice", afirmó ante la Audiencia de Lüneburg Gröning, quien a sus 93 años de edad arribó a la corte auxiliado una andadera, pero con la cabeza lúcida y la memoria frescab en lo que respecta a la brutalidad con que operó el régimen al que sirvió.

Lejos de aparentar desconocimiento de lo que ocurría en ese campo o argumentar que sólo cumplía órdenes, el procesado pidió perdón al grupo de supervivientes y familiares de las víctimas presentes en la corte, para luego declararse a disposición de la Justicia.

A diferencia de lo que fue la tónica en otros procesos recientes por crímenes nazis -como el celebrado contra el ucraniano John Demjanjuk, extraditado desde EEUU a Alemania y condenado en 2011 a cinco años de cárcel-, el procesado no sólo se pronunció sobre los cargos que se le imputan, sino que presentó esa admisión de culpa moral.

La Fiscalía le imputa complicidad penal en el asesinato de los alrededor de 300.000 judíos que fueron asesinados en Auschwitz y que pertenecían al grupo de 425.000 deportados que llegaron al campo de exterminio en la llamada "operación Hungría", en 1944.

Gröning no tuvo relación directa con la selección de esos presos entre los aptos para el trabajo, que se convertían en esclavos para la industria amiga del nazismo, y los no aptos, a los que se asesinaba de inmediato. Tampoco accionó los dispositivos de sus cámaras de gas ni formó parte de sus comandos de fusilamiento, sino que se limitó a su parte burocrática y contable. Su trabajo consistió en confiscar las pertenencias de los deportados, incautarles todo lo de valor y encargarse de que el dinero llegase a Berlín, para contribuir a la financiación del Tercer Reich.

El procesado, quien ingresó en las Waffen SS hitlerianas con 20 años, en 1941, supo desde su llegada al campo de Auschwitz de la existencia de las cámaras de gas y que estaban destinadas a asesinar a los judíos cuyo equipaje él clasificaba, según su declaración. Fue testigo no sólo de esas operaciones, cuyo objetivo era el exterminio masivo de los judíos, sino también de actos aislados de extrema brutalidad, como la ejecución con gas en una granja vecina de unos presos que habían tratado de huir y cuyos gritos escuchó hasta que lentamente la muerte apagó sus voces.