¿Qué es la cultura? Una de las preguntas que persisten en el inconsciente colectivo y que aún no queda del todo clara, pues existen diversas acepciones y creencias acerca de la significación del concepto. Todas ellas validas, pero sesgadas si se toma en cuenta la multiplicidad que engloba.

En primera instancia, se piensa en el término como un señalamiento de los rasgos “artesanales” de una comunidad determinada ajenas: su vestimenta, idioma, comida, formas de trabajo, entretenimiento, entre otras cosas; asumiendo las prácticas cotidianas y mundanas  como carentes de “cultura”.

 

Por otra parte, el vocablo también se aplica para dar a entender prácticas de valor estético y artístico; por lo general abocado a lo que son las denominadas “Bellas Artes”. En este caso, se desdeña todo aquello que no encuadre con los estilos marcados por las mismas, al no tener un rigor académico como “formas culturales”. Se invalida la acepción anterior, pues esas son parte de una forma de expresión común.

Ahora bien, las anteriores derivaciones, así como muchas otras que involucran a casi todo el estrato de acción humana (alta, baja, geek, friki, gamer, del miedo, narco, etcétera); parten de una forma general, la cual valida todas las líneas de pensamiento. Esto es, la cultura es el nombre que se le da a la actividad valorativa propiamente humana.

 

El Diccionario Filosofico Ferrater Mora menciona al mundo cultura como aquél creado para distinguir el desenvolvimiento humano de la forma puramente natural, donde ambas facciones  se encuentran en sentidos opuestos. Lo natural se ve como lo “incivilizado y animal”, mientras que lo cultural es aquello “civilizado y humano”. Cosa que no sólo refiere a los constructos materiales y/o artísticos, también a las mitologías, creencias y organizaciones de índole social y política que se pudieran crear.

Es el sentido que el ser humano le da a los objetos naturales (el mármol en su estado natural es sólo una piedra, el mármol en su estado cultural está en potencia de convertirse en una manifestación escultural o arquitectónica, que vale por su utilidad o belleza); así como a los modelos organizacionales que funda para sostenerse dentro de su entorno.

 

Dado lo anterior, Gilles Deleuze señala que la cultura también es “adiestramiento y selección”; una práctica que moldea a los integrantes de una sociedad establecida, ya alejada de lo natural, de acuerdo a determinados fines específicos que se desean de dicha comunidad. Así, esta puede servir para llevar al humano a un estado de superioridad y plenitud vital, o, para alienarlo, despojándolo de cualquier indicio de fuerza y potencia; cuyo resultado es un ser débil y patológicamente sufriente. Para el francés, dicho establecimiento se da a través de los hábitos.

Por último, para Ortega y Gasset, esos mismos hábitos, esa forma de distanciarse del estado de animalidad; no es más que una “tabla” sobre la cual la raza se sostiene en el mar del sin sentido, ya que le provee un lugar firme donde no deberá de enfrentar el hundimiento en la inseguridad de lo existente. No obstante, existe un problema: dicho “suelo” puede volverse un peligro al convertirse en una adición; la actividad lo vuelve un ser ensimismado, cuyo fin último es ahogarse entre tanta riqueza cultural.

 

Así pues, todo lo que aleja del estado natural, moldea y le da sentido al vació de lo existente; es cultura. Incluso las prácticas más deplorables que vengan a la mente, se encuentran dentro del concepto. Sí, podrán no ser la máxima representación del espíritu humano, pero al estar dentro de las actividades propiamente de éste, son y serán cultura.

Bibliografía: Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía

                        Deleuze, Gilles. Nietzeche y la Filosofía