El Barcelona entró al partido en modo eléctrico, todo lo contrario que el Espanyol, que tardó casi media hora en enterarse que medía sus fuerzas con el Barcelona. Cuando lo hizo ya estaba tullido de correr detrás del balón y del rival. De nuevo, como en Sevilla, el líder dio una exhibición. Con brillantez, volvió a desarrollar el juego alegre y vistoso, aderezado con rondos, mucho movimiento sin la pelota y una velocidad endiabla en las acciones. Lo dicho, a los veinticinco minutos, los dos goles de renta representaba una losa complicada de levantar.