Se supone que los vinos deben beberse a una temperatura menor que la del ambiente y justo por encima de la bodega de temperatura del lugar de procedencia, que por lo general es entre los  15 y 16 grados centígrados; pero, según algunos sommeliers, el vino puede beberse más frío, ya que puede revelar algunas propiedades que modificarán su sabor para darte una experiencia totalmente diferente a lo que estás acostumbrado:

1. Identifica el fruto

Los diferentes vinos tintos necesitan ciertas temperaturas para resaltar sus mejores atributos, especialmente al maridarlo con algún alimento. Y aunque no todos los vinos de este tipo potencian su sabor al estar más fríos, puedes experimentar.

2. Frío no es lo mismo que helado

Hay una diferencia muy importante entre el vino frío y el vino helado. Nunca le pongas hielo a un vino, a menos de que quieras ocultar imperfecciones. El vino servido a una temperatura fresca,  por debajo de la temperatura ambiente, puede hacer que ciertas variedades se vuelvan más agradables y más fáciles de beber, sobre todo si tienen contenidos particularmente altos de alcohol.  Los vinos tintos ligeros servidos a una temperatura fresca son perfectos para días con mucho calor.

3. Conservación

El vino tinto no se conserva a la perfección aunque lo refrigeres y es una buena alternativa por si no te acabas la botella. Los vinos con bajo tanino saben mejor fríos, pero no se conservan bien. 

4. Excepción de la regla

Los vinos tintos con altos niveles de tanino nunca deben refrigerarse. Si quieres intentarlo, trata con opciones más suaves, específicamente con algunos rojos del Valle del Loira.

Con información de HuffPost.