“Hay que replantearse el concepto de felicidad, se lo digo totalmente en serio”. Declara Zygmunt Bauman, el filósofo moderno que bautizó a nuestra época incierta como la modernidad líquida. 

Bauman cree que se nos ha olvidado cómo alcanzar la plenitud o lo más próximo a la felicidad: “Generamos una especie de sentido de la culpabilidad que nos lo impide”. Y lamenta sobremanera este hecho, pues “La búsqueda de una vida mejor es lo que nos ha sacado de las cuevas, un instinto natural y perfectamente comprensible, pero en el último medio siglo se ha llegado a pensar que es equivalente al aumento de consumo y eso es muy peligroso”, señala el premio Príncipe de Asturias 2010. 

“Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho”. Lo que se consume, lo que se compra “son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”, sentencia el filósofo a sus 88 años.

Asimismo, Bauman describe un círculo vicioso familiar a propósito de la asociación de felicidad y consumo. El padre o la madre que dedican parte del sueldo a comprar la consola al hijo, porque se sienten culpables al no dedicarles tiempo. Le hacen el regalo, pero el modelo queda obsoleto pronto y se comprometen a facilitarle el siguiente. “Para pagarlo necesitarán más éxito profesional, estar más disponibles para el jefe, usar un tiempo que quitarás a tu familia…”

Sobre las redes sociales, el filósofo considera que han invadido las realidades individuales y en consecuencia fracturado los vínculos y el afianzamiento de las relaciones entre los hombres. “El viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido. Estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo”, dice.

De otro lado, no le gusta el papel que estos medios juegan en la vida laboral y tampoco el que suplantan, en su opinión, en las relaciones personales. “Todo es más fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad” concluye el pensador. 

Con información de El País