Más allá de los Lumbersexuales, la barba se ha convertido en una obsesión para muchos hombres que buscan darle un cambio radical a su rostro. Esta tendencia comenzó en Nueva York, donde el hecho de tener barba es considerado un toque de distinción y estilo, algo que se ha esparcido por todo el mundo.

La barba, a lo largo de la historia, ha representado valores positivos, como virilidad, sabiduría y estatus social, o negativos, como barbarismo (de donde etimológicamente viene la palabra, en latín 'barbarus' significa extranjero), excentricidad o satanismo. De igual manera que se ha representado tradicionalmente con barba a Jesucristo, a Dios a Thor o a Poseidón.

Para quienes tienen una barba tupida, la inversión en su cuidado puede ser de miles de pesos mexicanos en las ahora barberías que ofrecen múltiples servicios especializados; y para quienes son lampiños, existe una solución que ha tomado fuerza pero que no es nada económica: el implante de barba.

El aclamado vello facial puede ser colocado con un procedimiento conocido como extracción de la unidad folicular donde básicamente los doctores extraen los pelos de la cabeza con folículos uno a uno y los implantan en la cara del desbarbado.

Pero eso no es todo, esta tendencia ha tomado fuerza en aquellos hombres transexuales que no lograron una barba tupida con el tratamiento hormonal, judíos ultraortodoxos (una comunidad en la que la barba juega un papel importante) y algunas comunidades asiáticas y latinoamericanas que genéticamente desarrollan menos vello facial.

El proceso quirúrgico no es muy distinto al de cualquier injerto capilar: el lugar clásico del que tomar el cabello es la parte de la nuca y, una vez tomado el pelo, se puede implantar en la cabeza, en los brazos, en las piernas o en la cara. No es una operación dolorosa, basta una anestesia sencilla y listo.

Una vez implantada, la barba se cae y a los tres meses vuelve con el ciclo natural del pelo. La afeitas, la recortas y puedes hacer lo que quieras con ella. ¿Te animarías?